miércoles, 19 de abril de 2017

La salida de Tinelli abre muchos interrogantes en la AFA



Y de repente, sea por cuestiones estrictamente de salud o sea en parte por ellas y en parte por hartazgo por la situación final planteada en la AFA (¿acaso que le hayan bochado a Mariano Elizondo del Grupo Indalo, para CEO de la Superliga?), o por apostar a una limpieza de cara y volver más adelante con una candidatura presidencial,  Marcelo Tinelli decidió abrirse del fútbol y renunciar a sus tres cargos al mismo tiempo, el de vicepresidente de San Lorenzo de Almagro, el de la coordinación de Selecciones Nacionales, y el de futuro presidente de la Superliga.

Más allá de que hay testigos directos de que el showman televisivo andaba con problemas de salud y especialmente de stress (y por eso, iría a consultar al mismo médico italiano que atiende a Lionel Messi, quien se lo recomendó), la salida de Tinelli de los tres cargos cambia bastante el mapa del poder de la AFA y confirma que los dos protagonistas del esperpento del 38-38 del 3 de diciembre de 2015, finalmente quedaron fuera del poder.

Luis Segura alcanzó a ser presidente interino tras la muerte de Julio Grondona el 31 de julio de 2014 pero si se mantuvo poco más de un año en la formalidad del sillón de Viamonte fue porque desde el inicio mismo de su gestión, se reunió con los presidentes de los cinco clubes grandes para conseguir su respaldo.

Pero ya en 2015 gobernaba muy poco y eran los clubes grandes, en ese momento con Matías Lammens a la cabeza, los que manejaban los números hasta que el presidente de San Lorenzo se retiró indignado y tomando mucha distancia.

Desde siempre, la competencia fue de dos listas grondonistas, la de Segura-Claudio “Chiqui” Tapia fue la continuidad directa de una forma de manejar el poder del fútbol, clientelista y con la idea de cierta fuerza de los clubes chicos e intermedios aunque nada federal, mientras que la tinellista fue más adaptada al siglo XXI, con el uso de medios de comunicación, marketing y redes sociales, pero siempre con la misma idea de fondo: cambiar algo para que nada cambie en serio.

Tras la intervención, un mix del Estado y la FIFA, Tinelli fue perdiendo terreno porque Tapia y su suegro, el sindicalista camionero Hugo Moyano, desplegaron su juego, consiguieron el apoyo político de Daniel Angelici como comisario enviado por el gobierno de Mauricio Macri al fútbol, y por fin se pudo llevar a cabo el pacto entre los dos sectores que ya había cerrado a mediados de 2016 pero que fue vetado entonces por el Gobierno de Macri por la falta de protagonismo del Grupo “Clarín”.

La gran pregunta es si con la salida de Tinelli, el tándem Tapia-Angelici seguirá respetando el pacto preexistente, dejando al adláter de Tinelli en la fallida lista opositora para las elecciones de presidente de AFA del 29 de marzo pasado, Rodolfo D’Onofrio, presidente de River, a cargo de la nueva estructura que fiscalizará el torneo de Primera División desde Puerto Madero, por fuera de la AFA.

No parece fácil, porque D’Onofrio hace su propio juego, se encuentra ahora ligado a la FIFA, y habría que ver si Angelici, viejo adversario y presidente de Boca, acepta un contrapeso como el de River en la Superliga, además de que la verdadera razón de ser de ésta es la de abrir una ventana a la chance de que se acepten las sociedades anónimas en el fútbol, viejo anhelo macrista desde los años noventa.

Todavía quedan varios meses para el inicio de la próxima temporada 2017/18, en la que la Superliga debería entrar a correr, y no sería de extrañar que Tapia-Angelici apuesten al desgaste (que ya dejó sin lista a los rivales para los comicios presidenciales del 29 de marzo) y a que sus adversarios acaben diluyéndose, toda vez que el tercer dirigente de peso opositor, el presidente de Vélez Sársfield, Raúl Gámez –en verdad, el más duro frente al grondonismo en los 35 años de mandato-, se encuentra aislado porque no comulga demasiado con el tinellismo, y ni siquiera pudo votar porque su club era uno de los ocho promedios más bajos en la tabla.

Con este contexto, y con la incertidumbre sobre si el pacto continúa con D’Onofrio o con Juan Sebastián Verón, al mismo tiempo jugador y presidente de Estudiantes de La Plata, lo que parece cada vez más claro es que el grupo de los presidentes de clubes grandes que ya maneja AFA (Boca, Racing, Independiente y Huracán) no quiere dejar de poner un pie (o más) en la futura Superliga,  y en el caso de Angelici, también ser comisario político de ésta para tener, en lo posible, todo bajo control gubernamental.
Claro que el gran problema, en el caso de que Verón quede a cargo de la Superliga, es poner la lupa sobre el CEO, porque si en la AFA no tienen peso, sería extraño que River y San Lorenzo se quedaran fuera de todo el sistema, tanto en Viamonte como en Puerto Madero. El pacto preexistente indicaba lo contrario.

Pero hay otro frente que entra ahora en un problema mayor y es la selección nacional. Sin Tinelli, el mayor interlocutor de los jugadores de peso, todo vuelve a quedar en manos de Tapia, al que muchos reconocen haber puesto la cara (y hasta dinero de su bolsillo) en los momentos de mayor crisis institucional, como durante la Copa América Extra de los Estados Unidos en 2016, pero también admiten que no será nada fácil el manejo del marketing en la nueva situación.

Tapia viene manejando como puede el intento de rebaja a la sanción de la FIFA a Lionel Messi, y viajó a verlo a Barcelona con el fin de persuadirlo para que se presente el próximo 4 de mayo en Zurich y no deje todo en manos de un descargo por escrito, pero habrá que ver cuáles son los manejos del grupo, y si como parece, Jorge Sampaoli está al caer como entrenador desde junio, significará que otra vez el círculo de los jugadores de peso se impuso sobre una decisión que debe ser dirigencial y no influida por quienes tienen que expresarse en el campo de juego y fuera del mismo.

Con la salida de Tinelli, comienza a desdibujarse aquel pacto de 2016 y de a poco, se va abriendo el camino para que Tapia despliegue su poder, tutelado por Angelici y por su suegro Moyano.


Es un hola al poder para el presidente de la AFA y un chau, chau, chauuuuuuuu, para quien quiso serlo, bajo la apariencia de una renovación, pero que chocó contra el establishment de la pelota, y prefirió irse, al menos por ahora.

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