martes, 30 de marzo de 2010

El seleccionado argentino y la noción de utilidad (Jornada)



¿Saca partido, el seleccionado argentino, del potencial que posee? ¿Utiliza su director técnico, Diego Maradona, el mejor sistema para potenciar sus fortalezas y disminuir sus debilidades?

No parece, y en todo caso, sí parece corresponderse con otras facetas del país, que tuvo siempre las posibilidades de ser una potencia y quedó en deseo, en ilusión, en proyecto.
El fútbol argentino siempre se auto consideró el mejor del mundo, o en el peor de los casos, uno de los mejores, y siempre formando parte de la élite, pero pocas veces pudo corroborarlo mientras desde fuera de sus fronteras, la mayoría coincidía en que esta idea no era para nada descabellada y hasta resultada difícil explicar los por qué de los sucesivos fracasos.
En su excelente película “La última estación”, Pino Solanas muestra cómo un dirigente del sindicato “La Fraternidad” relata que un argentino había inventado un sistema para uso de los trenes, que fue copiado en China y que hoy mismo sigue usándose y que fue bautizado con el nombre del investigador. Ese mismo sistema cayó en desuso en nuestro país, que lo ignoraba completamente.
¿Por qué en fútbol las cosas deberían ser de otro modo? Ya en 1993, el equipo colombiano destrozó al argentino en Buenos Aires con el famoso 5-0 jugando más a la “argentina” que los que portaban la camiseta celeste y blanca, y hoy mismo, seguimos en el debate de cuál es nuestro sistema de juego.
Resulta paradójico también lo que alguna vez, en Montevideo, contó el mítico arquero uruguayo del Maracanazo de 1950, Roque Gastón Máspoli, consultado sobre lo acontecido en aquel partido decisivo ante los locales de Brasil que determinó la segunda Copa del Mundo para los celestes. “Nosotros no ganamos tan sorpresivamente como se dijo –recordó Máspoli- porque a los brasileños les ganábamos seguido. A los que realmente temíamos eran a los argentinos. Antes de los partidos, en el vestuario, nos mirábamos con Schubert Gambetta, y nos decíamos ‘hoy nos hacen siete’ por los jugadores que tenían”. Aún con esta clara demostración de poderío de los argentinos, cabe señalar que por distintas razones, el equipo nacional sólo había jugado, hasta 1958, dos Mundiales y apenas uno de ellos (1930) con su mejor plantel. Las razones tienen todo tipo de explicaciones y justificativos, pero lo cierto es que el aislamiento del Primer Mundo futbolístico fue casi total, pese al notable dominio sudamericano.
De todos modos, el regreso al Mundial de Suecia en 1958, trajo una paradoja que continuaría hasta nuestros días: para ese torneo y para el siguiente, el de Chile de 1962, aún contando con la chance de integrar un equipo con jugadores como Humberto Maschio, Antonio Angelillo y Enrique Sívori, o Alfredo Di Stéfano, en aquellos tiempos no se acostumbraba a convocar a las estrellas del exterior y se desaprovechó un gran momento para imponer un estilo. Allí comenzó el deterioro de un estilo que hizo que (como decía Máspoli) el fútbol argentino fuera temido en el mundo, y pasara a ganar el despropósito, con tácticas europeístas y poco adecuadas al gusto argentino, hasta que César Luis Menotti recuperó, especialmente en el ciclo 1974-1978 el estilo inicial, apelando a las fuentes y agregándoles la dinámica europea, aunque los celos y el individualismo –otros dos elementos bien argentinos- terminaron minando un muy buen trabajo desde lo técnico. Lo que puede decirse es que desde que comienza la continuidad de trabajo en los seleccionados argentinos, siempre (con raras excepciones) los entrenadores han dejado inquietudes en los aficionados, y una serie de preguntas difíciles de responder, como las ausencias de Ramón Díaz o Alberto Márcico en 1990, de Juan Román Riquelme y la base del Boca campeón intercontinental en 1998 y 2002 o que Lionel Messi no haya entrado en el decisivo partido ante Alemania en 2006.
¿Cambiaron las cosas en esta oportunidad? No parece. Más bien, lo contrario. Si no parece haber claridad con los dos laterales, y en cambio con la creciente performance de Gabriel Milito en el Barcelona se agrega un tercer central en un excelente nivel (junto a Samuel y a Demichelis) y hasta podría agregarse a Nicolás Burdisso y a Nicolás Otamendi, en tanto que en el ataque se cuenta con no menos de cuatro jugadores con más de veinte goles en sus ligas europeas en esta temporada (Diego Milito, Gonzalo Higuaín, Carlos Tévez, Lionel Messi), ¿No sería lógico aplicar un sistema táctico de 3-3-1-3 como con Marcelo Bielsa entre 1998 y 2004? Esto permitiría apelar a jugar en la defensa con tres marcadores centrales, en el medio con tres volantes de contención, o con dos y Verón que ayude a Messi- como enganche-, algo más retrasado y en libertad para sumarse a los temibles tres delanteros.
Tal vez haya tácticas mejores aunque nos limitemos a una determinada, pero la sensación es que una vez más, como viene sucediendo en el fútbol y en la vida, la Argentina sigue sin poder maximizar la utilización de sus recursos. Un cuento repetido del que no se aprende nunca la lección. ¿Será distinto esta vez?

No hay comentarios: