jueves, 11 de marzo de 2010

La seleccion argentina y la reproducción de las relaciones sociales y culturales III (Jornada)

- Estoy de acuerdo lo que decís, pero sí creo que las reglas son claras pero desde otro lado. Hay que saber leerlas. No están escritas y nadie te las va a decir de forma explícita y se aprenden a través de la experiencia. Los periodistas que siguen a la selección son periodistas que tienen muchos años en los medios argentinos, fogueándose e informándose y siguiendo a sus mentores, o protectores en algunos casos. Entonces son periodistas con muchísima experiencia y que hacen análisis superficiales hacia el público en ese juego de complicidades. Un periodista sin experiencia, o un periodista alemán, a esto no lo entienden. Hemos conversado con periodistas franceses, ingleses o alemanes, y no lo entienden.

- Más allá de los nombres circunstanciales, el hecho de que desde hace un cuarto de siglo por lo menos que en el departamento de Prensa de la selección argentina sólo se habla castellano, o el hecho de ir siempre a hoteles alejados, ¿no significa en el fondo una transmisión hacia fuera de que no nos queremos comunicar con los demás, que tenemos mucho para ocultar, para no mostrar?

- Es cierto lo que decís. Finalmente hay un mensaje implícito detrás de esto y viene a colación con lo primero que dije: la selección argentina tiene un alto prestigio en el mundo y se sabe altamente valorada. Entonces, se puede permitir eso. La selección argentina es una de las cuatro o cinco más prestigiosas del mundo y acceder al círculo íntimo tiene muchísimas llaves y muchísimos códigos que hay que saber desmenuzar. Pero existe una falta de comunicación que está clara. Si quieren venir a hablar con nosotros tienen que hablar nuestro idioma, tienen que saber nuestros códigos, tienen que jugar nuestro juego. Nosotros estamos acá y no nos interesa mucho abrirnos ni comunicarnos con los otros. Claro, no nos cerramos pero tampoco vamos a buscar el diálogo más allá de lo estipulado en los acuerdos comerciales. Creo que la selección argentina ganaría mucho con una actitud distinta. Y eso no es una crítica puntual, no es hacia una selección, es algo que he oído en las personas que se acercan a buscar fotos, autógrafos y que finalmente se van decepcionadas por no tener unos segundos con sus jugadores admirados.

- Otra cosa interesante que introducíamos antes, que se reproduce adentro lo que pasa en el interior de la sociedad argentina. ¿En qué rasgos podrías distinguirlo más? A mí como sociólogo se me ocurre uno y que es el que hablábamos de los códigos internos para acercarse a un jugador, mucho más desde la viveza criolla que desde un lugar formal, de competencia lógica entre periodistas o medios.

- La primera analogía que cae por su propio peso es la política y la burocracia. Extiendo la reflexión a Latinoamérica y la enfoco al caso argentino, pero si exploramos otros casos como el mexicano y otros países encontraremos seguramente analogías. Nosotros en Latinoamérica no tenemos servicios profesionales de carrera para los funcionarios públicos. Estos entonces van ascendiendo desde la comprensión de las reglas de juego, las labores, las lealtades, los amiguismos y claro, cuando llegan a la cúpula tienen muchísima experiencia, muchísimo manejo de las relaciones informales y formales. Ahí encuentro una clarísima analogía con el manejo de la selección argentina.

- Y el tema de los permanentes cambios de horarios, de reglas, reproduce mucho lo que sucede en el Congreso, o en otro ámbito en el que no se reproducen las reglas dictadas por los propios integrantes de esa institución. Como que es en vano construir algo que se destruirá al otro día, o al rato. Construimos para después destruir. No tenemos una constancia en cumplir lo que nosotros mismos decidimos.

- Ese es otro mecanismo y es otra faceta cultural, que es funcional a quienes detentan el poder y el control, tanto de la élite del fútbol como de la élite política o legislativa. Para aquellos que tienen el control, es funcional este sistema en el cual se puede hacer y deshacer y luego rehacer de acuerdo a lo que les conviene. Mientras permanezca ese mecanismo perverso para la sociedad, siguen ganando unos pocos.

- Volviendo al periodismo, también es llamativo que los periodistas operan todos en grupo. Nadie nunca tiene algo distinto que los demás. Casi siempre todo es compartido en familia y cubriéndose unos a otros por si falta algo pero la preocupación mayor que “que no me falte nada de lo que el otro tiene y que no se me escape para que mi jefe no diga nada”. Es decir, se perdió eso de tener la representación de un medio en concreto. Porque la información es uniforme.

- Sí, y existe una complicidad implícita, nunca manifestada, e incluso una solidaridad entre estos núcleos de periodistas que son los que cubren a la selección argentina. Algo así como que finalmente nos ponemos de acuerdo, respetamos ciertos códigos, que nos van a ayudar a todos. Yo creo que ahí la lectura es muy homogénea. Leemos cómo funciona, nos respetamos, y tenemos una convivencia pacífica, finalmente.

- Una pregunta que me viene a la mente para ir cerrando la charla, ¿cómo ves, como sociólogo, el hecho de que tanto Bilardo como Maradona y hasta Grondona y los jugadores buscan denodadamente enfrentarse al "periodismo" (así, en general) casi como objetivo para unirse ellos, para tener un enemigo.

- Creo que es algo que existe en el ambiente, no es meramente propio a alguna de las personas que mencionas u a otras que pudieran ser citadas. Hay un elemento negativo me parece y otro menos negativo. Negativo porque no se construyen un entorno crítico que ayude tanto a los periodistas a cumplir su trabajo como a la selección a tomar elementos críticos que puedan ser tomados a su favor para la reflexión, la retroalimentación e incluso para ser considerados en su forma de trabajo. El otro es que la cohesión no es mala en sí, el hecho de existir un conflicto puede generar cierta unión en un grupo frente a otro, el problema es que hay cierta confusión aquí, los periodistas en sí no son enemigos y menos son los jugadores enemigos en cuanto a su trabajo. Ha habido épocas donde los periodistas han atacado en exceso a la selección y otras donde los jugadores han maltratado a los periodistas, esas heridas quedan en la memoria colectiva pero creo que se ha pasado a otro extremo: el de una convivencia y cordialidad ficticia, que propicia el clientelismo y el amiguismo como forma de comunicación. En fin, el tema da no sólo para seguir debatiendo sino incluso para una investigación donde se consulte a ambas partes y ver qué piensan (o manifiestan) el uno del otro y viceversa. Seguramente saldrían datos y miradas apasionantes y podríamos avanzar hacia una comunicación más equilibrada con soluciones que ambos grupos aportaran.

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