Cierto, esto es fútbol. Pero estos tres
Superclásicos en serie, de mayo, tienen mucho de ajedrez, de cálculo, de
optimización de los recursos, de psicología. No sólo de fútbol-juego, aunque
también. Más que nunca, el éxito consiste en una sumatoria de causas y azares,
pero aún en el azar, es importante qué uso se le dará.
Tenemos dos rivales que no llegaban en las mismas
condiciones. Boca cuenta con un plantel bastante más largo que River y por
primera vez en años, habiendo acertado en la mayoría de las últimas
contrataciones, lo cual no significa que, en la cantidad de buenos jugadores,
tenga más que su rival, sino que cuenta, en número, con más jugadores de
calidad. Eso es todo.
Entonces, en el caso de su director técnico, Rodolfo
Arruabarrena, reside la decisión de cada alineación para cada uno de los
partidos, el del campeonato, y especialmente los dos de la Copa Libertadores.
Para los que leen nuestro blog, es sabido que jamás
nos dejamos influir por las versiones o las opiniones de los grandes medios.
Hay una corriente que se va contagiando de algunas firmas o voces de peso y
repiten consignas muy de este tiempo, sin mucha profundidad, acerca de que, por
ejemplo, en Boca se hizo un “gran trabajo” durante 2015, por el hecho de ser
líder de un torneo mediocre con no menos de diez equipos que deberían estar en
el Nacional B pero que por razones políticas coinciden en el mismo campeonato,
o por mantener un invicto ante la mayoría de estos mismos equipos, o por haber
sacado los 18 puntos en la fase de grupos ante rivales de muy poca monta.
Pero Boca no juega bien, sino que, a veces, logra
establecer diferencias porque tiene, en algunas posiciones, jugadores de gran
calidad, que no es para nada lo mismo que ser un buen equipo. Salvo
parcialmente Estudiantes o Huracán, y River en la Bombonera en el partido del
campeonato, o contra Lanús (gracias a haber sufrido un gol de entrada que lo
despertó), los rivales no indicaban demasiado y hasta ha sufrido más de la
cuenta contra muchos equipos con planteles humildes (San Martín de San Juan,
Nueva Chicago, buena parte ante Defensa y Justicia).
El exitismo y las “opiniones autorizadas” basadas en
el exitismo, fueron derivando en esta idea que se hizo carne, la del “gran”
trabajo de Arruabarrena, un tipo sensato, equilibrado en las declaraciones, que
parece mantener un buen clima en el plantel, pro que nada de eso significa que
Boca sea un equipo sólido, y mucho menos, que haya sabido elegir a los
protagonistas para cada uno de los Superclásicos.
Arruabarrena ya estaba en el cargo cuando Boca fue
justamente eliminado por River en la Copa Sudamericana hace escaso medio año y
Boca, aparentemente (es decir, en resultados y en cierto funcionamiento, no
mucho más) llegaba mejor que River a los octavos de final, aunque igual en el
torneo local (los dos únicos punteros e invictos), y tenía que tomar decisiones
importantes: 1) Qué jugadores para qué partidos, 2) Cómo planificar esos
partidos desde lo estratégico, 3) Cómo volcar la psicología a partir de la
necesidad de “vengar” lo ocurrido en la competencia continental anterior.
No hablamos de lo táctico porque en cuanto al
funcionamiento propio, creemos que Boca sigue sin ser un equipo y que su
director técnico comenzó a mezclar a sus jugadores en una supuesta primera
etapa de estudio, sin haber determinado nunca, hasta ahora, un conjunto titular
y otro suplente, o uno para la Copa Libertadores y otro para el torneo local.
Desde el funcionamiento, salvo por algunos minutos
en los que los mejores técnicamente administran la pelota, por lo general el
equipo aparece pasado de revoluciones, corriendo mucho más de lo deseado,
chocando en muchos otros, y definiendo, en segundos, un buen porcentaje de
ocasiones.
