Siempre se dijo que las dos caretas que representan
el teatro, no hacen otra cosa que interpretar en un momento lo que es la vida
misma, una sumatoria de alegrías y tristezas, como oposiciones permanentes, y
no es distinto lo que ocurre en estas horas en Madrid y en Barcelona, cuando el
próximo domingo deben enfrentarse en un partido decisivo de la Liga Española.
No sin polémicas, como viene ocurriendo
reiteradamente con los blancos, el Real Madrid todavía sueña con ser el primer
equipo que pueda ganar dos Champions Leagues consecutivas al eliminar, luego de
mucho sufrir en el Santiago Bernabeu, y en el tiempo extra, a un muy fuerte
Bayern Munich y con un polémico arbitraje del húngaro Víctor Kassai.
El Real Madrid recién pudo sacar clara ventaja en el
alargue, tras caer 1-2 en los noventa minutos, y allí explotó su jugador de más
por la expulsión del chileno Arturo Vidal,
aunque también debió irse antes de tiempo Casemiro y sin embargo, permaneció
en el campo.
También quedan en la duda dos de los tres goles de
Cristiano Ronaldo, por un evidente fuera de juego en uno de ellos y
posiblemente en otro (aunque esta jugada es muy fina) pero sí es evidente su
potencia y su enorme capacidad para definir, con cinco tantos en dos partidos
ante un rival temible como son los alemanes del Bayern, que se sintieron
estafados por el arbitraje.
Más allá de las polémicas, el Real Madrid tiene, en
este tiempo, un equipo potente, con mucho gol, con variantes, con un gran
Sergio Ramos en la defensa pero especialmente con dos laterales que son de los
mejores del planeta y si el brasileño Marcelo no es postulado en este tiempo
para el Balón de Oro sólo puede deberse a la posición que ocupa en la cancha.
No hay otra explicación.
Lo concreto es que Real Madrid, como la Juventus o
el Bayern Munich (ya eliminado) cuenta con una plantilla de gran calidad y en
la que los habituales suplentes pueden ser titulares sin que la estructura del
equipo se resienta, cosa que no ocurre con el Barcelona.
Los de Luis Enrique fueron eliminados esta vez de
los cuartos de final ante la Juventus sin ninguna chance de remontada, lejos de
aquella jornada heroica de la vuelta de octavos de final ante el PSG. Esta vez,
ni siquiera la célebre MSN pudo marcar un solo gol ante los italianos en tres
horas de juego de los dos partidos, lo que también es una clara demostración de
la solidez de una defensa que parece un muro y que sólo recibió dos tantos en
la competición.
Es la segunda temporada consecutiva, luego de ganar
la Champions en 2015, que el Barcelona no pasa los cuartos de final, lo que nos
dice mucho más que un resultado, sino que está demostrando que estamos ante el
fin de una etapa, aunque consideramos que no de un ciclo, como rápidamente
algunos medios intentan encender las alarmas.
No está en duda la filosofía de juego del Barcelona,
ni tampoco la mayoría de sus ejecutantes, que se encuentran en una mediana
edad, sino que el equipo necesita de ciertos recambios en algunas posiciones
(se quedó sin lateral derecho puro tras la salida de Daniel Alves, hay pocos
volantes de peso, y especialmente uno que reemplace al cada vez más veterano y
discontinuo Andrés Iniesta, y un club de este renombre requiere de un portero
contrastado y que marque la diferencia).
Con la salida de Luis Enrique asegurada, el
Barcelona tendrá que buscar un entrenador que no tema meter mano en la
estructura y la dirigencia, fichar jugadores que devuelvan la confianza a un
plantel que por ahora tiene no más de trece jugadores de un mismo nivel pero el
resto se encuentra varios escalones abajo.
Este Barcelona parece resquebrajado, muy lejos de
otros tiempos, y es claro que Luis Enrique no ha estado a la altura y que el
próximo entrenador tendrá que regresar a las fuentes de los tiempos de Frank
Rikjaard o Josep Guardiola.
El destino quiso que el domingo, Real Madrid y
Barcelona tengan que jugarse gran parte de la Liga en un Clásico que tendrá
muchos elementos para el análisis en el Bernabeu, y al que ambos llegan
anímicamente con las mismas expresiones
que las dos caretas del teatro. Uno, Real Madrid, puntero, local y clasificado
para las semifinales de Champions. El otro, Barcelona, a tres puntos y con un
partido más, y eliminado de la competencia europea.
Pero en Madrid hay otro equipo alegre por estas
horas y no es para menos. El Atlético, siempre dirigido por el argentino Diego
Simeone, llegó a la hazaña de su tercer semifinal de Champions en cuatro
temporadas, luego de tirar de oficio para empatar 1-1 en el muy difícil
escenario del Leicester, último campeón inglés.
Cuando el Atlético Madrid cayó por penales en la
final pasada ante su rival de la ciudad, el Real Madrid, muchos pensaron que
sería muy difícil remontar aquella situación al año siguiente, pero este equipo
ya ha demostrado carácter y un sistema aceitado que ha potenciado a sus
jugadores y que hoy le permite estar a dos partidos de una nueva definición
europea.
La serie contra el Leicester fue tan dura que acabó
definiéndose por un dudoso penal (la falta había sido fuera del área) en el
Vicente Calderón y por un gol inicial de Saúl en Inglaterra, para luego
resistir los embates locales y sacar adelante la revancha.
El Atlético, con mucha experiencia europea, y
lentamente consolidado en el tercer puesto de la Liga, promete ser un durísimo
rival para el equipo que le toque en suerte en semifinales de acuerdo con el
sorteo del próximo viernes.
Completa el cuadro de semifinales, junto a Real
Madrid, Atlético y Juventus, el sorprendente Mónaco, líder en la Liga Francesa
y con un juego a gran ritmo con un ataque demoledor, desde la gran promesa que
significa Kylian Mbappé, hasta el gran momento que vive el colombiano Radamel
Falcao, ahora sí, definitivamente salido de su larga lesión.
Cuatro equipos muy
diferentes entre sí, y un gran atractivo para esta Champions latina, que
llega a semifinales mirando a Cardiff, el escenario de su definición.
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