Pocas veces el fútbol mundial vivió un escándalo
parecido. La reelección del suizo Joseph Blatter, que ingresa en su quinto
mandato, se manchó completamente cuando a horas de la crucial votación, muchos
de los principales dirigentes de la FIFA fueron detenidos, algunos con pedidos
de extradición, por supuesta corrupción.
El fútbol mundial se conmovió ante la noticia, que
pone en tela de juicio todo lo actuado no sólo por la FIFA y distintas confederaciones
continentales y federaciones nacionales durante los últimos veinticinco años
(período que toma como investigación la fiscal general de los Estados Unidos,
Loretta Lynch), sino también por enorme cantidad de empresas ligadas a la
actividad, entre ellas, como muy estrechamente vinculadas, las correspondientes
a compra y venta de derechos de televisión.
Pese al carácter secreto del voto (algo que de todos
modos, se puede siempre rastrear e investigar), fue claro que Blatter fue
reelecto con los de las confederaciones asiática y africana, con la oceánica en
buena medida, con casi toda la europea en contra (salvo casos concretos como
los de Rusia, España e Italia) y con la incógnita de las dos americanas (sur, y
norte-centro).
La cuestión es que a futuro cercano, todo indica que
Blatter, como nunca, deberá tener una enorme cintura política o, como él suele
decir en los discursos (también tras haber ganado la votación al no presentarse
el príncipe jordano Alí bin Hussein, su opositor), ser un buen marinero para
conducir el barco del fútbol hasta la orilla en medio de una nueva y
complicadísima tempestad.
El primer interrogante que se abre es si las dos
causas judiciales que marchan paralelas, la suiza (concretamente, sobre una
posible compra de votos para otorgar las sedes de los dos próximos mundiales,
2018 y 2022, a Rusia y Qatar, respectivamente), y la estadounidense (corrupción
en la compra y venta de derechos de TV, con especial énfasis en las próximas
cuatro Copas América, incluida la que está por comenzar en unos días, de
Chile), no generarán nuevos arrestos, y entre ellos, el del propio Blatter, con
lo cual generaría un nuevo impacto y un descabezamiento que obligaría a una
nueva elección y muy posiblemente, allí sí, a un cambio total.
El segundo interrogante pasa por un plano
estrictamente de poder, con Blatter presidiendo la FIFA, porque no parece
posible, por más votos que haya obtenido en la elección, que pueda gobernar sin
el apoyo de Europa y de Sudamérica, los dos continentes históricos del fútbol
mundial, los que la fundaron hace ya 111 años y los que se disputaron hasta
ahora todos los títulos mundiales de selecciones y clubes.
La UEFA, nunca de manera tan tajante, se opone
fervientemente a que Blatter continúe en el cargo. Hace tiempo que viene
enfrentándose al suizo, pero casi siempre quedaba circunscripta a lo que
dijeran los ingleses, holandeses y algún otro aliado.
Pero esta vez fue distinto. El propio ex delfín de
Blatter, el francés y ex jugador Michel Platini, titular de la UEFA, casi que
le exigió su renuncia antes de la votación, una vez conocidas las noticias
sobre corrupción, y tras conocerse el resultado, el dirigente inglés David
Gills renunció a la vicepresidencia, mientras que mandatarios como los primeros
ministros de Gran Bretaña, David Cameron, y de Alemania, Angela Merkel,
salieron con dureza a decir que el mandamás de la FIFA debía irse.
La UEFA parece dispuesta a todo, esta vez, y no
parece que siquiera acepte que sus selecciones participen de la clasificación
para el próximo Mundial bajo esta situación, lo que podría generar un cisma
casi terminal por tratarse de la confederación que posee los clubes más
poderosos del mundo, y que cuentan con los mejores cracks de los cinco
continentes en sus ligas y competencias continentales.
Además, si la UEFA decidiera retirar el apoyo
político a Blatter, esto tendría fuertes implicancias, porque se rompería el
compromiso de que los clubes poderosos cedan sus jugadores para torneos y
amistosos de las selecciones nacionales y el poder económico primaría
definitivamente sobre lo simbólico.
En la UEFA sólo hay un puñado de federaciones que
siguen cercanas a Blatter. Las aliadas tradicionales como la española o la
italiana, sumadas a la rusa, por el hecho de haberse favorecido con el Mundial 2018,
al punto de que el premier Vladimir Putin y su dirigente Vilaty Mutko, hicieron
un fuertísimo lobby para tratar de convencer a otras federaciones amigas de
Europa del ese, aunque son minoría en comparación con todas las federaciones
occidentales que detestan a Blatter. Platini, el presidente de la UEFA, es
clave porque no ha tenido una posición fija y ha sido oscilante.
En el caso de la Conmebol, las aguas están aún más
turbias porque en este caso, ni se sabe en concreto cómo votaron algunas
federaciones aunque sólo se trata de diez sufragios.
Se sabe que a último momento, Brasil (que acabó
siendo la más favorecida), Ecuador y Venezuela siguieron siendo aliados de
Blatter, Colombia fue uno de los tres votos nulos de los 209, y se supone que
el resto se inclinó por el candidato opositor, pero esto, en algunos casos,
genera muchísimas dudas.
Sí es claro que los representantes de Uruguay, Chile
y Perú votaron por Hussein. El primero, por los resabios del caso Luis Suárez y
su descalificación en el pasado Mundial, con una sanción exagerada que hizo
tomar partido en su defensa hasta por el ex presidente del país, José Mujica.
En el caso de Chile, el dirigente tenía una advertencia de su mandataria
nacional, Michellle Bachelet, para no votar por quien tiene causas sonadas de
corrupción, como Blatter.
Pero el caso argentino es el más oscuro. Si bien sus
dirigentes dijeron en Zurich que votaron por Hussein (aunque salieron de su
país con la idea de votar a Blatter), suena extraño que efectivamente lo hayan
hecho, cuando su compatriota recientemente fallecido, Julio Grondona, no sólo
era el número 2 de la FIFA sino que manejó la Comisión de Finanzas y fue uno de
los que sostuvieron a Blatter con más énfasis.
El hecho de que se haya mantenido la media plaza a
punto de ser perdida por la Conmebol para el Mundial 2018 (siempre tuvo 4 y
media), es una muestra más de cierto acuerdo previo con Blatter, pero queda
mucho por investigar.
Si fuera como dicen los dirigentes, entonces apenas
tres países de los diez habrán apoyado al suizo, y con el escaso apoyo europeo,
la posibilidad de mantenerse en el poder real, es casi nula.
Por estos días, la FIFA es todo incertidumbre,
aunque con una certeza: todo está podrido, y por este camino, no se puede
seguir.