Llegado el momento de los tres Superclásicos,
Arruabarrena fue presa de su indecisión con tanto plantel. Volvió a optar por
la mezcla de jugadores, a lo que se sumó el azar por la lesión de Cristian
Erbes, y ahora, el desgarro (segundo en poco tiempo) de Adrián Cubas, lo que lo
deja sin un “cinco” puro justo para el partido clave del jueves en la
Bombonera.
El panorama era claro: primero, el partido del
domingo por el campeonato, en el que mucho quedó bajo la alfombra solamente
porque Boca ganó, aunque haya sido en el final y cuando el director técnico
rectificó su grave error en la formación inicial: No era un partido para
Marcelo Meli, sino para Pablo Pérez, porque el torneo es más largo, hay más
tiempo para los cambios y llegaban en pocos días partidos más “belicosos” de
Copa, en los que el ex volante de Colón, así como el lateral derecho Gino
Peruzzi, reunían más fuerza en un caso, y experiencia para el otro. Es decir,
era, el primero, un partido para Marín y Pérez, y hasta para Carrizo (flojo hasta
ahora en la temporada, sin terminar casi nunca sus jugadas) y Calleri, dejando
a los de más carácter o gol a los de mayor capacidad para eso, como Daniel
Osvaldo o Adrián Chávez (aún andando mal en los últimos partidos).
La rectificación de los quince minutos finales
demuestra claramente el error inicial en la Bombonera, pero más complicado fue
lo de la Copa. El once inicial del torneo obligó, en buena forma, a optar por
el resto de los jugadores para el jueves pasado. Y en poco tiempo ya se vio que
Pérez no está para las batallas sino para los partidos más pensados, y menos,
si el rival, inteligentemente, coloca un “doble cinco” con Leonardo Ponzio y
Matías Kranevitter presionando sistemáticamente tanto a Pérez como al propio Fernando Gago.
En lo estratégico, tampoco se entendió el planteo,
porque el gol de visitante cotiza mucho y, es cada vez más claro, Calleri es un
delantero para fajarse con las defensas rivales, protege bien la pelota, es
guapo, pero no es un clásico nueve con gol, como sí lo es Osvaldo, y entonces
junto a Pavón, con la enorme presión alta de River, quedó aislado, mientras que
el medio no pudo imponerse al local en ningún momento.
River, ahora desde el factor anímico, volvió a ser
el de la Copa Sudamericana, claro que con menos fútbol por la baja en el
rendimiento de Leonardo Pisculichi y Gonzalo Martínez, y más allá de que acabó
ganando con lo justo, de penal, y que probablemente debió quedarse con ocho,
porque sebieron irse expulsados Ramiro Funes Mori, Ponzio y Carlos Sánchez, sin
contar a Teo Gutiérrez, el que sí vio la roja al final.
Ahora, Boca llega muy cambiado al último partido del
jueves 14, con el reloj de arena corriendo en contra, y con la amenaza que
pende de que un gol de River lo obligará a marcar tres, en una serie que al no
haber podido meter goles de visitante ( sólo tuvo una situación clara en
noventa minutos), lo condiciona demasiado.
Lo de River es más simple. Marcelo Gallardo cuenta
con menos jugadores y su equipo no estaba en el nivel de 2014, pero fue
recuperando a algunos integrantes del plantel, se favoreció con el azar de los
resultados externos en la muy pobre fase de grupos, y una vez que salió airoso y
quedó con la chance de enfrentar a Boca, se aferró a su pasado reciente y
recuperó cierta memoria, sumado a su aporte anímico.
Ahora, se encuentra a un empate (y hasta una derrota
corta, si marca un gol) de pasar a los cuartos de final, algo ni soñado hace un
mes.
Queda un partido para terminar de resolver el
ajedrez del Superclásico, pero si hay algo claro, es que los hechos (no sólo
los futbolísticos) son pluricausales y poco casuales, apenas la cuota necesaria
de azar.
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