¿Puede pensarse que luego de cuarenta y ocho horas pegados al lujoso hotel de la selección argentina, ningún periodista que no sea de los grandes multimedios latinoamericanos, ni tampoco los alemanes ni del resto de Europa, hayan podido dialogar siquiera un minuto con las grandes estrellas del equipo nacional?
No sólo esto es rigurosamente cierto, sino que ni siquiera es una gran novedad. Y hay una noticia peor: tampoco se contempla, al menos oficialmente, ningún contacto con ellos en lo que queda de estadía, tanto sea en la antesala del gran partido de mañana en el Allianz Arena, como posteriormente, cuando ya justificados por la desbandada del requerimiento de sus poderosos clubes, las megaestrellas argentinas abandonen esta ciudad a los piques, o en jets privados financiados por magnates europeos. Los periodistas argentinos no terminan de hartarse de protestar en voz baja, y cuando nadie escucha, sobre la falta de una política comunicacional por parte de una AFA a la que todo esto le es funcional, según creen erróneamente: cuanto menos contacto con los periodistas, menos problema. En otras palabras, al “enemigo”, ni justicia.
Las guardias de los periodistas en los hoteles de la selección argentina en cualquier lugar del mundo (siempre retirados, además, cosa de que al menos cueste llegar al lugar y haya que pasar todo el vallado posible, tanto geográfico como de seguridad), pueden ser interminables, sin por ello lograr jamás ver las caras de los protagonistas, que ni se asoman salvo para salir al entrenamiento, o para dialogar unos instantes con algún amigo o familiar, para lo cual se exigirá que no se les “moleste”. Por supuesto que el periodismo europeo no logra comprender, y en verdad cuesta mucho explicarle algunos mecanismos que observa con acierto, desde la falta de independencia de varios de los enviados especiales, a los abrazos y besos con sus amigotes, como con aquellos dirigentes que luego pondrán cara de circunstancia a la hora de algún pedido de favor para obtener una migaja de entrevista y para que el jugador no diga nada interesante ante una pregunta sin pretensiones y a sabiendas ambos de que están perdiendo el tiempo. Para eso, los jugadores terminan siendo inteligentes y prácticos: si no hay nada interesante que responder, y mucho no se puede decir porque prefieren no exponerse con su sinceridad, mejor quedarse en la habitación chateando con familiares o amigos, ver un rato de TV o charlar con los compañeros de al lado.Tampoco entienden los europeos por qué no existe un contrato firmado entre la AFA, los jugadores y el entrenador para que todos estén obligados (como sucede con todos los seleccionados y equipos serios) a tratar con la prensa al menos una hora por día, o al menos para que roten en las entrevistas. En cambio, cuando llegan al seleccionado, se consideran legítimamente de “vacaciones”mediáticas. Saben, con razón, que el periodismo argentino, en líneas generales, cacarea pero acepta sin chistar los mandamientos, a la espera de un cambio que nunca llega, como el perro que se muerde la cola. No hay cambios porque no hay protestas y no hay protestas porque no hay cambios.Y menos lograrán entender una conferencia de prensa que cambia de horario a poco de comenzar, debido a que también el entrenamiento previo en el estadio del Munich1860 se mueve para dos horas más tarde. Pacientes, losperiodistas europeos esperan por la llegada de Diego Maradona, pero se les aclara de antemano: sólo diez preguntas, y muchas para los argentinos. Sólo les queda la traducción al alemán por parte de un uruguayo residente desde hace dos décadas y amante del fútbol. ¿Piensa el lector por si acaso que como no se tuvo accesoa los jugadores, cualquier periodista argentino tendrá posibilidades de al menos preguntarle algo a Maradona? Desde ya que no. Todo queda reservado para los multimedios con la excusa de que trasmiten “en vivo” y que lanzan consultas tibias, y que en más de un caso parecen ya concertadas, o son demasiado contemplativas en los requerimientos del cuerpo técnico en una llamativa coincidencia. Sorprende por ejemplo que una de las diez “preguntas” sea sobre si no cree el entrenador que aquellos jugadores del equipo B, conformado con integrantes de la liga local, que no lleguen a ir al Mundial, merecerían jugar un partido despedida antes del viaje a Sudáfrica. O que ante tanpocas preguntas, algunos medios formulen hasta tres, sin que nadie ose retirar el micrófono.Y esos mismos medios agraciados por la AFA son los que luego montan sets televisivos en los pisos superiores, y como el resto no tiene acceso y debe conformarse con el lobby, los jugadores (sólo interesados en la TV) no deben siquiera bajar las escaleras. Y asunto resuelto.Todo vale en la selección argentina, preocupada en su entorno por la posible llegada a Alemania de Oscar Ruggeri y su pretensión de conseguir una reunión con Julio Grondona para jugarse la última carta para integrar el cuerpo técnico en el Mundial, a sabiendas de que el máximo dirigente lo detesta. Tanto, que ni Maradona esta vez abrió lapuerta de par en par y sólo dijo que no le negaría un diálogo. Pero puede haber escándalo, y un nuevo motivo para que los jugadores se recluyan y se pertrechen. Al fin de cuentas, como dice en una jugosa entrevista que publicaremos mañana el sociólogo especializado en deportes Fernando Segura Trejo, quien finaliza su tesis doctoral en París y se encuentra en Munich para el partido, todo queda en “familia”, en esta extraña familia del seleccionado argentino en el que todos llevan el cuchillo bajo el poncho, pero andan a los besos y abrazos. Por si las moscas, claro.
