Desde Río de Janeiro
“Lamentablemente,
lo sucedido ayer entre nuestra selección y su similar de Brasil merece una
profunda reflexión que pone en duda que se hayan observado los principios de
ética, lealtad y transparencia que usted recurrentemente invoca, y esta
reflexión encuentra sustento en todas las irregularidades advertidas antes y
durante el mencionado partido donde ha quedado evidenciado que la selección
nacional ha sido claramente perjudicada por el cuerpo arbitral encabezado por
Roddy Zambrano durante todo el desarrollo del partido y en particular, por la
no utilización del VAR en dos jugadas concretas que hubiesen, sin dudas,
revertido el resultado final”.
Así comienza la
durísima carta que la Federación Argentina (AFA), con la firma de su
presidente, Claudio Tapia, le envió en las últimas horas al presidente de la
Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez, en la que también hace referencia
“a la imprudencia en la designación arbitral, agravado por la presencia del
presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, en el estadio Mineirao, que no pasó
inadvertida para jugadores, dirigentes y público en general, ya que fueron
evidentes sus manifestaciones políticas, durante el desarrollo del juego”, en
referencia a “los principios de injerencia política en FIFA y en Conmebol”
y hasta critica al presidente del Comité
Arbitral de la Conmebol, el brasileño Wilson Seneme, porque alberga en su
organismo a un ex árbitro argentino, Héctor Baldassi, “que no representa a la
AFA y que al ser diputado nacional,
puede generar conflictos de intereses”.
La carta termina
señalando que muchos jugadores de la selección argentina en la Copa América “lo
hicieron por primera vez y regresan decepcionados y descreídos” con este
sistema y con las irregularidades en el uso (o no) del VAR.
El escándalo en
las decisiones arbitrales del ecuatoriano Zambrano y el VAR, a cargo del
uruguayo Leodán González está creciendo, al punto de que esta carta podría ser
el punto de inflexión en la siempre compleja relación entre la AFA, la Conmebol
y la Confederación Brasileña (CBF), que ya era difícil por lo ocurrido en la
pasada Copa Libertadores de 2018, cuando en los octavos de final, el
tratamiento no fue el mismo para dos jugadores que no debieron ser alineados
por estar suspendidos.
La Conmebol no
sancionó a River Plate pese a que fue convocado en el equipo el volante
Fernando Zuculini, que arrastraba una suspensión, y este equipo eliminó a
Racing Club y se clasificó a cuartos de final, mientras que Carlos Sánchez,
tampoco podía jugar para el Santos, fue incluido, y el club brasileño fue
sancionado y acabó siendo eliminado por Independiente (Argentina).
En ese momento,
Santos protestó ante la Conmebol acompañado por todos los clubes brasileños,
que volvieron a hacer lo mismo ante Conmebol en cuartos de final, tras lo
sucedido entre Boca Juniors y el Cruzeiro, cuando el defensor del Cruzeiro Dedé
chocó contra el arquero de Boca Juniors, Esteban Andrada, le lesionó la
mandíbula (en cuartos de final) y fue expulsado, aunque el choque pudo ser
involuntario (si bien, el defensor fue con mucha violencia).
El respaldar
desde otros clubes brasileños al “perjudicado” era una forma de mostrarse
juntos ante lo que creían, era un intento de las autoridades de Conmebol de
venganza porque meses antes, durante el Mundial de Rusia, la Conmebol había
acordado una alianza con la Concacaf para apoyar su candidatura para organizar
el Mundial 2026 en Canadá, México y estados Unidos, a cambio de su voto para
apoyar a los países de Conmebol para organizar en 2030 un Mundial en Argentina,
Uruguay, Chile y Paraguay, pero Brasil, sorpresivamente, votó por Marruecos en
la FIFA y pocos días después, el presidente de la AFA, Tapia, habló ante la
prensa de “traición, porque no hay peor traición que la de un amigo”.
Este de ahora,
en la Copa América, parece ser un nuevo capítulo de esa batalla entre AFA y
CBF, que además, parece encerrar una advertencia: que en 2020 habrá otra Copa
América y Argentina será, junto con Colombia, uno de los países organizadores.
La historia
continuará, y parece una bola de nieve, que no se sabe hasta dónde llegará.
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