Meses después de
la llegada del portero belga Thibaut Courtois, el Real Madrid vuelve a
descubrir, y otra vez ante el Bayern Munich, aunque ahora sea en un partido
amistoso (como antes fue en un encuentro decisivo por la Champions League), los
valores del costarricense Keylor Navas, al que fichó tras su destacada
actuación en el Mundial de Brasil 2014, y que tras ser fundamental en la
obtención de Copas de Europa y Mundiales de Clubes, un día desplazó de la
titularidad simplemente porque llegaba alguien más joven y con más marketing
que él.
Si el Real
Madrid fue capaz de hacer eso, de sentar en el banquillo a Navas porque sí, sin
que mediara una explicación desde lo deportivo (simplemente, porque no había de
dónde agarrarse), no fue menos con el galés Gareth Bale desde su llegada al
club blanco, procedente del Tottenham Hotspur, en 2013, por cien millones de
euros, el precio más caro pagado por el club en su historia, con un contrato
por seis años y con diez millones de euros anuales de salario.
Ese contrato
original habría terminado por estos días pero en octubre de 2016, el Real
Madrid decidió renovarle hasta 2022, con un salario actualizado y siempre anual
de veinte millones, y a ese jugador que definió tantos partidos importantes
para el equipo, como la final de la Champions de Kiev en 2018 ante el
Liverpool, o la del Mundial de Clubes de ese mismo año ante el Al Ain de
Emiratos Árabes en Abu Dhabi, o la final de la Copa del Rey ante el Barcelona
en 2014, ahora no se lo quiere más.
El Real Madrid
se da el lujo de que el mismo entrenador, Zinedine Zidane, que hace unos pocos
años decía que Bale jugaría “siempre” en el ataque junto a Cristiano Ronaldo y
Karim Benzema “simplemente porque son los mejores que tengo”, ahora sostenga
que “si Bale se va hoy o mañana, mejor aún”, aunque el agente del jugador,
Jonathan Barnett, salga a aclarar que si el galés se va “es porque él lo quiere
y no porque el Real Madrid o Zidane lo empujen”.
Más allá de que
sea cierto que la oferta del Tottenham para que Bale regrese a sus filas es
demasiado baja (cincuenta millones) o que el galés no quiera jugar en el fútbol
chino (una de las pocas posibilidades de salida, junto a la oferta al PSG de
Bale más noventa millones por el pase de Neymar), llama la atención cómo en el
Real Madrid se cansan rápido de sus propios cracks y se buscan explicaciones de
cualquier clase para sostenerlo.
Si Keylor Navas
necesitaba a Courtois para que “no se relajara y tuviera competencia seria por
el puesto”, resulta que Gale “no tiene compromiso con el equipo en los
entrenos” o “se hizo construir un campo de golf en su casa” y no acierta ni a
jugar a las cartyas con sus compañeros porque no se integra.
Lo que Bale haga
en el campo de juego, vistiendo de blanco, importa poco cuando pasan algunos
años y surge la chance de traer a otra estrella de talla mundial, llámese Eden
Hazard, o Christian Eriksen, o el propio Neymar.
Ni James
Rodríguez interesa más, no porque juegue menos, sino simplemente porque pasaron
cinco años de aquella gran performance en el Mundial de Brasil con la camiseta
colombiana y su adaptación no fue inmediata, sino que debió pasar unas
temporadas en el Bayern Munich donde demostrar su clase. Pero de nada valió.
De nada vale ser
una estrella y ni siquiera rendir como tal en el campo. Llegará un momento en
el que en el Real Madrid, y su prensa cercana, se cansarán por el propio
hartazgo de ver las mismas caras, aunque éstas hayan dado tres Champions
seguidas y tres Mundiales de Clubes seguidos. Eso, en la Casa Blanca, es apenas
una anécdota.
Ya ocurrió en
2003, cuando ganó la Liga Española con Vicente Del Bosque como entrenador.
Venía de ser campeón de la Champions en 2002, con Zidane, Ronaldo, Figo, Raúl,
Hierro, pero no alcanzó. El presidente Florentino Pérez -el mismo de ahora-
decidió prescindir del DT, acaso por tener una importante tripa, poco cabello y
bigotes que no estaban a la moda, y del mediocentro francés Claude Makelelé,
que no era rubio ni de ojos claros, y que entonces vendía menos camisetas.
Acabó perdiendo
todo y no encontró un mediocentro como Makelelé por muchos años. También allí,
el madridismo se había hartado de todo, y comenzó a perderse, porque no quería
ver esas mismas caras. Necesitaba la adrenalina de lo nuevo, porque sí, nada
más, sin una explicación clara.
La historia
vuelve a repetirse, y así como nadie entiende con precisión lo de Navas, pero
cierran todos los ojos, ahora le abren la puerta de salida a Bale, y mañana
será tarde para arrepentirse, cuando comiencen a extrañarlo.
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