El paso firme del Barcelona en los tres frentes
(menos importante y aún en sus primeras etapas la Copa del Rey), además ganador
de cinco de los seis títulos en juego durante la temporada 2014/15 y ya en camino
al Mundial de Clubes de Japón, parece dar un indicio de lo complicado que
resulta, en este momento, ya no sólo vencerlo sino hasta arrancarle un empate.
Acaso el mayor símbolo de esto pueda estar en la
fotografía de Mestalla, donde los jugadores de un Valencia diezmado por
lesiones y a la espera de la asunción de su nuevo entrenador, el inglés Gary
Neville, pudieron empatar 1-1 sobre el final en un partido en el que lo pasaron
muy mal y que hasta pudieron caer por una goleada importante, se abrazaron como
si hubieran ganado un campeonato.
En otro tiempo, un empate ante cualquier equipo en
Mestalla hubiera sido considerado más cerca de una derrota que de un triunfo,
pero los tiempos (en especial ante el Barcelona y algo menos ante el Real
Madrid) cambiaron demasiado y todo el fútbol español es muy desigual.
Demasiado.
Pero al margen de esta desigualdad, este Barcelona,
como en tiempos de Pep Guardiola o de Tito Vilanova, es poco menos que
inaguantable y con el festejado empate del Valencia y la cercanía del Mundial
de Clubes, un equipo argentino como River Plate, poderoso por haber ganado la
última Copa Libertadores, es decir, tal vez el equipo con más chances de
disputar la final del torneo de Japón, cabe preguntarse si hay alguna fórmula
para vencer a este Barça.
Como se puede apreciar, el punto fuerte del equipo
pasa hoy por el Tridente (Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar), capaz de meter
una enorme cantidad de goles por partido ante una defensa que apenas se muestre
algo dubitativa.
Este Tridente sudamericano tiene, además, una
ventaja muy importante sobre otros grandes ataques europeos, como bien podría
ser la BBC del Real Madrid (Bale, Benzema, cristiano Ronaldo), y es que los
tres componentes pueden combinar entre sí y hasta asistirse en forma permanente,
y festejar como si a todos les alegrara mucho el gol del compañero.
En muy contadas ocasiones, este Tridente tiene una
mala tarde, como en Mestalla, pero eso no se repite muy seguido porque, además,
al Barcelona le ha ocurrido otro hecho muy trascendente: el regreso de Andrés
Iniesta a su mejor nivel, algo que no sucedía desde hace más de un año.
Consolidado Iniesta en este lugar de privilegio, con
la gran compañía de Sergio Busquets, Iván Rakitic o Sergi Roberto (cuando le
toca actuar), y bien apuntalado por la firme defensa de los últimos tiempos,
cuesta muchísimo llegar a la portería del chileno Bravo o del alemán Ter
Steggen, dependiendo de cada partido.
Es decir que el empate del Valencia, más allá de los
méritos de haber aprovechado una o dos ocasiones de gol que el equipo ha
conseguido en un día que no fue el mejor del Barcelona en esta temporada, no
indica que se haya encontrado, en este resultado, una fórmula para
contrarrestar al Barcelona. Sí lo consiguió el Celta de Vigo, que le ganó bien,
aunque ya corresponde a un momento distinto al actual.
La fórmula (si es que hay alguna) parece posible
siempre que se le quite el balón en buena parte del partido, no meterse atrás
para defender porque està probado que el equipo de Luis Enrique ha sido capaz
de vulnerar estas estrategias quebrando las dos líneas de cuatro jugadores que
le han interpuesto, y siendo muy efectivos a la hora de atacar, además de
hacerlo aprovechando, en lo posible, las bandas cuando los dos laterales,
Daniel Alves y Jordi Alba, pasan al ataque, como suelen hacerlo de manera
continua.
En el caso de River, está claro también, por las muy
pocas entrevistas que concedió, que el muy inteligente entrenador de River,
Marcelo Gallardo, considera que los equipos europeos suelen ser demasiado
contemplativos con las estrellas del Barcelona y que la marca de ellos no suele
ser lo fuerte o asfixiante como la que caracteriza a los argentinos, y es por
eso que los azulgranas han sufrido más de la cuenta, hasta el límite de perder
la final, ante Estudiantes de la Plata en 2009 y en cambio la final del 2011
ante el Santos (cuando Neymar aún vestía de blanco en el equipo sudamericano)
fue demasiado accesible, dado que los equipos brasileños son menos afectos a la
marca y a la aplicación de un sistema férreo.
Si de algo es especialista River es en jugar
partidos decisivos con gran carácter, como ya le ocurrió en los cuatro partidos
ante su clásico rival argentino, Boca Juniors, en la Copa Sudamericana 2014
(semifinales) y en la Copa Libertadores 2015 (octavos de final) cuando se
impuso siempre por una mínima diferencia, pero supo controlar a su adversario
cuando tuvo que salir de casa, y algo de esto podría ocurrir en una eventual
final del Mundial de Clubes.
En cambio, en el fútbol europeo parece que la vía
para vencer al Barcelona es otra: saber tener el balón, no regalarlo, ser
eficaz en los contraataques y tener un gran orden en la marca, además de saber
jugar a espaldas de los que saben.
Lo que está claro es que el Valencia no está para
vanagloriarse con el empate de Mestalle del fin de semana pasado. Jugando así
como han jugado los “chés”, es más probable que se pierda mucho más de lo que
se empate o gane, y se dependerá exclusivamente de la fortuna. Y eso, no parece
lo más aconsejable.
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