Al contrario que el Hiroshima Sanfrecce, su rival
del miércoles en la semifinal, o el propio Barcelona, al que aspira a enfrentar
en una gran final el próximo domingo, River Plate no juega un partido oficial
desde hace tres semanas, cuando fue eliminado por su compatriota Huracán por la
semifinal de la Copa Sudamericana, un equivalente a la Europa League.
River consiguió lo que ningún equipo sudamericano
había conseguido: ganar consecutivamente las Copas Sudamericana 2014 y la
Libertadores 2015, además de imponerse en la Recopa Sudamericana 2015 (la
juegan los dos ganadores de los torneos continentales del año, lo que en Europa
sería la Supercopa) y también en la Suruga Bank.
Y todo esto ocurrió apenas
tres años después de haber ascendido desde la Segunda División, en la que
permaneció un año por única vez en su historia.
Sin embargo, este River dirigido por el muy
inteligente entrenador Marcelo Gallardo (ex jugador del club y destacado en el
Mónaco de la liga francesa en los años noventa), se parece muy poco al que se
impusiera en aquellos torneos, y mucho menos aún al que ganara aquella primera
Copa Sudamericana en 2014.
A River le ocurre lo mismo que a la mayoría de los
equipos sudamericanos que llegan a fin de año a disputar el Mundial de Clubes:
ni bien obtienen algún título, comienzan a desprenderse de sus mejores valores,
requeridos en muchos países con mayor poder económico, para solventar sus
crecientes deudas.
River no fue la excepción y de aquel equipo que
había impresionado por su intensidad, su rigor en la marca y su contundencia,
ya no quedan algunos jugadores claves y también queda la duda sobre si algunos
que sí continúan, se encuentran a un nivel parecido al de aquella oportunidad.
Aquel River que llegó hasta mediados de 2015 contaba
con un sólido Ramiro Funes Mori (ahora en el Everton) como zaguero central, al
lado de Jonathan Maidana (ex Boca y fútbol ucraniano), con un volante de ida y
vuelta como rueda de auxilio como Ariel Rojas (actualmente en el Cruz Azul
mexicano), y un delantero dúctil y talentoso como el colombiano Teófilo
Gutiérrez (hoy en el Sporting Lisboa). Tampoco cuenta ya con el veterano gran
goleador Fernando Cavenaghi, quien una vez ganada la Copa Libertadores emigró
al Apoel Nicosia.
Pero si River transfirió jugadores, también tuvo
dificultades con otros que permanecen desde aquel tiempo. El lateral izquierdo
Lionel Vangioni arrastró una larga lesión, y la dirigencia tuvo que batallar
mucho para que no se fueran otras estrellas como el volante uruguayo Carlos
Sánchez (que se irá una vez termine el torneo de Japón) o el también uruguayo
delantero Rodrigo Mora, al que casi bajaron del avión cuando ya se iba rumbo al
fútbol árabe. Tampoco mantuvieron su nivel técnico los creativos Leonardo
Pisculichi ni Gonzalo “Pity” Martínez.
Los grandes premios en montos de dinero, las mayores
recaudaciones y algunas transferencias, permitieron al club fichar algunos
reemplazantes, dos de ellos volvieron al club luego de más de una década de
haberse ido, como Javier Saviola y Luis González, al goleador Lucas Alario,
fundamental en la etapa final de la Copa Libertadores, al lateral izquierdo
Milton Casco, al volante Tabaré Viudez, que no tuvo continuidad, y al lateral
Nicolás Bertolo, que se lesionó al poco tiempo de llegar.
Aún así, muchos confían en que el entrenador
Gallardo tiene una gran capacidad de motivación y mentalización del plantel a
la hora de regresar a jugar por cosas importantes, luego de un cuatrimestre en
el que hubo una clara baja en el rendimiento y rápidamente el equipo quedó
fuera de la lucha por el título argentino y tampoco fue el mismo de antes en la
última Copa Sudamericana.
¿Puede este River tener aspiraciones para ganar el
Mundial de Clubes? Por lo pronto, para poder aspirar a eso debe jugar, como
mínimo, como en los momentos finales de los torneos continentales, con una
sólida estructura del medio hacia atrás, con una enorme intensidad y con una
gran contundencia.
River tiene un gran arquero en Marcelo Barovero, que
parece tener un físico algo endeble pero que acaba llegando a la mayoría de los
remates complicados y transmite mucha seguridad.
Su fuerte atrás pasa por Maidana, de mucho aplomo y
llegada justa a los cruces, acompañado por el colombiano Eder Alvarez Balanta,
que tiene grandes dotes técnicas pero que no venía atravesando su mejor
momento. Maidana tiene más presencia y Balanta, mayor velocidad y técnica.
River suele lanzar sus dos marcadores laterales
(Gabriel Mercado por la derecha, y Vangioni o Casco por la izquierda) al
ataque, y suelen ayudar a la línea de volantes.
Gallardo ha utilizado distintos esquemas tácticos,
aunque el que más, un 4-3-1-2 en ataque que luego se transforma en 4-4-2 en
defensa. Su línea de volantes mantiene por la derecha a Sánchez, hoy una de sus
figuras más importantes, doble mediocentro con Leonardo Ponzio (de gran pegada)
y Matías Kranevitter (considerado “el nuevo jefecito”, al estilo de Javier
Mascherano, y ya transferido al Atlético Madrid), y en cambio, el puesto más cambiante
es el de creativo, en el que han llegado a jugar Pisculichi (de gran remate de
media distancia y buen ejecutante de libres directos) o Martínez (mejor
regateador e improvisador con balón en movimiento) y hasta con Luis González o
Viudez.
El ataque es más claro y si los dos están bien, los
titulares suelen ser Mora y Lucas Alario, muy potente y con mucha capacidad de
gol, aunque se pueden agregar Bertolo o Saviola, dependiendo del caso.
De todos modos, no parece que este River pueda
desequilibrar por un jugador o dos. Lo de este equipo es mucho más colectivo
que individual y ha dado muestras de llegar lejos aún en situaciones en las que
la mayoría no habría apostado casi nada por su suerte.
Como dice Gallardo, posiblemente de diez partido
ante el Barcelona pueda ganar uno, ¿pero quién dice que ese partido no vaya a
ser el de la final del Mundial?
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