domingo, 7 de julio de 2019

Ricardo Gareca, el de los goles memorables, el pase “de la traición” de Boca a River, el ídolo en Talleres y Vélez que está más allá del bien y del mal en la selección peruana y que sólo le teme a la calvicie (Infobae)




                                                    Desde Río de Janeiro



El 24 de agosto de 1983, Ricardo Gareca convirtió en el Monumental de Núñez el único gol del Clásico con el que, por fin, la selección argentina le ganó a Brasil tras 13 años sin conseguirlo, terminando con el embrujo, y en el contexto de la Copa América. Casi dos años más tarde, el 30 de junio de 1985, y en el mismo escenario, también el mismo delantero marcó un agónico gol ante Perú que le dio la sufrida clasificación para el Mundial de México 1986 al equipo nacional, al empatar 2-2, que luego serviría para ganar el título mundial.

Gareca, que convirtió 6 goles en 20 partidos con la selección argentina, dos de ellos memorables, sin embargo, no estuvo en la máxima cita en la que los albicelestes se coronaron campeones del mundo y Diego Maradona fue entronizado como rey del fútbol mundial. Sin embargo, nunca se quejó, aunque le dolió no formar parte de la élite de los campeones del mundo, pero lo tuvo siempre claro. Reconoce que fue “el trago más amargo como jugador” pero que sobre el final de las clasificatorias “yo no estaba en un buen nivel. No estaba bien anímicamente. Tenía expectativas muy importantes en la Selección y no se me cumplieron. Fue un golpe muy duro no ir al Mundial”.

La vida de Gareca podría ser una película, y hasta una miniserie, por la cantidad y calidad de etapas que vivió, con una enorme capacidad de resiliencia, para transformar aspectos negativos en positivos, para encontrar siempre una razón para aferrarse y seguir el camino hasta encontrar el punto de equilibrio.

“El Tigre” o “El Flaco” Gareca nació en Tapiales el 10 de febrero de 1958. Hincha confeso de Vélez, hizo las divisiones inferiores en Boca donde alcanzó a debutar en 1978 en medio de la enorme cantidad de partidos que jugaba el equipo de Juan Carlos Lorenzo, pero su gran destape fue en el Metropolitano de 1981, justo cuando a Boca llegaron Diego Maradona y Miguel Brindisi. Eso lo obligó a buscar un club donde jugar y tener una continuidad, y fue entonces a préstamo al ascendido Sarmiento de Junín, y no desaprovechó su oportunidad, como centrodelantero entre el “Toti” Iglesias y Sergio Apolo Robles. Convirtió 13 goles en 33 partidos, pero mucho más que eso, mostró un alto nivel, buena técnica, y enorme potencia en ese torneo.

Tanto fue así, que Silvio Marzolini, el director técnico de Boca, pensó en su inmediato retorno para el Nacional de ese mismo año, y le hizo un lugar entre los mismos cracks que antes le habían sacado su lugar, Maradona y Brindisi.  Se convirtió rápidamente en ídolo, marcó goles en el Superclásico, y Víctor Hugo Morales, haciendo juego con la película de comedia, lo llamó “Alto, rubio y con un zapato negro” en sus relatos.

Llegó a ser incuestionable en Boca, más aún cuando Maradona emigró en 1982 y Brindisi, a finales de 1983, al punto de que la revista “El Gráfico”, en 1984, publicó un artículo llamado “Los intocables” en el que aparecía nada menos que con Gatti, representando a Boca, Norberto Alonso (River), Ricardo Bochini (Independiente) y Jorge Rinaldi (San Lorenzo) –Racing jugaba en Primera B-. Todos estaban vestidos como aquellos personajes de la banda de Eliot Ness.

