Por muchos años, durante todo el siglo XX, muchas
federaciones sudamericanas, las de países sin tanta tradición en títulos, se
quejaron de los favores y prebendas que recibían las más ganadoras, que eran las
que dominaban políticamente la Confederación (Conmebol).
Con sede en Asunción del Paraguay desde mediados de
los años ochenta, cuando Nicolás Leoz suplantó al peruano Teófilo Salinas como
presidente de la Conmebol, se dijo que Argentina y Brasil dominaban a la
institución y como tácito acuerdo entre ellos, prefirieron colocar allí a un
tercero en cuestión para que no hubiera desequilibrios.
Una vez que en mayo de 2015 se conoció el FIFA-Gate
y tuvieron que renunciar los dirigentes de todas las federaciones y Leoz fue
desplazado, aunque por su compatriota Alejandro Domínguez, la Conmebol tuvo que
hacer un “lavado de cara” y cambiar su perfil.
Ya no hubo las mismas sospechas de arbitrajes, la
Copa América Extra, por el Centenario de la competencia, se decidió jugar en un
territorio nada habitual, el de los Estados Unidos (que de hecho, ni siquiera
pertenece a la Conmebol) y no parece casualidad, más allá de lo futbolístico,
que por primera vez en tantos años, los seleccionados de los países del lado
del Océano pacífico, los de menos trayectoria, hayan tenido un mayor
protagonismo.
Pero ¿Hubo acaso mucha sorpresa en la rápida
eliminación de Uruguay, Brasil y Paraguay? Si es por el potencial de los dos
primeros, tal vez sí, pero si es por las ausencias y por el juego, ya no tanto.
Uruguay no pudo contar nunca con su mejor jugador,
acaso el mejor delantero del mundo, Luis Suárez, quien fue protagonista de una
escena que en cierto modo puede compararse a la mordida con Giorgio Chiellini,
cuando sin estar en condiciones de jugar en el partido decisivo de la fase de
grupos ante Venezuela, golpeó la cabina en la que se encontraba su entrenador,
Oscar Tabárez, al protestar por no haber sido incluído (algo que se aclaró
horas más tarde).
Sin Suárez, los celestes nunca encontraron un
reemplazante de un nivel parecido para que jugara al lado de Cavani en el
ataque y en el medio, faltó un jugador más armador de juego, y dispuso de un
4-4-2 con dos externos con buen manejo (Carlos Sánchez y Nicolás Lodeiro) pero
sin profundidad.
Brasil se encuentra en una etapa de transición, que
le volvió a costar la pronta salida de Dunga como entrenador, igual que antes
del Mundial 2014. Sin ninguno de los once que perdieron aquel fatídico 7-1 ante
Alemania hace dos años, se trata de una generación de jugadores hábiles como
Filipe Coutinho, Willian o Douglas Costa, pero la ausencia de su máxima
estrella, Neymar, reservada para los Juegos Olímpicos, se pareció mucho a
aquella de la semifinal de 2014, por lesión.
A Brasil le había tocado un Grupo B más que
accesible con Ecuador (el más fuerte de los tres rivales), Perú (que marcha más
en la clasificación para el Mundial 2018) y Haití, el equipo más pobre y con
menos recursos de los 16 de la Copa, y sin embargo, si bien vapuleó a los
haitianos (7-1), no pudo marcar goles en los otros dos partidos y no pudo
llegar a los cuartos de final.
Paraguay tampoco pudo pasar su Grupo A, superado por
los locales de los Estados Unidos y por Colombia, y también en una transición
al terminar ya el ciclo de figuras emblemáticas como Roque Santa Cruz o Nelson
Haedo Valdez, y en cambio parece claro el tiempo de Miguel Almirón, figura del
Lanús campeón argentino pero que el entrenador Ramón Díaz (que renunció al
cargo una vez eliminado) reaccionó tarde para colocarlo como creativo.
En cambio, al margen de Argentina, que mantiene su
potencia y sus jugadores claves, los que más han destacado han sido las
selecciones del “Pacífico”, como Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela.
Chile, tras un mal comienzo con Argentina, fue
reaccionando hasta acercarse al nivel que consiguió en la Copa de 2015, que
acabó ganando. Aún sin su mejor jugador, Jorge Valdivia, que no fue convocado
por el entrenador Juan Pizzi, Alexis Sánchez, Eduardo Vargas y una presión
alta, ayudaron al buen funcionamiento colectivo.
Colombia no está desarrollando su mejor fútbol, pero
desequilibra a partir de tres jugadores muy importantes: James Rodríguez, muy
superior a sus performances en el Real Madrid, Juan Guillermo Cuadrado, y Edwin
Cardona, con una gran actuación de David Ospina en el arco. Ellos suplen con su
talento parte del funcionamiento que no volvió a parecerse a lo que se vio en
Brasil 2014.
Perú, como en las otras dos Copas anteriores, volvió
a demostrar que sabe cómo jugar esta clase de competencias, con una estructura
renovada y sólida, con Christian Cueva, que se va asentando como nueva figura,
y con la vigencia de un potente delantero como Paolo Guerrero.
Venezuela, que al igual que Perú no estaba
realizando una buena clasificación para el Mundial y que parecía que había dado
varios pasos atrás, ha vuelto a muy buenos rendimientos desde que el entrenador
Rafael Dudamel se hizo cargo del equipo.
Dudamel dotó de un buen sistema táctico, con la
revelación del joven Adalberto Peñaranda, del Granada español, y sacando jugo a
jugadores ya consolidados, como el volante Tomás Rincón y el delantero Salomón
Rondón, ahora acompañado por otro atacante para tomar nota, Josef Martínez.
Un párrafo especial para el buen desempeño del
equipo estadounidense, que sin una estrella (más allá de la vigencia del
volante Michael Bradley o el delantero Clint Dempsey, o el arquero Brad Guzan),
ha conseguido un rendimiento regular con un buen trabajo táctico del alemán
Jürgen Klinsmann.
Ha sido, más allá de quien gane, la Copa del
Pacífico, que muestra cómo ha cambiado el fútbol desde el FIFA-Gate del año
pasado.
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