Uno de los dos acabará triunfando y el otro,
vencido, cuando el martes de la semana que viene termine la serie de los dos
partidos semifinales de la Champions League en el Arena de Munich entre el Barcelona
y el Bayern, pero si hay algo para destacar de este enfrentamiento es que hoy a
las 20,45 (las 15,45 de la Argentina), Lionel Messi y Josep Guardiola volverán
a encontrarse en un gran acontecimiento, después de los años de esplendor que
vivieron juntos entre 2008 y 2012.
Pocos han sido tan influyentes para Messi como
Guardiola, el actual director técnico del Bayern, que pese a ser un emblema
para todos los barcelonistas, apareció ayer vestido con buzo naranja en la
conferencia de prensa previa en el Camp Nou, y la comenzó hablando en alemán.
Minutos antes, en el mismo lugar, Messi había
reconocido que Guardiola había ejercido una gran influencia en su juego en los
años del Barcelona pero que hacía mucho tiempo que no tenía contacto con él, y
que apenas si se habían saludado en alguna fiesta.
Se llegó a decir, incluso, que la relación entre
director técnico y jugador no fue más la misma y que el desgaste de tantos años
juntos determinó su salida en 2012, cuando “La Pulga” ni siquiera pudo asistir
al anuncio de despedida por la tristeza que sentía y para que los flashes y las
cámaras no tomaran su rostro.
Antes que todo lo que ocurrió en estos tres años
separados y del enfrentamiento a doble partido que comienza hoy, Guardiola y
Messi construyeron juntos lo mejor del fútbol de las últimas décadas, apoyados
también en un criterio estético poco común, como el que primó en el Fútbol Club
Barcelona, con espectáculos que repartieron alegría a los seguidores del
balompìé de todo el planeta.
Pocos como Guardiola entendieron y contuvieron al
genio argentino, desde el primer entrenamiento, cuando el entonces muy joven
entrenador catalán, que venía del Barcelona B, se sorprendió por el trato hosco
del crack, que ni lo saludaba al terminar los ejercicios y hasta le retiraba el
brazo, enojado.
Guardiola no lograba entender pero sí intuía que
así, iba por mal camino, y decidió consultar con su ayudante de siempre, Manel
Estiarte, quien llegó a ser “el Messi del waterpolo” Y éste le explicó que lo
que el jugador quería era poder ir a los Juegos Olímpicos de Pekín con la
selección argentina, pero el club le había ganado la disputa legal a la AFA en
el Tribunal Superior de Suiza y parecía asunto cerrado.
Guardiola entendió que
lo mejor para el jugador era liberarlo, pese a que había que jugar la
clasificación a la Champions en ese mismo tiempo, y lo bien que hizo: Messi
terminó siendo campeón olímpico y volvió y explotó en un Barcelona que dio
espectáculo, ganó la Liga, luego la Champions en 2009 y al final, el Mundial de
Clubes.
Guardiola fue un entrenador muy exigente, que se
metió hasta en la dieta de Messi, al que corrigió para hacer que almorzara en
el club y no en los restaurantes en los que solía hacerlo sin control, pero
también fue quien lo colocó como “falso nueve” en aquel 2-6 glorioso contra el
Real Madrid en el Santiago Bernabeu, aunque eso le trajera problemas
posteriores con los centrodelanteros carísimos que fichó el club (Zlatan
Ibrahimovic, David Villa, el propio Samuel Eto’o que ya estaba).
Pero el director técnico, que ganó todo (en serio,
no como frase mal utilizada en el uso corriente), protegió al crack de los
rivales y de los propios. Entendió que el crecimiento del chico, que comenzó de
extremo derecho pero fue tendiendo a jugar hacia el medio del ataque,
significaba dejar de lado a los “nueves puros” y leyó bien, aunque sorprendido,
aquél sms que le llegó en un bus oficial, sentado adelante, y que venía desde
el fondo: “O Ibra o yo”.
Tal como le dijo al periodista español Guillem Balagué, para su excepcional
libro “Messi”, Guardiola cree que nunca
más verá un jugador de la calidad del argentino y siendo rival en semifinales
de Champions, y con el buzo del Bayern, lo ratificó cuando le consultaron cómo
se lo para. “No hay manera, si juega como está jugando. Por eso, nosotros
tenemos que hacer nuestro juego y no pensar en eso”, dijo el catalán.
Tanto Messi como Guardiola saben lo que es pasar por
La Masía, donde se genera el fútbol base del Barcelona y juntos vivieron
tiempos excepcionales, únicos, que determinaron que tres jugadores nacidos en
el club llegaran a optar para la terna del Balón de oro FIFA World Player:
Messi, Andrés Iniesta y Xavi Hernández.
Guardiola, tras un año desgastante, fue reemplazado
por su ex ayudante de campo y amigo Tito Vilanova, que fallecería poco tiempo
después, y regresó a la dirección técnica en un Bayern al que le dio un vuelco
cultural aún cuando venía de ganar los títulos más importantes con Jupp
Heynckes.
La dirigencia del club apostó entonces por el juego
de la posesión, los extremos, la prolijidad y el juego construido desde el
fondo con un plantel de gran calidad, aunque ahora mismo tenga varias bajas por
lesiones de jugadores fundamentales, aunque va recuperando al volante Thiago
Alcántara, también de La Masía, pero que el Barcelona no pudo ver como parte
del futuro, y Guardiola se le anticipó.
Hoy, entonces, asistiremos a este reencuentro entre
maestro y alumno, entre un gran director técnico y un genio del fútbol, pero
además, en el marco de uno de los grandes partidos que podemos llegar a ver en
este tiempo, acaso el mejor posible de clubes: el Barcelona y el Bayern Munich,
con dos formas de jugar muy parecida: al cabo, el equipo que tiene la base de
Pep, y el equipo que va conformando Pep.
La clave, claro está, pasará por la disputa de la
tenencia y la administración de la pelota, y con los mejores ejecutantes
posibles.
Acaso sea el marco justo para que Pep y Leo,
Guardiola y Messi, se fundan en un gran abrazo y todos disfrutemos de una gala
como este partido de Champions se merece.
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