No por nada, hace meses, el actual presidente de la
AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, escribió en las redes sociales que agradecía a
Julio Grondona parte de lo que es. Las
acciones de la entidad madre del fútbol argentino, tanto en la salida del “Patón”
Edgardo Bauza como la posible llegada, ahora, de Jorge Sampaoli como su
reemplazante, forman parte del más puro grondonismo, diríamos que incluso
exacerbado.
No hubo peor forma de salir que la de Bauza, un tipo
inteligente, con sentido común, abierto al debate de ideas y creemos,
equivocado en los planteos de juego en su breve paso por la selección
argentina, y con una forma de trabajar que lo condicionó demasiado, por el
hecho de que desde hace ya mucho tiempo, los directores técnicos no tienen la
comodidad de ejercer con absoluta libertad.
Si esto no fue fácil y fue un condicionante para
directores técnicos con más espaldas y en mejores circunstancias como Sergio
Batista, Alejandro Sabella o Gerardo Martino, mucho más aún para alguien que si
bien mostró total entrega para ser entrenador del equipo nacional, como Bauza,
dejando un salario mucho mayor como el de San Pablo, para ir “por la gloria” al
punto de visualizarse como campeón mundial en 2018, llegaba con muchísima más
debilidad y con la selección tambaleando en el grupo clasificatorio
sudamericano.
Es cierto que la selección argentina jugó muy mal
por momentos (lo peor, ante Chile todo el partido, ante Brasil, 60 de los 90
minutos, ante Venezuela y Perú, gran parte del partido), pero la forma de echar
a Bauza fue esperpéntica y aunque se veía venir (este mismo blog lo anticipó
cuando recién asumió), no corresponden las formas bajo ningún concepto.
Esta dirigencia actual, que asumió hace apenas días,
el 29 de marzo pasado, ni siquiera se dignó a hablar con Bauza cara a cara,
sino que tras un enorme e innecesario desgaste, terminó arreglando todo con su
representante Gustavo Lescovich, primero telefónicamente, y luego, números en
la mesa, en una segunda reunión.
Tampoco fue casual que el llamado al agente de Bauza
haya sido un domingo por la noche, en medio del fárrago de los partidos del
campeonato argentino, para que hubiera muchísimo más humo en el medio de las
negociaciones, y para terminar, una lamentable exposición ante una prensa
entregada y vaciada, que acudió a la nada, a escuchar un comunicado, sin
derecho a preguntar, algo que tanto la dirigencia como Bauza convalidaron, y el
entrenador, por dos veces, porque ya lo hizo en San Juan tras el partido ante
Colombia, con el inicio de la ruptura de relaciones del plantel con los medios
de comunicación tras el “Caso Lavezzi”.
Es decir que más allá del enorme destrato sufrido
por Bauza, inmerecido de parte de lo que la dirigencia pudo haber hecho con una
mínima prolijidad exigible, también hay que decir que el entrenador tiene parte
de responsabilidad por prestarse a ciertas cosas como los dos comunicados (el
de San Juan y el de anoche en Ezeiza, que además se postergó dos veces por
impuntialidad), o también otras cuestiones como primero afirmar que pretendían
jugar de locales en la Bombonera “a pedido de los jugadores” y luego desdecirse
o llamarse a silencio, convalidando que no fue así.
Si la salida de Bauza tuvo todos estos ribetes y
manoseos hacia un entrenador muy serio, y que en circunstancias normales ha
ganado dos Copas Libertadores inéditas para Liga de Quito y San Lorenzo, y que
ha planificado a la perfección una final entre los ecuatorianos y el acaso más
poderoso Manchester United de la historia (Cristiano, Rooney y Tévez en el
ataque) en el Mundial de Clubes 2008, qué decir de la posible llegada de
Sampaoli para los partidos que quedan y posiblemente, con contrato hasta Qatar
2022.
La gran pregunta, la madre de todas las preguntas,
que se verá cuando las papas quemen y haya que tomar decisiones, es si Sampaoli
se animará, de verdad, a cambiar los nombres de las convocatorias. Es decir, no
que “tengan un lugar menos protagónico” los Lavezzi, Romero, Mascherano,
Zabaleta, sino que no tengan lugar y que haya por fin espacio para una
renovación real y no para la gilada.
Y si esta AFA consulta al entorno de Lionel Messi, y
a los jugadores argentinos del Barcelona, y al grupo de mayor peso dentro de la
selección argentina qué tipo de director técnico quieren para el futuro, ya
estamos partiendo con la pirámide invertida, con el esquema institucional al
revés.
Porque más allá del desapego habitual de los
argentinos a las instituciones, primero está la AFA, luego la elección del
director técnico, de acuerdo a la filosofía y el proyecto que los
dirigentes tengan (cualquiera éste sea,
nos guste o no, que ya es otro tema), y luego, los jugadores convocados por
este entrenador, de acuerdo al sistema táctico preferido por éste y su cuerpo
técnico).
Si Sampaoli surge como candidato mucho más por
sugerencia (explícita o no) de los jugadores de peso y no por gusto de la
dirigencia (a lo sumo, el gusto de uno, Daniel Angelici, quien tiene el poder
real en la AFA como comisario político desde el Gobierno nacional), ya partimos
de una base espuria.
Pero ni siquiera acaba allí. Resulta que esta AFA
que aún paga las rescisiones de contratos de Gerardo Martino y Edgardo Bauza,
ahora debe pagar la de Sampaoli en el Sevilla, y luego, arreglar un contrato
nuevo que el entrenador (con toda lógica de alguien a quien vienen a buscar
desesperados) exige que se extienda hasta 2022, a fuer de quedar eliminado
pronto de esta clasificación y tal vez, tampoco continuar, lo cual implicaría
una nueva indemnización y claro, otra contratación a futuro.
Esta “nueva” dirigencia no sólo decidió negociar
primero por teléfono y ahora personalmente con Sampaoli, y pagar la cláusula de
rescisión con el Sevilla, sino que a sabiendas de que todas las encuestas dan
como principal candidato a Diego Simeone, quien ya dio muestras claras de que
no quiere ser entrenador argentino ahora, sino mucho más adelante, si toca,
plantean o al menos dicen que irán a verlo a Madrid, donde dirige con éxito al
Atlético, para ver si por alguna razón lo pueden llegar a convencer, una clara
muestra de que apuntan más a un mensaje al público argentino acerca de que “lo
intentamos, él dijo que no, y ahora con las manos libres, vamos a buscar a Sampaoli”.
Todo esto lo sabe hasta Sampaoli que conoce las
reglas del juego tanto como el presidente del Sevilla, José Castro, muy amigo
de Angelici, quien también tira humo para su propio público emitiendo un
comunicado disparatado en el que habla de “falta de respeto” cuando la temporada se acaba y en el contrato
del DT con el club hay una cláusula que se puede ejecutar.
¿Cómo no va a tener derecho Sampaoli de recibir
ofertas? ¿No lo fueron, acaso, los sondeos del Arsenal o de otros clubes
europeos?
El problema sigue siendo no tanto qué sistema
táctico usará Sampaoli, o quiénes integrarán su cuerpo técnico, sino si
Sampaoli podrá hacer lo que quiera, lo que piense, lo que quisiera. Si no será
impedido por este grupo que fue creciendo en su influencia y que aunque llegó a
tres finales seguidas, un mérito enorme, sin dudas, no ha conseguido títulos y
arrastra una enorme frustración que, de paso, no fue tratada por psicólogos
aplicados, porque parece que la AFA no cree en eso de manera firme.
Todas estas irregularidades señaladas nos hace
pensar que no hay novedad. Que todo sigue igual, y que la salida de Bauza y la
posible llegada de Sampaoli a la selección argentina, no es otra cosa que
Grondonismo del más puro.
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