Son las doce de
la noche en Madrid y el estadio Santiago Bernabeu está casi vacío. Apenas si se
escuchan los pocos gritos de los fanáticos del Deportivo La Coruña que quedan,
agitando sus banderas. Le acaban de ganar nada menos que al Real Madrid por la
final de la Copa del Rey justo en el año del Centenario del club y ya casi
todos los jugadores del equipo gallego desfilaron por las cámaras de TVE, el
canal estatal español, que ya no sabe cómo seguir rellenando un espacio
inicialmente pensado para los merengues. Todos, aún con sus camisetas salidas o
cambiadas con sus rivales, habían destacado lo que significaba ganar allí,
cuando por fin, apenas con un slip, en cuero y descalzo, fue localizado Lionel
Scaloni, quien al ser preguntado por el significado del triunfo sólo gritó
“¡¡¡les cagamos la fiesta, les cagamos la fiesta!!!”
Así fue siempre
Scaloni. Pura energía, una electricidad que lo necesita en movimiento
constante, si no es pensando, o maquinando alguna broma, es yendo de un lado al
otro, durmiendo muy pocas horas, “cuatro o cinco”, como le contó días pasados
en un mano a mano a Matías Palacios de Infobae.
No es casual que
Scaloni pareciera un jugador más, a sus 40 años (16 de mayo de 1978, apenas un
poco más de un mes antes que Juan Román Riquelme, uno de sus compañeros de
aquella selección argentina que ganara el Mundial sub-20 en Malasia en 1997)
durante el pasado Mundial de Rusia, cuando fue parte integrante del cuerpo
técnico de Jorge Sampaoli.
Tampoco, que
llegara a ser capitán de un gran equipo del Deportivo La Coruña que marcó una
época en los primeros años de este siglo bajo la dirección técnica del “vasco”
Javier Irureta y ganara una Liga Española (1999/2000), una Copa del Rey y una
Supercopa de España (ambas en 2002), una vez que se fueron dos referentes como
el brasileño Mauro Silva y el talentoso Fran.
Scaloni, junto a
su hermano Mauro, dos años mayor que él, dio sus primeros pasos en el Club
Sportivo Matienzo de Pujato, a 33 kilómetros de Rosario, hasta que su padre,
Ángel –“capaz de hacer cualquier cosa por sus hijos”, según definen los que lo
conocen-, quien los entrenó allí y muy respetado por su duro carácter que sin
dudas influyó en su personalidad, los colocó primero en Newell’s Old Boys en
1994 y no tuvo empacho en volver a llevárselos, con apenas 12 partidos jugados,
a Estudiantes de La Plata en 1996.
Lionel quería
jugar más adelante en la cancha, pero el director técnico de ese momento en
Newell’s, Raúl Donsanti, decidió colocarlo como lateral derecho y entonces al
poco tiempo ya estaban los dos hermanos en La Plata, pero luego de ganar el
Mundial sub.20 de Malasia con José Pekerman como entrenador, fueron transferidos
a Deportivo La Coruña. Su hermano Mauro fue al equipo B.
Allí en el Depor
comenzaría una carrera de 17 años en el fútbol europeo, aunque su debut del 4
de enero de 1998 ante el Sporting de Gijón no podía haber sido peor. Sus expectativas eran grandes pero a los tres
minutos de su ingreso por el lateral derecho Armando, tuvo que salir porque
expulsaron al arquero camerunés Songo’o y el entrenador José Manuel Corral hizo
ingresar al arquero suplente, Rufai en su lugar…
La bronca de
Scaloni fue doble porque además del escasísimo tiempo del debut, se equivocaron
y en el dorsal de su camiseta decía “Leo Scaloni” en vez de “Lío”…
Sin ser un
jugador indiscutido técnicamente, Scaloni se fue ganando un lugar en el
vestuario, especialmente cuando llegó Irureta como director técnico, que armó
un equipo sólido con un arquero como José Francisco Molina (ex compañero de
Diego Simeone en el Atlético Madrid del “doblete” 1995/96), Mauro Silva,.
Víctor Sánchez, Juan Carlos Valerón., Fran, Diego Tristán o su compatriota y
también ex Newell’s, Aldo Duscher.
Cuando el
“Superdepor” ganó la Liga Española en 2000 los festejos fueron impresionantes
en La Coruña, y en especial, en la Plaza de María Pita, la Plaza Mayor de la
ciudad, y allí, con los jugadores presentes en el balcón y teñido de rubio,
apareció otra vez el Scaloni juerguista para imponer el clásico de “La Mosca”
“Yo te quiero dar”, que acabó siendo el hit del verano.
El Deportivo
jugó entonces la Champions League 2000/2001 y en el debut ante el Hamburgo, con
el triunfo 2-1, Scaloni marcó el gol definitivo, cerrando los ojos y dándole a
la pelota con alma y vida.
Por aquel
tiempo, Scaloni no era capitán en el equipo pero sí líder del vestuario, y era
querido, respetado, aunque técnicamente nunca lograra consolidarse en el once
titular, aunque desde el Mundial sub-20 ganado con la selección argentina en
Malasia había vuelto con un trauma: su miedo a volar tras padecer un aterrizaje
forzoso.
