En estas horas, se vota en Zurich un nuevo
presidente de la FIFA por cuatro años de mandato., entre el suizo Joseph Blatter y el príncipe jordano Alí bin
Husein, en medio de un escándalo mundial por los ya muy conocidos hechos de
corrupción que envuelve a muchos dirigentes y empresarios de medios,
especialmente sudamericanos.
Pese a todo lo que se sabe, a los hechos concretos
que fueron apareciendo, que no sorprenden pero sí aclaran lo que por años se
sospechaba, Blatter conserva (tal vez de ahí su tranquilidad en la apertura del
Congreso) buena chance de ser reelecto, debido a que cada federación (sin
importar su relevancia futbolística o económica) cuenta con un voto y como ha
favorecido mucho a las confederaciones asiática y africana, ya con eso le
podría alcanzar para mantenerse.
De todos modos, sin la UEFA (la Unión Europea de
Fútbol) y sin la Conmebol (la
Confederación Sudamericana), es muy difícil seguir en el poder real. Casi imposible. Europa es hoy el centro del fútbol mundial
por sus equipos poderosos que concentran un altísimo porcentaje de los grandes
cracks, y Sudamérica, el único continente que puede equilibrar fuerzas deportivas,
con una gran tradición y como mayor proveedor al Viejo Continente.
Pero más allá de estas disquisiciones, por primera
vez parece que la Conmebol, aliada eterna de Joao Havelange y de Blatter desde
1974, parece virar yal menos está decidida, luego del escándalo, a no seguir la
alianza aunque hay matices que se deben tener muy en cuenta.
El primer “rebelde” fue la Asociación Uruguaya (AUF),
con la sangre en el ojo desde el Mundial de Brasil por la durísima (muy
exagerada) sanción al delantero Luis Suárez por el mordiscón al italiano
Chiellini, que decidió no apoyar a Blatter, aunque dudaba sobre si seguir a la
UEFA y votar en contra, o abstenerse.
A las pocas horas se sumó la Confederación Brasileña
(CBF), cuyo presidente, Marco Polo Del Nero, prefirió (en una medida
inteligente aunque poco audaz y muy diplomática, como siempre caracterizó a los
dirigentes de su país a lo largo de la historia) retirarse de Zurich y regresar
a su país, por lo que no habrá voto brasileño.
Ahora todo indica que las federaciones de Venezuela y
Chile también votarían en contra o, como mínimo, se abstendrían. ¿Y la AFA?
Siempre en silencio, con muy poca claridad, el
fútbol argentino tuvo una muy estrecha relación con el poder político del
fútbol en vida de Julio Grondona, fallecido el 30 de julio pasado.
Cuando Blatter fue ungido presidente en 1998, fue
Grondona quien le levantó la mano en el momento de los aplausos. El argentino
era nada menos que el titular del Comité de Finanzas y el suizo le debía muchos
favores (de hecho, cuando pasaron cerca del camerunés derrotado Issa Ayatou,
Grondona le sugirió a Blatter “saludá al negrito porque nunca se sabe y algún
día lo podríamos necesitar”).
Pero la muerte de Grondona, y el pase del uruguayo
Eugenio Figueredo, de la Conmebol al Comité Ejecutivo de la FIFA, determinó
cambios importantes en la Conmebol y ya nada es lo mismo y en muchos sentidos.
Lo cierto es que la AFA no se pronunció hasta ahora.
Todos son rumores, y sería interesante saber qué determinaron en las largas
reuniones de anoche, en un hotel de Zurich, el presidente de la entidad
argentina, Luis Segura, y los tres votantes, Rodolfo D’Onofrio (River Plate),
José Leme (Defensa y Justicia) y Miguel Silva (Arsenal).
No es un voto cualquiera, como nunca antes lo fue en
situaciones político-deportivas, en las que la conducta argentina, a lo largo
del tiempo, fue por lo menos errática. Pocas veces resultó acertada y casi
nunca primó un sentido diplomático real.
Uno de los casos más sonados y de consecuencias muy largas fue el voto para
la sede del Mundial de 1938. La FIFA, a través de su entonces presidente, Jules
Rimet, había determinado una rotación de sedes entre Sudamérica y Europa,
comenzando en 1930 por Uruguay, debido a que su equipo era el campeón olímpico
vigente (1928), y siguió con Italia en 1934.
Para 1938, a todas luces, el Mundial correspondía a
Sudamérica y Argentina era el candidato natural. Subcampeón olímpico y mundial,
era una potencia futbolística indudable, pero surgió un competidor inesperado:
Francia.
El país galo se postuló con la justificación de que
el avance nazi por Europa necesitaba un contrapeso en todos los órdenes, y si
Alemania iba a organizar los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, que serían la
puesta a punto de un show nazi al mundo, había que contraponerle un hecho
deportivo de las mismas características: nada menos que un Mundial.
En el momento de la votación, Argentina llevó un
dirigente de la AFA . Francia, un diplomático de carrera. El resultado es
conocido. Francia organizó el Mundial, y Argentina quedó muy postergada porque
además, como por esta razón boycoteó este Mundial, seguida por Uruguay, pero
Brasil decidió participar, en 1950, la AFA decidió devolver el golpe y no
asistir, con lo cual quedó aislada hasta 1958.
Para el Mundial de 1970 (ya lo habían organizado
Uruguay, Brasil y Chile), Argentina se postuló pero tuvo que luchar contra la
candidatura de México con el apoyo del gigante de comunicaciones Televisa, y
otra vez sopa.
Recién para el turno siguiente, 1978, y jugada con
Joao Havelange, que apoyó el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 (justo se
encontraba en el país visitando obras), pudo tener su torneo.
También Argentina se quedó fuera de organizar los
Juegos Olímpicos de 1956 (organizado por Melbourne) por un solo voto.
¿Podrá la dirigencia argentina esta vez escarmentar
y cambiar por fin la trayectoria?
Los directivos de la AFA deben estar a la altura y
saber que al regresar a su país, deberán dar explicaciones, por una vez, de sus
actos.
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