No sólo esto es rigurosamente cierto, sino que ni siquiera es una gran novedad. Y hay una noticia peor: tampoco se contempla, al menos oficialmente, ningún contacto con ellos en lo que queda de estadía, tanto sea en la antesala del gran partido de mañana en el Allianz Arena, como posteriormente, cuando ya justificados por la desbandada del requerimiento de sus poderosos clubes, las megaestrellas argentinas abandonen esta ciudad a los piques, o en jets privados financiados por magnates europeos. Los periodistas argentinos no terminan de hartarse de protestar en voz baja, y cuando nadie escucha, sobre la falta de una política comunicacional por parte de una AFA a la que todo esto le es funcional, según creen erróneamente: cuanto menos contacto con los periodistas, menos problema. En otras palabras, al “enemigo”, ni justicia.
Las guardias de los periodistas en los hoteles de la selección argentina en cualquier lugar del mundo (siempre retirados, además, cosa de que al menos cueste llegar al lugar y haya que pasar todo el vallado posible, tanto geográfico como de seguridad), pueden ser interminables, sin por ello lograr jamás ver las caras de los protagonistas, que ni se asoman salvo para salir al entrenamiento, o para dialogar unos instantes con algún amigo o familiar, para lo cual se exigirá que no se les “moleste”. Por supuesto que el periodismo europeo no logra comprender, y en verdad cuesta mucho explicarle algunos mecanismos que observa con acierto, desde la falta de independencia de varios de los enviados especiales, a los abrazos y besos con sus amigotes, como con aquellos dirigentes que luego pondrán cara de circunstancia a la hora de algún pedido de favor para obtener una migaja de entrevista y para que el jugador no diga nada interesante ante una pregunta sin pretensiones y a sabiendas ambos de que están perdiendo el tiempo. Para eso, los jugadores terminan siendo inteligentes y prácticos: si no hay nada interesante que responder, y mucho no se puede decir porque prefieren no exponerse con su sinceridad, mejor quedarse en la habitación chateando con familiares o amigos, ver un rato de TV o charlar con los compañeros de al lado.Tampoco entienden los europeos por qué no existe un contrato firmado entre la AFA, los jugadores y el entrenador para que todos estén obligados (como sucede con todos los seleccionados y equipos serios) a tratar con la prensa al menos una hora por día, o al menos para que roten en las entrevistas. En cambio, cuando llegan al seleccionado, se consideran legítimamente de “vacaciones”mediáticas. Saben, con razón, que el periodismo argentino, en líneas generales, cacarea pero acepta sin chistar los mandamientos, a la espera de un cambio que nunca llega, como el perro que se muerde la cola. No hay cambios porque no hay protestas y no hay protestas porque no hay cambios.Y menos lograrán entender una conferencia de prensa que cambia de horario a poco de comenzar, debido a que también el entrenamiento previo en el estadio del Munich1860 se mueve para dos horas más tarde. Pacientes, losperiodistas europeos esperan por la llegada de Diego Maradona, pero se les aclara de antemano: sólo diez preguntas, y muchas para los argentinos. Sólo les queda la traducción al alemán por parte de un uruguayo residente desde hace dos décadas y amante del fútbol. ¿Piensa el lector por si acaso que como no se tuvo accesoa los jugadores, cualquier periodista argentino tendrá posibilidades de al menos preguntarle algo a Maradona? Desde ya que no. Todo queda reservado para los multimedios con la excusa de que trasmiten “en vivo” y que lanzan consultas tibias, y que en más de un caso parecen ya concertadas, o son demasiado contemplativas en los requerimientos del cuerpo técnico en una llamativa coincidencia. Sorprende por ejemplo que una de las diez “preguntas” sea sobre si no cree el entrenador que aquellos jugadores del equipo B, conformado con integrantes de la liga local, que no lleguen a ir al Mundial, merecerían jugar un partido despedida antes del viaje a Sudáfrica. O que ante tanpocas preguntas, algunos medios formulen hasta tres, sin que nadie ose retirar el micrófono.Y esos mismos medios agraciados por la AFA son los que luego montan sets televisivos en los pisos superiores, y como el resto no tiene acceso y debe conformarse con el lobby, los jugadores (sólo interesados en la TV) no deben siquiera bajar las escaleras. Y asunto resuelto.Todo vale en la selección argentina, preocupada en su entorno por la posible llegada a Alemania de Oscar Ruggeri y su pretensión de conseguir una reunión con Julio Grondona para jugarse la última carta para integrar el cuerpo técnico en el Mundial, a sabiendas de que el máximo dirigente lo detesta. Tanto, que ni Maradona esta vez abrió lapuerta de par en par y sólo dijo que no le negaría un diálogo. Pero puede haber escándalo, y un nuevo motivo para que los jugadores se recluyan y se pertrechen. Al fin de cuentas, como dice en una jugosa entrevista que publicaremos mañana el sociólogo especializado en deportes Fernando Segura Trejo, quien finaliza su tesis doctoral en París y se encuentra en Munich para el partido, todo queda en “familia”, en esta extraña familia del seleccionado argentino en el que todos llevan el cuchillo bajo el poncho, pero andan a los besos y abrazos. Por si las moscas, claro.
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