Así es que en
los viajes con la delegación del Deportivo por España, solía ir en la ida con
sus compañeros por una cuestión de tiempos y físico, pero al regreso, lo hacía
con su padre ya sean los mil kilómetros a Barcelona, o los seiscientos a
Madrid, acompañado de su padre en un Alfa Romeo.
En 2006 todo
parecía perfecto. Iba a ser parte del Mundial con la selección argentina en
Alemania 2006 (aunque sólo jugó ante México por octavos de final) y ya había
ganado con el Depor la Liga, la Supercopa de España y especialmente la Copa del
Rey del “Centenariazo” en el Bernabeu ante aquel Real Madrid de los Zidane,
Figo, Roberto Carlos, Makelele. Hierro o Raúl, cuando, repentinamente, todo se
vino abajo.
Conocía la
versión de que el nuevo entrenador del Depor, Joaquín Caparrós, no tenía muchas
simpatías por los jugadores argentinos. Y la primera sorpresa fue cuando en
enero de 2006 llegó Pekerman para verlos a él y a Duscher en un partido en
Valencia, pensando en el Mundial de mitad de año, y el DT ni siquiera los puso.
Scaloni prefirió
entonces irse a préstamo al West Ham, justo medio año antes de que llegaran
Carlos Tévez y Javier Mascherano desde el Corinthians, para poder jugar y
mostrarse, pero siempre le quedó el resquemor con Caparrós, al que no duda en
señalar como “vende humo” en cuanta entrevista le hacen en los medios españoles
y del que sostiene que “le hizo mucho mal al Depor y desarmó un equipo que
costó años armar” (Duscher, el otro argentino, fue desplazado luego del cuarto
entrenamiento porque para el entrenador estaba “excedido de peso”, según contó).
“Yo había
quedado como capitán porque Mauro Silva y Fran se habían retirado, y hablaba
seguido con Caparrós y él vino con una idea diferente, hasta para cómo ocupar
las habitaciones en los hoteles, y discutíamos mucho, y luego para las cámaras
te abrazaba. Chocamos mucho y yo me fui, no por la puerta de atrás sino de costado,
con la gente preguntándome cuándo volvía al club”, le contó hace poco al
popular programa televisivo español “Punto Pelota”.
Acaso pensando
en que tras medio año sin encontrarse ni chocar, la situación podía haber sido
distinta, Scaloni decidió regresar al Deportivo tras el Mundial 2006, y nomás
al verlo, Caparrós decidió suspender el entrenamiento (“No sé por qué el
entrenador cortó la práctica, porque es un hermoso día”, ironizó el argentino
pocos minutos más tarde, con la prensa).
La situación seguía
siendo la misma, o peor, al punto de que Scaloni se marchó del Depor un año
antes de terminar su contrato “cuando el presidente Augusto Lendoiro no perdía
nunca un euro en una transacción y yo venía de jugar un Mundial y me dejaron ir
cobrando todo el año sin jugar”, recuerda.
Allí entonces
emigró al Racing de Santander que dirigía Miguel Angel Portugal, pero bastó que
fuera reemplazado por Marcelino Toral (actual entrenador del Valencia) para que
fuera el primer descarte del equipo, y se marchó al Lazio, y tras la temporada
2008/09 en el Mallorca, regresó a Italia para volver al Lazio y finalizar en el
Atalanta en 2015.
Mallorca lo
cautivó tanto que una vez que abandonó el fútbol, regresó allí para trabajar en
las divisiones inferiores del club, una vez que se recibió de director técnico,
y llegó a la selección como colaborador de Jorge Sampaoli, con quien llegó a
formar parte del cuerpo técnico del Sevilla.
Familiero,
casado con Elisa, tiene dos hijos, Ian y Noah, y además del fútbol, tiene
campos en Pujato, donde cultiva maíz, trigo y soja.
Cuenta que desde
que Claudio Tapia, el presidente de la AFA, le propuso dirigir interinamente la
selección mayor, pensó “dale para adelante, acepto el desafío”, y le comentó a
Infobae, días pasados, que “darle una mano a la Selección es lo máximo que le
puede pasar a cualquiera sobre todo en el momento que está pasando. Pienso que lo ideal es poner el pie en el
freno. Hay que seguir sin pausa pero sin prisa, como dice el refrán”.
Si bien gusta de
la presión alta y del ataque, no es casual que le guste el fútbol directo
cuando sus equipos recuperan la pelota, porque se considera así. Cuando regresa
sobre Caparrós, aquel DT que lo tuvo a maltraer como entrenador del Deportivo y
que es el actual director deportivo del Sevilla, dice que “él habla bien pero
es de chicanear, le gustan las curvas. Yo, en cambio, hablo bien como él pero
soy recto, voy derecho, de frente”.-
Cuando Matías
Palacios le preguntó si está preparado para afrontar el reto de la selección
mayor, respondió que nunca se sabe cuándo es el momento, si estar preparado es
haber visto 150 entrenamientos de los mejores técnicos del mundo o haber
dirigido 100 partidos” y que “siempre podés tener la duda, es inevitable”.
Pero Lionel
Scaloni va al frente, a afrontar un nuevo desafío con todo lo que aprendió, con
vestuarios ruidosos (como los del Depor), habitaciones alegres y musicales
(como la suya con Carlos Tévez en el Mundial 2006), con lecciones aceleradas de táctica (como en
el Lazio), o con concentraciones nerviosas (como la del Mundial de Rusia).
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