lunes, 8 de julio de 2019

Brasil, un merecido campeón, con juego discreto y algunos destellos de calidad (Interia)



                                                          Desde Río de Janeiro


Nadie podría decir que no esperaba un triunfo de Brasil, en una final como local, cuando ha ganado todas las Copas América jugadas en su casa, y ante un rival como Perú, al que le había ganado 5-0 apenas dos semanas atrás por la fase de grupos. Esta vez fue 3-1.

De ganar Perú, habría sido peor que aquel “Maracanazo” de Uruguay en el Mundial de 1950 porque sus chances eran escasísimas, pero terminó redondeando un partido digno, incluso parejo por muchos momentos en cuanto a dominio de balón, aunque la gran diferencia, como casi siempre marcó Brasil, estuvo en esos destellos de calidad en los momentos decisivos.

Este Brasil se caracterizó por eso como equipo: solidez defensiva, desde uno de los mejores arqueros del mundo como Alisson Becker (reciente campeón de la Champions League con el Liverpool), un gran lateral derecho como Daniel Alves, reconocido como mejor jugador del torneo, dos centrales de jerarquía como Thiago Silva y Marquinhos, compañeros del PSG, y aún dio la ventaja de no contar con un tremendo marcador izquierdo como Marcelo, gran figura del Real Madrid, que no tuvo una buena temporada y no fue convocado por el entrenador Tité.

A esa solidez defensiva hay que agregarle que sus volantes son de alta calidad, con uno más centrado en el aspecto defensivo como Casemiro, otro más distributivo como Arthur, y desde allí, la maquinaria ofensiva con juego correcto desde Philippe Coutinho hasta sus finalizadores como Roberto Firmino y Gabriel Jesús.

El gran problema de este equipo pasó, durante buena parte del torneo, con un inicio dubitativo por  la falta de gol, por la carencia de creatividad en el momento de la definición. Este Brasil no tiene un jugador desequilibrante, con magia, que cambie la velocidad del balón o quiebre el juego de un lado hacia otro de la cancha, como bien pudo ser Neymar, de no haberse lesionado, pero no le encontró reemplazante.

La calidad provino desde el lugar menos inesperado, cuando Tité se animó, por fin, a colocar por la izquierda a Everton, un futbolista que aún participa en su liga local, en el Gremio de Porto Alegre. Desde ese costado vino la solución a partir de un juego atrevido, veloz, pícaro, que era algo que últimamente no encontraba Brasil, demasiado europeizado, en vez de mantener su esencia sudamericana.

Fue entonces Everton el que conectó mejor con sus compañeros de ataque desde los cuartos de final, especialmente, y con los aportes de los ingresos de Willian por la derecha, y siempre con el resto de jugadores de pases correctos, aunque sin magia, Brasil se encontró en semifinales contra una Argentina ascendente, que bien le pudo haber ganado con otro arbitraje y en otro contexto (dos tiros en los palos, dos penaltis ni cobrados ni consultados al VAR).

Pero pasada Argentina, ante Perú, en la final, la selección brasileña volvió a aparecer en los momentos justos. Al cumplirse el cuarto de hora, cuando Perú tenía casi siempre el balón, ante el primer descuido y el gol de Everton, y tras el empate de Paolo Guerrero de penal. casi al finalizar el primer tiempo, justo antes del descanso, por Gabriel Jesús.

Ya asentado en el segundo tiempo, dejó venir un poco a Perú pero ya estaba aplomado, mejor parado, cuando Gabriel Jesús recibió la tarjeta roja por doble amarilla, y con su expulsión, Tité hizo cambios para que el equipo retrocediera unos metros, pero otra vez fue oportunista, y Zambrano terminó haciéndole otro penalti a Everton, que convirtió el recientemente ingresado Richarlison, y así, Brasil conquistó su novena Copa América (Uruguay tiene 15, Argentina 14), y la quinta en su país, donde jamás perdió una.

En el balance, exceptuando el muy polémico partido ante Argentina en semifinales, Brasil fue el mejor. Sólo recibió un gol (de penalti) y tuvo la virtud de acertar en los momentos justos, en el contexto de un torneo de nivel muy discreto, y con muy pobre organización, en líneas generales.

Perú hizo lo que pudo y de hecho, fue mucho más que hace escasos días ante el mismo rival. Es la tercera vez que esta selección llega entre las tres primeras en las últimas cuatro ediciones, y si se tiene en cuenta que pudo clasificarse al Mundial de Rusia después de 36 años de ausencia de la máxima cita, y en semifinales venció 3-0 a Chile, el anterior bicampeón, el saldo es altamente positivo, y el trabajo del entrenador argentino Ricardo Gareca podría proyectarlo a dirigir al equipo nacional de su país en 2020, pero eso se decidirá con más tranquilidad, y tras el regreso de todos a casa.


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