Y de repente, sea por cuestiones estrictamente de
salud o sea en parte por ellas y en parte por hartazgo por la situación final
planteada en la AFA (¿acaso que le hayan bochado a Mariano Elizondo del Grupo
Indalo, para CEO de la Superliga?), o por apostar a una limpieza de cara y
volver más adelante con una candidatura presidencial, Marcelo Tinelli decidió abrirse del fútbol y
renunciar a sus tres cargos al mismo tiempo, el de vicepresidente de San Lorenzo
de Almagro, el de la coordinación de Selecciones Nacionales, y el de futuro
presidente de la Superliga.
Más allá de que hay testigos directos de que el
showman televisivo andaba con problemas de salud y especialmente de stress (y
por eso, iría a consultar al mismo médico italiano que atiende a Lionel Messi,
quien se lo recomendó), la salida de Tinelli de los tres cargos cambia bastante
el mapa del poder de la AFA y confirma que los dos protagonistas del esperpento
del 38-38 del 3 de diciembre de 2015, finalmente quedaron fuera del poder.
Luis Segura alcanzó a ser presidente interino tras
la muerte de Julio Grondona el 31 de julio de 2014 pero si se mantuvo poco más
de un año en la formalidad del sillón de Viamonte fue porque desde el inicio
mismo de su gestión, se reunió con los presidentes de los cinco clubes grandes
para conseguir su respaldo.
Pero ya en 2015 gobernaba muy poco y eran los clubes
grandes, en ese momento con Matías Lammens a la cabeza, los que manejaban los
números hasta que el presidente de San Lorenzo se retiró indignado y tomando
mucha distancia.
Desde siempre, la competencia fue de dos listas
grondonistas, la de Segura-Claudio “Chiqui” Tapia fue la continuidad directa de
una forma de manejar el poder del fútbol, clientelista y con la idea de cierta
fuerza de los clubes chicos e intermedios aunque nada federal, mientras que la
tinellista fue más adaptada al siglo XXI, con el uso de medios de comunicación,
marketing y redes sociales, pero siempre con la misma idea de fondo: cambiar algo
para que nada cambie en serio.
Tras la intervención, un mix del Estado y la FIFA,
Tinelli fue perdiendo terreno porque Tapia y su suegro, el sindicalista
camionero Hugo Moyano, desplegaron su juego, consiguieron el apoyo político de
Daniel Angelici como comisario enviado por el gobierno de Mauricio Macri al
fútbol, y por fin se pudo llevar a cabo el pacto entre los dos sectores que ya
había cerrado a mediados de 2016 pero que fue vetado entonces por el Gobierno
de Macri por la falta de protagonismo del Grupo “Clarín”.
La gran pregunta es si con la salida de Tinelli, el
tándem Tapia-Angelici seguirá respetando el pacto preexistente, dejando al
adláter de Tinelli en la fallida lista opositora para las elecciones de
presidente de AFA del 29 de marzo pasado, Rodolfo D’Onofrio, presidente de
River, a cargo de la nueva estructura que fiscalizará el torneo de Primera
División desde Puerto Madero, por fuera de la AFA.
No parece fácil, porque D’Onofrio hace su propio
juego, se encuentra ahora ligado a la FIFA, y habría que ver si Angelici, viejo
adversario y presidente de Boca, acepta un contrapeso como el de River en la
Superliga, además de que la verdadera razón de ser de ésta es la de abrir una
ventana a la chance de que se acepten las sociedades anónimas en el fútbol,
viejo anhelo macrista desde los años noventa.
Todavía quedan varios meses para el inicio de la
próxima temporada 2017/18, en la que la Superliga debería entrar a correr, y no
sería de extrañar que Tapia-Angelici apuesten al desgaste (que ya dejó sin
lista a los rivales para los comicios presidenciales del 29 de marzo) y a que
sus adversarios acaben diluyéndose, toda vez que el tercer dirigente de peso
opositor, el presidente de Vélez Sársfield, Raúl Gámez –en verdad, el más duro
frente al grondonismo en los 35 años de mandato-, se encuentra aislado porque
no comulga demasiado con el tinellismo, y ni siquiera pudo votar porque su club
era uno de los ocho promedios más bajos en la tabla.
Con este contexto, y con la incertidumbre sobre si
el pacto continúa con D’Onofrio o con Juan Sebastián Verón, al mismo tiempo
jugador y presidente de Estudiantes de La Plata, lo que parece cada vez más
claro es que el grupo de los presidentes de clubes grandes que ya maneja AFA
(Boca, Racing, Independiente y Huracán) no quiere dejar de poner un pie (o más)
en la futura Superliga, y en el caso de
Angelici, también ser comisario político de ésta para tener, en lo posible,
todo bajo control gubernamental.
Claro que el gran problema, en el caso de que Verón
quede a cargo de la Superliga, es poner la lupa sobre el CEO, porque si en la
AFA no tienen peso, sería extraño que River y San Lorenzo se quedaran fuera de
todo el sistema, tanto en Viamonte como en Puerto Madero. El pacto preexistente
indicaba lo contrario.
Pero hay otro frente que entra ahora en un problema
mayor y es la selección nacional. Sin Tinelli, el mayor interlocutor de los
jugadores de peso, todo vuelve a quedar en manos de Tapia, al que muchos
reconocen haber puesto la cara (y hasta dinero de su bolsillo) en los momentos
de mayor crisis institucional, como durante la Copa América Extra de los
Estados Unidos en 2016, pero también admiten que no será nada fácil el manejo
del marketing en la nueva situación.
Tapia viene manejando como puede el intento de
rebaja a la sanción de la FIFA a Lionel Messi, y viajó a verlo a Barcelona con
el fin de persuadirlo para que se presente el próximo 4 de mayo en Zurich y no
deje todo en manos de un descargo por escrito, pero habrá que ver cuáles son
los manejos del grupo, y si como parece, Jorge Sampaoli está al caer como
entrenador desde junio, significará que otra vez el círculo de los jugadores de
peso se impuso sobre una decisión que debe ser dirigencial y no influida por
quienes tienen que expresarse en el campo de juego y fuera del mismo.
Con la salida de Tinelli, comienza a desdibujarse
aquel pacto de 2016 y de a poco, se va abriendo el camino para que Tapia
despliegue su poder, tutelado por Angelici y por su suegro Moyano.
Es un hola al poder para el presidente de la AFA y
un chau, chau, chauuuuuuuu, para quien quiso serlo, bajo la apariencia de una
renovación, pero que chocó contra el establishment de la pelota, y prefirió
irse, al menos por ahora.
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