“Uf, flaco, llegaste justo para salvarme”. La frase
con sorna que Eduardo Deluca le planteaba a este escriba, aunque sin una sola
mueca de enojo o de comicidad con que se la dirigió, se produjo en un momento
desopilante.
El dirigente argentino de
la Conmebol, ahora con detención domiciliaria hasta que se analice su pedido de
captura de la Interpol por su involucramiento en la causa del FIFA-Gate como “conspirador”,
llegaba al Kongresshaus en una limusina para estar presente en el nuevo intento
de reelección presidencial de Joseph Blatter, pero en encontraba con una
sorpresa.
En la mismísima puerta del enorme edificio, al que
se llegaba con un tranvía desde la estación central de la hermosa ciudad, lo
esperaba una manifestación de una agrupación del Partido Verde suizo, con
carteles a favor de la ecología y protestando para que, por fin, la FIFA pagara
impuestos por sus transacciones financieras, de las que estaba exenta con total
impunidad.
Es allí cuando, inoportunamente, paró la limusina de
la que bajó el entonces obeso ex dirigente de Defensores de Belgrano y mano
derecha de Julio Grondona, hasta que una grabación que le tomaron y en la que
deschavó manejos turbios de “Don Julio”, le hizo perder toda la confianza
apenas meses después, un a vez que pasara la Copa América de Argentina, y se
sumiera en el ostracismo.
Al descender de la limusina, y sabido dirigente de
la FIFA por los manifestantes, que se le acercaron, Deluca no sabía qué hacer y
dio con nuestra humanidad por pura casualidad, por esas cosas raras del
periodismo de estar allí en el momento justo, por puro azar, o por aquella
inquietud que determina no estar donde se espera que uno deba estar (en este
caso, ya sentado en el pupitre de prensa dentro del salón).
Así es que recurrió a nosotros, únicos conocidos
entre tantas miradas entre amenazantes y desconfiadas, en el estrecho camino
hacia la zona VIP para dirigentes, que pareció eterno para el dirigente
argentino.
Aparecimos, entonces, en una foto que recorrió el
mundo, en medio de una manifestación, y Deluca tratando de pasar desapercibido,
guarecido en nuestro cuerpo como si eso le evitara el escarnio.
Este escriba sólo atinó a decirle a Deluca, en medio
del desconcierto, una pequeña frase. Algo así como “está complicada la cosa”, a
lo que el dirigente admitió con un gesto, bajando el mentón como asintiendo, y
siguió de largo, acompañado de guardaespaldas para perderse unos metros más
adelante.
No era la primera vez que encontrábamos a Deluca en
situaciones complicadas. Nos había ocurrido ya años antes, precisamente veinte
años antes, en el Hotel Crown plaza de Santiago de Chile, cuando el dirigente
argentino bajaba en un ascensor con un colega de la CBF, conversando ambos
sobre el duro momento que acababan de vivir.
Claudio Caniggia había sido expulsado en el
cuadrangular final de la Copa América 1991 y de esta forma, quedaba fuera de
los partidos finales justo cuando la selección de Alfio Basile disputaba el
tramo final para ganar, por fin, un torneo que se le negaba desde 1959.
Fue allí, entonces, que Deluca, que con una simple
mirada nos reconocía y se sentía en condiciones de entrar en confesiones, nos
soltó que si bien no correspondía, había “salvado” al “Pájaro” argentino con un
solo partido de suspensión, como para regresar en el último ante Colombia, pese
a las reiteradas y airadas protestas de los dirigentes “del Pacífico”.
“Lo siento si no les gusta, pero lo conseguimos”,
nos contó el dirigente, con aires de suficiencia.
Es que Deluca fue el poder en la sombra de Julio
Grondona. Uno de los cerebros de la dirigencia sudamericana y específicamente, “del
Atlántico”, de los que ponían la pared a cualquier intento igualador de los
dirigentes sudamericanos de la otra costa.
Sin dudas, otros tiempos, pero Deluca había
conseguido lo que ni Grondona: estar en las grandes decisiones, viajar por el
mundo, formar parte de los grandes negocios, y ni siquiera ser reconocido en
las calles de Buenos Aires. Y todo, siendo uno de los máximos dirigentes
sudamericanos, que junto con su par brasileño, manejaban los hilos de la
Conmebol y hasta al presidente paraguayo (ahora también con prisión
domiciliaria) Nicolás Leoz.
Desde que perdió poder en 2011, y con serios
problemas de salud, Deluca conoció el creciente ostracismo, hasta reaparecer
ahora en los medios debido a la falta de escrúpulos de sus ex amigos del gran
Poder del fútbol, que tuvieron que cantar para salvar sus pellejos.
Sin contacto con los Grondona y sin un padrino que
pueda salvarlo, Deluca se debate entre ser extraditado a Estados Unidos o
conseguir, por su edad y alguna estrategia de las tantas a las que estuvo
siempre acostumbrado, la prisión domiciliaria y hasta, quién sabe, ser
exonerado.
No parece fácil. Todo cambió en el fútbol mundial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario