Por fin, llegó el Día D para la AFA. El fútbol
argentino tendrá hoy un nuevo presidente, el primero surgido del voto de la
Asamblea de 75 miembros desde que falleciera Julio Grondona a fines de julio de
2014.
Para algunos, el actual presidente, Luis Segura, que
se presenta a la reelección tras haber gobernado en la transición
post-grondoniana, representa el continuismo de una política controvertida y una forma de conducción ligada al
clientelismo, y para otros, el showman televisivo Marcelo Tinelli, lleva en su
propuesta una idea de cambio y de giro a la modernidad en el siglo XXI.
Sin embargo, las cosas no son tan tajantes ni de un
lado ni del otro. De hecho, las propuestas en casi todos los temas son
parecidas y por esta razón se especuló con una posible lista de unidad, que por
apetencias personales y contactos con la política nacional, no fue posible.
Segura, actual presidente de Argentinos Juniors,
viene sosteniendo que él no sigue la línea de Grondona, que eso ya no es
posible, que no hay más dirigentes aglutinadores de poder como lo fue el
fallecido hombre fuerte del fútbol entre 1970 y 2014 y que hay que pensar en un
modelo colegiado y que ingrese mucho más dinero a las arcas de la AFA.
Tinelli, vicepresidente de San Lorenzo y quien tuvo
que sortear una etapa previa para que se lo habilitara como candidato por no
tener los cuatro años de antigüedad en el cargo que se requiere por estatuto,
plantea distintas formas de marketing, adecuar los horarios de los partidos al
de los países centrales en los que podría venderse mejor el paquete, comenzar a
usufructuar el hecho de contar en la selección con parte de los mejores
jugadores del mundo, y hacer más previsible el torneo local, entre otras tantas
cosas.
Lo cierto es que las elecciones de presidente de
AFA, atrasadas para que el fútbol conociera primero los resultados de los
comicios presidenciales nacionales, se inscriben en un contexto en el que el
fútbol argentino nunca estuvo tan ligado a la política nacional y al Estado,
desde el punto de vista más elemental de que se trata de su primer aportante,
con el programa “Fútbol Para Todos” desde 2009, y porque los contactos con los
políticos hoy generan poder en sí mismos.
La elección se plantea reñida aunque el hecho de que
se vote en un cuarto oscuro, y no a mano alzada ante la vista del mandamás,
como ocurriera tantas veces en el pasado, también genera que pueda esperarse
todo tipo de traiciones y vaivenes.
Si con Tinelli el eje está dado por la alianza
“CNBA” (Colegio Nacional de Buenos Aires, de donde egresaron tanto el
presidente de River Plate, Rodolfo D’Onofrio como el de San Lorenzo, Matías
Lammens) y su candidatura tuvo como punto de reunión al Monumental, con Segura,
su sostén está en los titulares de Racing, Víctor Blanco, y de Independiente,
el sindicalista Hugo Moyano y hasta dice ser parte del grupo, el de Boca
Juniors, Daniel Angelici.
Sin embargo, las cosas no son tan sencillas y si
desde el mismo 23 de noviembre, al día siguiente de ser votado presidente argentino,
Macri envió a María Eugenia Vidal, gobernadora electa de la provincia de Buenos
Aires, y a Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno electo de la Ciudad de
Buenos Aires, a reunirse con Tinelli y no lo hizo con Segura, parece impensable
que Angelici, su delfín en Boca, pueda, a la hora de la verdad, votar en su
contra.
El voto del fútbol tiene su costado populista,
aprovechando la llegada masiva que como pocos tiene este fenómeno, y entonces
una cosa es lo que se diga o repita hasta el cansancio, y otra, lo que se hace.
Y si esto vale para Angelici, quien ya
tuvo reuniones con fiscales y jueces con miras a la asunción de Macri del 10 de
diciembre , también vale para Moyano, uno de los más importantes caciques
sindicales, que coqueteó con la candidatura de Macri antes del 22 de noviembre
y que dice simpatizar por Segura.
Es cierto que Moyano y Angelici se acercaron a
Segura unidos mucho más por el espanto que por amor (en el primer caso, al
enojarse de algunos movimientos ligados a la empresa La Corte y a Ideas del
Sur, entre Tinelli y el empresario Cristóbal López el primero, y por la
actuación de la dirigencia de San Lorenzo cuando Boca debió enfrentarlo en un
partido que parecía decisivo y aunque no iban a participar los jugadores de la
selección nacional, el volante Néstor Ortigoza acabó viajando y llegando para
el clásico.
Desde ese momento, Angelici sostuvo siempre que
representaba el sentir de los hinchas de Boca acerca de que no debía votar por
Tinelli, algo que queda en signo de pregunta.
El otro caso es el del presidente de Belgrano de
Córdoba, Armando Pérez, a quien Segura le otorgó la jefatura del “AFA-Plus”
pero con el triunfo de Macri en las elecciones presidenciales, esta dependencia
tendrá relación con el poder político y ya no queda tan claro que el dirigente
“pirata” siga con su misma tesitura original.
El sistema de votación de la AFA mantiene el mismo
que implementó el grondonismo y que luego lo exportara a la FIFA. Si en el nivel nacional, la fórmula fue “un
club, un voto”, de dudosa representatividad, lo mismo ocurrió en el nivel
internacional con aquello de “un país, un voto”, que derivó en que continentes
sin tanta historia ni peso como Asia o Africa puedan determinar el futuro del
fútbol sin Europa.
Uno de los grandes desafíos de la nueva AFA pasa por
encontrar una forma de que represente a todo el país futbolero, no sólo con una
mayor participación de clubes de todas las provincias, sino con un formato que
no atente contra ello, acaso con otra percepción de lo regional.
Pero no se agota en este punto. Los dirigentes
aparecen reclamando una mayor participación estatal desde la prevención y la
punición en cuanto al accionar de las barras bravas que los preexisten, para lo
cual deberán abandonar toda complicidad con ellas (algo que parece utópico dada
la estrechez de relación que se conoce tanto desde ellos como desde los
dirigentes políticos nacionales), y ya no debería ser posible que los
familiares de víctimas de la violencia no puedan pisar el edificio de Viamonte
1366 y que en cambio sí lo hagan los violentos.
La AFA arrastra una lista de 308 fallecidos por
hechos de violencia organizada, de los cuales 206 corresponden a los tiempos de
Julio Grondona en adelante (desde 1979), una cifra espeluznante que requiere de
estudios exhaustivos con profesionales serios, y un estricto control.
También deberá replantearse cuestiones atinentes a
su imagen como institución, ya sea desde la enorme desprolijidad de los torneos,
con árbitros en la picota, tachados por unos y otros, con reclamos y presiones
permanentes de la dirigencia y con definiciones reglamentariamente cambiantes y
confusas.
Tampoco queda atrás la selección argentina, sin
proyecto claro entre los juveniles y sin asumirse desde la comunicación
institucional, que se trata de uno de los equipos más importantes del mundo,
pese a lo cual, se mantiene distante de público y periodistas. Uno de los
desafíos, entonces, es dejar atrás la antipatía.
Con tantísimos desafíos, los 75 asambleistas tendrán
hoy en sus manos la chance de votar por Segura o por Tinelli.
Segura se quedó con la presidencia de la AFA cuando
murió Grondona, mientras que Tinelli llegó al fútbol de la mano de Don Julio,
que vio en él acaso rasgos de su propia personalidad, aunque adaptados a los
nuevos tiempos.
¿Puede entonces hablarse de un cambio rotundo, gane
quien gane?
Lo único claro es que ya los tiempos no son aquellos
de Grondona y que quien reine en la AFA tendrá como máximo ocho años para
permanecer en el cargo.
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