Carlos Bilardo comenzó a convocarlo a la selección argentina, tras un breve paso en la anterior etapa de César Luis Menotti, y Gareca atravesaba días felices que muy poco tiempo después, se convertirían en un serio problema. Boca había quedado muy dañado en su economía por la fortuna pagada por el pase de Maradona tres años atrás y por la “Tablita” de Martínez de Hoz y la mala administración de sus dirigentes, y de a poco, fue perdiendo la localía en una Bombonera clausurada, había sido intervenido por el Estado, y sus equipos usaban una camiseta blanca con números pintados de negro con marcador, que se desdibujaban con la transpiración.

Con su inseparable amigo de las divisiones inferiores, Oscar Ruggeri, comenzó a tener dificultades para el cobro, ambos habían arreglado el aumento mínimo del 20 por ciento por dos temporadas, y durante 1984, la relación con el club fue un calvario. Ambos reclamaban la libertad de acción, Boca lo negaba aduciendo que les había hecho otro aumento en sus cobros, el plantel comenzó a resquebrajarse y la situación explotó a principios de 1985, cuando tras arduas reuniones, tomó la posta Futbolistas Argentinos Agremiados y para no quedarse sin dinero con la pérdida de los jugadores, apareció River y se los llevó a cambio de una suma de dinero, y los pases de Julio Olarticoechea y Carlos Tapia.

De repente, Gareca pasaba de ídolo a traidor. De Boca a River sin escalas, y en el primer Superclásico, apareció todo el rencor de la hinchada de Boca y un tremendo patadón de Roberto Pasucci a Ruggeri, a modo de bienvenida, pero el paso de Gareca por River fue fugaz, y a los seis meses ya estaba vistiendo la camiseta de América de Cali.

En Colombia vivió una etapa intensa, en tiempos en los que los principales equipos eran vinculados al narcotráfico. En el libro “El hijo del ajedrecista”, de Fernando Rodríguez Mondragón, el autor se refiere a la figura de su padre, uno de los principales líderes de uno de los cárteles, Gilberto Rodríguez Orejuela, y cuenta de los vínculos con el América de Cali y lo que significaba jugar a mediados de los años Ochenta en la liga colombiana, y cómo siendo futbolista, como Gareca, resultaba muy complicado escapar de esas molestas compañías.

Gareca coincidió en el América de Cali con jugadores como su compatriota Julio César Falcioni y Carlos Ischia, los paraguayos Roberto Cabañas, Juan Battaglia y Gerardo González Aquino, el uruguayo Sergio Santín, el peruano Julio Uribe,  y los delanteros colombianos Antony De Avila y Willington Ortiz, dirigidos por el doctor Gabriel Ochoa Uribe. Arañaron tres veces el título de Copa Libertadores, pero en todos los casos, fueron postergados. En 1985, perdieron la final ante Argentinos Juniors, en 1986 ante el River del Bambino Héctor Veira (cuando fue marcado por su amigo Ruggeri y tras ser provocado, Gareca fue expulsado), y la peor, en 1987, cuando a diez segundos de coronarse ante Peñarol en Chile, llegó el gol de Diego Aguirre para los uruguayos. “El Tigre” fue el goleador del torneo con 7 goles, a modo de consuelo.

A su regreso a la Argentina, en 1989, jugó para el equipo de sus amores, Vélez, aunque ya en el final de su carrera, fue convocado por Brindisi para jugar en Independiente y ganó el Torneo Clausura 1994 y se dio cuenta de que no había mejor forma de retirarse que con ese título. Llegó a marcar 208 goles en su carrera.

Rápidamente le llegó la oportunidad de ser director técnico cuando fue convocado en 1995 por San Martín de Tucumán, aunque el paso siguiente lo marcaría mucho más, cuando asumió en Talleres de Córdoba en 1996, en reemplazo de Osvaldo “Chiche” Sosa.  Estaba en la B Nacional, y el equipo comenzó a tomar confianza de a poco, hasta que llegó el 16 de noviembre, cuando goleó a Belgrano por 5-0 en el clásico cordobés, el más abultado de la historia en partidos oficiales. Pero el gran salto a la Primera A lo daría en la temporada 1997/98, luego de haber estado dos veces cerca del ascenso, cuando por fin lo consiguió, tras una sufrida final otra vez ante Belgrano, por penales, en una dramática definición. Talleres se había impuesto 1-0 en la ida, ganaba también 1-0 en la vuelta, Belgrano se lo dio vuelta, y cuando tuvieron que ir a penales, Gareca había reemplazado ya a sus mejores jugadores (Diego Garay, Rodrigo Astudillo y Daniel Albornós).  La etapa se coronaría con el título de la Copa Sudamericana en 1999, lo máximo en el nivel internacional conseguido hasta ahora por “La T”.

Gareca –muy querido en Talleres- dice que de esa experiencia aprendió mucho. Volvería al club en 2001 y 2007 aunque sin aquellos resultados de su primera etapa y apenas ganó un partido entre los dos ciclos cortos, pero con un legado: hizo debutar a los 17 años en Primera a Javier Pastore, por el que el club se recuperaría un poco en lo económico.

Pasó por Colón, Quilmes y Argentinos Juniors sin dejar demasiada huella hasta que en 2005 viajó a Colombia para dirigir al América de Cali, con buenos resultados pero inconvenientes con los dirigentes y se fue en 2006 al Independiente Santa Fe de Medellín, pero otra vez no le fue bien.

En setiembre de 2007 fue contratado por Universitario de Deportes, de Perú, con el que consiguió escalar posiciones y consiguió el pase a la Copa Sudamericana, y fue campeón del Apertura 2008 clasificándose para la Libertadores 2009 (llevaba 7 años sin títulos).

A su regreso a la Argentina, por fin, recalaría en Vélez. Enseguida que asumió quiso aclarar que por más que sea hincha del club “llego como entrenador, desde otro lugar” y agradeció las recomendaciones de Christian Bassedas y Carlos Bianchi, dos grandes figuras de la entidad de Liniers. Allí desarrollaría uno de los mejores trabajos de su carrera.

En 2009 ganó el Torneo Clausura tras un muy polémico partido ante el Huracán de Angel Cappa, que llegaba a Liniers en la primera posición en la tabla y sólo Vélez lo podía alcanzar en la última fecha, por lo que adquirió ribetes de final. El “Globo” resistió el empate hasta cerca del final cuando Maxi Moralez aprovechó un choque entre el delantero Joaquín Larrivey y el arquero Gastón Monzón (Huracán reclamó falta, no cobrada) y con ese gol, Vélez fue campeón. Cappa siguió diciendo hasta hoy que se trató de “un robo” mientras que el árbitro Gabriel Brazenas nunca más volvió a dirigir profesionalmente.

El ciclo exitoso de Vélez con Gareca se extendió hasta 2013 con gran protagonismo en casi todos los torneos de la época y varios títulos, cuando ya no era habitual que un entrenador durara tanto en el cargo. En 2011 logró ser protagonista al mismo tiempo del campeonato y la Copa Libertadores (llegó a semifinales tras 17 años, en los tiempos de Bianchi) y ganó el Clausura, en el que fue puntero desde la segunda mitad de la disputa. Un año y medio después, en diciembre de 2012, obtuvo el título de campeón del Torneo Inicial, y medio año más tarde, en junio de 2013, se coronó Supercampeón argentino al vencer a NOB (ganador del Torneo Final) en Mendoza.

Fueron años gloriosos para Vélez porque además de los 4 títulos entre 2009 y 2013, fue semifinalista de la Libertadores 2011 y de la Sudamericana 2011, subcampeón del Apertura 2010, y tercero en Apertura 2011, Clausura 12 e Inicial 13 hasta que en mayo de 2014 fue contratado por el Palmeiras, aunque no le fue bien y le criticaron mucho la contratación de los argentinos Fernando Tobio, Agustín Allione, Pablo Mouche y Jonathan Cristaldo.

