Promediando el Mundial de México, y en uno de los
tantos días de trabajo en el Centro de Prensa del lujoso hotel Presidente
Chapultepec, en el elegante barrio de Polanco, en México DF, bajábamos las
escaleras mecánicas hacia el lobby para salir a la calle cuando, de frente, nos
topamos con un hecho inesperado.
A punto de subir por la otra escalera llegaban,
juntos y sonrientes, el presidente de la FIFA, Joao Havelange, el de la
poderosa Editorial Atlántida, Constancio Vigil, y el inefable contraalmirante
argentino Carlos Alberto Lacoste.
El poder de Vigil en ese tiempo era absoluto. La
Editorial Atlántida publicaba su buque insignia, la revista “El Gráfico”, así
como las tradicionales “Gente”, “Somos” y “La Chacra”, que con los años
irónicamente el periodista Horacio Verbitsky, con acidez, se refirió a las dos
primeras como “Gente como uno” y “Somos los servicios” .
El solo dato de que “El Gráfico” llegó a vender cientos
de miles de ejemplares posteriores a la final del 29 de junio, ya es todo un
indicio. Eran tiempos sin internet y de mucha menos inmediatez que ahora.
Havelange, además de la prepotencia de siempre,
había tenido ya un duro debate a través de los medios con Diego Maradona y
Jorge Valdano, que habían osado quejarse de los horarios de los partidos y de
la temperatura, cuando el brasileño les respondió que “hay que respetar la ley
de arriba”.
Pero el que menos tenía algo que hacer allí era sin
dudas Lacoste. Cuando el 10 de diciembre de 1983 se acabó la dictadura
cívico-eclesiástico-militar y asumió Raúl Alfonsín, la presión mediática y
política para que el marino dejara la vicepresidencia de la FIFA fue total, y
aunque el presidente de la AFA, Julio Grondona, aspiraba a ese lugar, le ganó
de mano el uruguayo Eduardo Rocca Couture, amigo del presidente de la FIFA y
del peruano Teófilo Salinas, titular de la Conmebol.
Hombre fuerte del fútbol en la dictadura 1976-1983, es mencionado en el libro “Almirante Lacoste,
¿quién mató al general Actis?”, de Eugenio Méndez, quien se encargaba de contar
que cuando el general Actis se dirigía a asumir la titularidad del EAM 78, lo
asesinaron y a su alrededor aparecieron boletas con publicidad de Montoneros,
que no tenían esa forma de proceder, y lo atribuyó a una disputa interna por el
fútbol entre el Ejército y la Marina.
La cuestión es que este joven periodista, entonces,
dio media vuelta casi de manera instintiva, y ganó la posición de los
integrantes de este trío infernal, para poner de sobreaviso a los colegas del
piso de arriba, que escribían en el Centro de Prensa.
Sin tiempo para mucho, se decidió una medida de
fuerza hasta que estos tres sujetos abandonaran el lugar, y pocos días más
tarde, en una conferencia de prensa de Havelange, se desató una tremenda
silbatina cuando un periodista preguntó qué hacía Lacoste allí, y todo se
desmadró.
Este periodista recuerda a un colega australiano
subido a una silla gritando “no queremos asesinos aquí” y el presidente de la
FIFA tuvo que abandonar la sala.
Vigil aparecería luego en la película “Héroes”
dentro del vestuario argentino, festejando y gritando al lado de los jugadores,
a minutos de haber vencido a Inglaterra por los cuartos de final. Hasta ese
poder tuvo.
"Torturador argentino en la sala de prensa", tituló el diario mexicano "La Jornada", al día siguiente.
"Torturador argentino en la sala de prensa", tituló el diario mexicano "La Jornada", al día siguiente.
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