Una vez más, Josep Guardiola se fue del Camp Nou con
la misma certeza: la genialidad de Lionel Messi, a quien finalmente evitó
saludar luego de varios años de distancia, y así como antes lo gozó ahora le
tocó sufrirlo.
Difícilmente, sin Messi el Barcelona hubiese ganado
el partido de ayer en el Camp Nou. Fue el genio argentino el que acabó
desequilibrando un partido intensísimo, en el que si bien los locales dominaron, se encontraron con una
resistencia que era de prever y con un tremendo arquero como lo es Manuel
Neuer, dispuesto a sacar los enfrentamientos individuales usando las manos, los
pies o lo que haga falta, incluso siendo líbero por momentos.
El Barcelona apareció errático en los últimos
metros, más nerviosos que de costumbre Neymar y especialmente un apresurado
Luis Suárez, y de a poco, el formidable jugador que es Xabi Alonso, fue tomando
el control del partido y alejando a los azulgrana de la zona de peligro.
El problema de un Bayer muy disminuido que llegó al
Camp Nou, y así lo advirtió Guardiola en la conferencia de prensa previa (su
acierto fue total en su debilidad y en que Messi es imparable), es que casi no
tuvo pegada. Careció de ataque aún cuando contaba con un Robert Lewandowski
también algo tocado (jugó con una máscara en su cara) y Tomas Múller, aunque
dejó a Mario Götze en el banco y no contó ni con Arje Robben ni Frank Ribéry,
nada menos.
De cualquier modo, no cambia el concepto en la
ofensiva. Este Bayern tiene, en los últimos meses, un problema importante en
esta zona cuando no cuenta con sus extremos, fundamentales en el andamiaje,
pero no parece tener un Plan B y esto hace que salvo alguna contra, todo quede
en enmarañar los partidos, reneter en cuanto se pueda el balón y ayer, tratar de
llevarse un resultado decoroso para la revancha en Munich, algo que casi
consigue.
Es cierto también que a este Bayern le faltan otros
jugadores claves como Javi Martínez o que Guardiola tuvo que poner en la cancha
a un Thiago Alcántara que está todavía lejos del que fue y no tuvo el peso
suficiente ante rivales (y ex compañeros) como Iván Rakitic, Sergio Busquets o
Adrés Iniesta. Fueron entonces Bastian Schweisteiger y Phillipp Lahm los que
tuvieron que realizar el trabajo sucio junto a Alonso, obligando a Müller a
bajar para ayudar en la tarea.
Claro que con esta calidad de jugadores de los dos
lados, poco importaba que el primer tiempo acabara sin goles. El espectáculo
estuvo en tanta plasticidad en los movimientos, en las combinaciones
colectivas, en el posicionamiento táctico, en la idea de juego.
Pero nada de este partido se explica sin Messi. El
argentino, una vez más, aparece cada tanto. No tiene la continuidad de otros
tiempos, acaso tampoco ese sprint fulminante, pero tanto en el remate del
primer gol, como especialmente en el notable regate a Jérôme Boateng (al que
pareció dejar muerto, en el piso) en el segundo, sumado a su fina definición
ante Neuer, explican más que cualquier otra cosa, por qué el Barcelona llega
con bastante tranquilidad a Munich al partido revancha del próximo martes.
En una semifinal de estas características, un 3-0 en
la ida es una diferencia bastante apreciable, pero lo es mucho más cuando el
rival se va preocupado por lo que carece hoy más que nunca (gol) y porque sabe
que no sólo el Barcelona lo tiene, y a través de un triplete demoledor, sino
que con un tanto que marque, deberá concretar cinco, nada menos.
Es cierto que el Porto, la Roma y tantos otros
equipos, saben que todo es posible, pero el Barcelona tiene una calidad diferente
de jugadores y salvo un desastre, parece muy difícil que pueda padecer una
goleada similar.
Apunte al margen para Guardiola: esta carencia de
gol del Bayern no es nueva. Es cierto que Robben o Ribéry son fundamentales,
pero los equipos de Pep, en los últimos años, pecaron por ser previsibles y por
jugar, en ataque una especie de “handball”: pasarse el balón de un lado al otro
sin entrar al área rival. Es un tema que el gran entrenador catalán deberá
repensar para encarar las próximas temporadas, esté donde esté.
Messi, anoche en el Camp Nou, nos regaló con su
talento otra velada para recordar, para llegar a contarles a nuestros nietos,
“Ho visto Messi”.
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