En marzo de 2015 se hizo cargo de la selección peruana,  uno de sus períodos más fructíferos. Sin embargo, el ciclo no comenzó nada bien. Perdió 2-0 ante Colombia por las clasificatorias al Mundial 2018 y en 7 partidos, su campaña era peor que la anterior para 2010 con el Chemo Del Solar: 4 puntos sobre 28. Sin embargo, lo ayudó el hecho de llegar a semifinales con la Copa América de Chile en ese mismo año, cuando cayó ante los locales 2-1 pero acabó con 10 jugadores por la expulsión de Carlos Zambrano y luego consiguió ser tercer lugar al vencer 2-0 a Paraguay.

Entonces, optó por hacer un cambio radical en el equipo, quitando a experimentados  como Claudio Pizarro, Carlos Zambrano y Juan Manuel Vargas y optando por los jóvenes. Desde esa fecha 7 Perú solo perdió 2 partidos más y sacó 26 puntos para llegar al quinto lugar (sacó un 0-0 en la Bombonera ante Argentina) y se clasificó para el repechaje ante Nueva Zelanda para el Mundial de Rusia.

En el Mundial no tuvo suerte: le tocó primero contra Dinamarca y Francia y en los dos perdió por la mínima diferencia y luego ganó a Australia 2-0. Tuvo que lidiar con una larguísima suspensión de la FIFA a Paolo Guerrero por un caso de doping ante Argentina en Buenos Aires, y fue autorizado provisionalmente, pero no encajaba con el equipo por falta de futbol.

Renovó por otros 4 años en agosto de 2018 -su amigo Ruggeri dijo días pasados que tardó en hacerlo porque por un mes esperó en vano el llamado desde la AFA para asumir en la selección argentina- y es el DT con más partidos en la historia de la selección peruana, incluso más que Marcos Calderón, quien la dirigió en el Mundial 1978.

Su trabajo en la selección peruana (con la que llegó a una semifinal y a una final de Copa América y la clasificó para el Mundial de Rusia) se basa en una buena sinergia grupal como sus colaboradores Sergio Santín (ex compañero suyo en el América de Cali), el ex jugador de Boca e internacional peruano Norberto Solano y que cuenta con participaciones de Esteban González como “espía” de los rivales.

“Creo que una de las claves en mi trabajo en la selección peruana fue enfocarme en la autoestima de los jugadores. Yo lo entiendo así. Si les trabajáramos sus defectos a nuestros hijos, esos chicos van a crecer llenos de dudas, y nosotros nos centramos mucho más en las fortalezas cuando acá, antes, se hablaba mucho de la debilidad, de lo psicológico, de la indisciplina”, comentó Gareca en una entrevista con la TV peruana.

Gran parte de este enfoque proviene de uno de sus ex colaboradores que ya no trabaja con él desde principios de 2019, el psicólogo rosarino Marcelo Márquez. Gareca intentó reemplazarlo  por el coach Giacomo Scerpella, que venía trabajando en los seleccionados juveniles, y también convocó al ex jugador peruano de Estudiantes de La Plata, Juan Comíngez (también con estudios de coaching) pero quien terminó siendo determinante en esta Copa América, especialmente tras la dura derrota en la fase de grupos ante Brasil (5-0) fue Juan Carlos Oblitas, director de Selecciones Nacionales e ídolo del fútbol peruano.

Oblitas, muy respetado por su condición de dos veces mundialista y de gran prestigio, terminó dejando de lado su condición de dirigente y pasó a tener un rol privado de acercamiento a los jugadores. Les dio charlas, habló con ellos en privado. Despúes de la goleada ante Brasil hubo, una reunión extensa y por eso, en la última conferencia de prensa, Gareca le dedicó el triunfo ante Chile (3-0) en semifinales. Oblitas había preferido quedarse en Brasil apoyando al equipo pese a que en Lima se había muerto un primo hermano suyo en un accidente.

Gareca tiene un profundo agradecimiento a Oblitas, por toda su colaboración. “Fue determinante. Él me recomendó, me vino a ver a Bs As, en 2015 y me dijo que me quería hasta Qatar 2022. Yo le dije que pensemos en el ahora y en clasificarnos para Rusia 2018. Siempre te piden más de dos años y a mí eso no me va, yo no quiero comprometerme por tanto”.

“El Tigre” también reconoce que quien le dio el último empujón para tomar el cargo de director técnico de Perú fue su ex compañero en Boca, Carlos “Cacho” Córdoba. “Me dijo que le gustaba, que le pintaba bien y que por la forma de ser de los peruanos, ese trabajo era ideal para mí. Yo estaba evaluando una oferta para dirigir a la selección de Costa Rica pero no conocía mucho de ese fútbol y por suerte, hice caso a los consejos”, reveló en una entrevista con el programa “Simplemente Fútbol”, por ESPN.

Gareca, literalmente, no puede caminar tranquilo por Lima. Vive en la zona acomodada del Malecón Cisneros, en el distinguido barrio de Miraflores, frente al mar. Es un ídolo absoluto y goza del reconocimiento general, al punto de que muchos creen que si se presentara para una elección presidencial en el país, la ganaría sin dificultades.

“Me genera vergüenza que puedan decir que yo ganaría una elección presidencial en Perú. Hay que ponerlo en un contexto de que hacía 36 años que no se iba al Mundial y se trata de un pueblo agradecido, afectuoso. Con los jugadores no quiero ser un padre, soy su entrenador pero eso no significa que la relación no pueda ser amena, de respeto”, respondió ante la pregunta de la TV peruana.

Su vínculo con la resiliencia, la capacidad de adaptación a todo tipo de circunstancias para rescatar lo positivo y seguir adelante, puede resumirse en esta frase sobre sí mismo: “Hay entrenadores con más y menos paciencia con los jugadores, y yo soy un entrenador de, acaso, excesiva paciencia, y yo veía en ellos buen pie. Y además, el peruano juega en césped sintético, en el frío, en el calor, en la altura y se adapta. A mí me gustó aunque no había una buena opinión porque estaba acostumbrado a las decepciones”.

Casado con Gladys Hartintegui en 1985, tiene dos hijos, Milton y Robertino, uno preparador físico y el otro, DT, y tiene dos nietos. “Duré tanto en mi matrimonio pero eso no significa que siempre todo haya estado bien. Todos cometemos nuestros errores pero lo importante es sopesar la gravedad o no de esos errores y el crecimiento que eso implica en la relación y reconozco que por mi tipo de trabajo, es mi esposa la que llevó el peso del hogar y en la relación con mis hijos, aunque siempre trato de estar presente, en lo que pueda”, reconoció en una entrevista.

Dice no temer “ni al paspo del tiempo, ni a la vejez, ni a las arrugas, ni a la acumulación de grasa” pero que tiene su kryptonita verde, “la calvicie”. “Me cuido mucho el pelo, me lo hago tratar cuantas veces puedo y me cargan con que si logramos algún objetivo me lo van a cortar”, advierte.

Daniel Albornós, promovido por Gareca a la Primera de Talleres, sostuvo años más tarde que el Tigre “se convirtió en estratega. Descubre cada vez con más precisión qué es lo que necesita el equipo, interpretando adecuadamente los partidos. Creció desde ese lugar, por eso se acomodó. No le teme a los escenarios complicados, y en Perú lo pudo demostrar”.

Ante Brasil, por la final de la Copa América, Gareca tendrá otro capítulo más de resiliencia en su vida, aunque ya nada parece que cambie su relación con la sociedad peruana, que le ha levantado un monumento en el Parque Argentina, en la localidad de San Miguel, inaugurado a poco de lograr la clasificación al Mundial de Rusia 2018. Aparece posando junto a Paolo Guerrero con el título “Monumento a los Hombres del Mundial”.






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