lunes, 20 de junio de 2016

La Copa América del Pacífico (Yahoo)




Por muchos años, durante todo el siglo XX, muchas federaciones sudamericanas, las de países sin tanta tradición en títulos, se quejaron de los favores y prebendas que recibían las más ganadoras, que eran las que dominaban políticamente la Confederación (Conmebol).

Con sede en Asunción del Paraguay desde mediados de los años ochenta, cuando Nicolás Leoz suplantó al peruano Teófilo Salinas como presidente de la Conmebol, se dijo que Argentina y Brasil dominaban a la institución y como tácito acuerdo entre ellos, prefirieron colocar allí a un tercero en cuestión para que no hubiera desequilibrios.

Una vez que en mayo de 2015 se conoció el FIFA-Gate y tuvieron que renunciar los dirigentes de todas las federaciones y Leoz fue desplazado, aunque por su compatriota Alejandro Domínguez, la Conmebol tuvo que hacer un “lavado de cara” y cambiar su perfil.

Ya no hubo las mismas sospechas de arbitrajes, la Copa América Extra, por el Centenario de la competencia, se decidió jugar en un territorio nada habitual, el de los Estados Unidos (que de hecho, ni siquiera pertenece a la Conmebol) y no parece casualidad, más allá de lo futbolístico, que por primera vez en tantos años, los seleccionados de los países del lado del Océano pacífico, los de menos trayectoria, hayan tenido un mayor protagonismo.

Pero ¿Hubo acaso mucha sorpresa en la rápida eliminación de Uruguay, Brasil y Paraguay? Si es por el potencial de los dos primeros, tal vez sí, pero si es por las ausencias y por el juego, ya no tanto.

Uruguay no pudo contar nunca con su mejor jugador, acaso el mejor delantero del mundo, Luis Suárez, quien fue protagonista de una escena que en cierto modo puede compararse a la mordida con Giorgio Chiellini, cuando sin estar en condiciones de jugar en el partido decisivo de la fase de grupos ante Venezuela, golpeó la cabina en la que se encontraba su entrenador, Oscar Tabárez, al protestar por no haber sido incluído (algo que se aclaró horas más tarde).

Sin Suárez, los celestes nunca encontraron un reemplazante de un nivel parecido para que jugara al lado de Cavani en el ataque y en el medio, faltó un jugador más armador de juego, y dispuso de un 4-4-2 con dos externos con buen manejo (Carlos Sánchez y Nicolás Lodeiro) pero sin profundidad.

Brasil se encuentra en una etapa de transición, que le volvió a costar la pronta salida de Dunga como entrenador, igual que antes del Mundial 2014. Sin ninguno de los once que perdieron aquel fatídico 7-1 ante Alemania hace dos años, se trata de una generación de jugadores hábiles como Filipe Coutinho, Willian o Douglas Costa, pero la ausencia de su máxima estrella, Neymar, reservada para los Juegos Olímpicos, se pareció mucho a aquella de la semifinal de 2014, por lesión.

A Brasil le había tocado un Grupo B más que accesible con Ecuador (el más fuerte de los tres rivales), Perú (que marcha más en la clasificación para el Mundial 2018) y Haití, el equipo más pobre y con menos recursos de los 16 de la Copa, y sin embargo, si bien vapuleó a los haitianos (7-1), no pudo marcar goles en los otros dos partidos y no pudo llegar a los cuartos de final.

Paraguay tampoco pudo pasar su Grupo A, superado por los locales de los Estados Unidos y por Colombia, y también en una transición al terminar ya el ciclo de figuras emblemáticas como Roque Santa Cruz o Nelson Haedo Valdez, y en cambio parece claro el tiempo de Miguel Almirón, figura del Lanús campeón argentino pero que el entrenador Ramón Díaz (que renunció al cargo una vez eliminado) reaccionó tarde para colocarlo como creativo.

En cambio, al margen de Argentina, que mantiene su potencia y sus jugadores claves, los que más han destacado han sido las selecciones del “Pacífico”, como Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela.

Chile, tras un mal comienzo con Argentina, fue reaccionando hasta acercarse al nivel que consiguió en la Copa de 2015, que acabó ganando. Aún sin su mejor jugador, Jorge Valdivia, que no fue convocado por el entrenador Juan Pizzi, Alexis Sánchez, Eduardo Vargas y una presión alta, ayudaron al buen funcionamiento colectivo.

Colombia no está desarrollando su mejor fútbol, pero desequilibra a partir de tres jugadores muy importantes: James Rodríguez, muy superior a sus performances en el Real Madrid, Juan Guillermo Cuadrado, y Edwin Cardona, con una gran actuación de David Ospina en el arco. Ellos suplen con su talento parte del funcionamiento que no volvió a parecerse a lo que se vio en Brasil 2014.

Perú, como en las otras dos Copas anteriores, volvió a demostrar que sabe cómo jugar esta clase de competencias, con una estructura renovada y sólida, con Christian Cueva, que se va asentando como nueva figura, y con la vigencia de un potente delantero como Paolo Guerrero.

Venezuela, que al igual que Perú no estaba realizando una buena clasificación para el Mundial y que parecía que había dado varios pasos atrás, ha vuelto a muy buenos rendimientos desde que el entrenador Rafael Dudamel se hizo cargo del equipo.

Dudamel dotó de un buen sistema táctico, con la revelación del joven Adalberto Peñaranda, del Granada español, y sacando jugo a jugadores ya consolidados, como el volante Tomás Rincón y el delantero Salomón Rondón, ahora acompañado por otro atacante para tomar nota, Josef Martínez.

Un párrafo especial para el buen desempeño del equipo estadounidense, que sin una estrella (más allá de la vigencia del volante Michael Bradley o el delantero Clint Dempsey, o el arquero Brad Guzan), ha conseguido un rendimiento regular con un buen trabajo táctico del alemán Jürgen Klinsmann.

Ha sido, más allá de quien gane, la Copa del Pacífico, que muestra cómo ha cambiado el fútbol desde el FIFA-Gate del año pasado.


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