sábado, 30 de noviembre de 2019

La selección española y una inesperada puja por el cargo de entrenador (Interia)




La selección española ganó el Grupo F clasificatorio para la Eurocopa 2020 con cinco puntos de diferencia con su inmediato perseguidor, Suecia, y con ocho partidos ganados y dos empatados, sin derrotas y con 31 goles a favor y apenas 5 en contra. Podría decirse que esas cifras son casi perfectas para un equipo que a todas luces, ya no es el de los Xavi Hernández, Xabi Alonso o Andrés Iniesta, sino otro de transición hacia una nueva etapa.

A cargo de esta selección española estuvo Robert Moreno, alguien no tan conocido en el mundo del fútbol, pero que como segundo entrenador, tuvo que hacerse cargo del equipo ante una situación muy particular, como la grave enfermedad, que luego derivó en la muerte, de la hija de quien fuera designado entrenador del equipo español, Luis Enrique Martínez.

Hasta aquí, no parece haber ninguna clase de conflicto y hasta parecía lógico que, superado el problema personal del ex entrenador del Barcelona y de la Roma, éste quisiera regresar por su cargo y que ambos, junto a Moreno, continuaran juntos en el staff, pero no fue lo que ocurrió.

Cuando estaba terminando la clasificación a la Eurocopa, hace escasos días,  la Federación Española le comunicó a Robert Moreno una noticia importantes: que Luis Enrique les había manifestado su deseo de regresar y que su pretensión era concretarlo para conducir al equipo ya desde la Eurocopa de 2020, y que la dirigencia del fútbol español consideraba lógico el regreso, tomando en cuenta que cuando Luis Enrique les manifestó el problema personal, le dijeron que tenía las puertas abiertas para regresar.

Sin embargo, a Moreno se le cambió el semblante y llegó al vestuario, en el partido ante Rumania, gritando, muy alterado, y sosteniendo que lo habían despedido. A tal punto fue así, que ni siquiera aceptó concurrir a una reunión con el presidente de la Federación, Luis Rubiales, y con el director deportivo, el ex portero José Francisco Molina. A cambio, envió a sus abogados para arreglar el finiquito.

El revuelo que se generó con todo esto en el fútbol español es total, pero hay un punto que recién ahora, con el paso de los días, puede entenderse. ¿Qué fue lo que ocurrió entre Luis Enrique y Robert Moreno para que éste último se considerara despedido o fuera da la selección española en vez de alinearse con su ex compañero del cuerpo técnico y continuar como su segundo?

Lo que ocurrió es muy típico de los seres humanos. Moreno, cuando Luis Enrique tuvo que dejarlo, comenzó a funcionar muy bien, obtuvo excelentes resultados, y consiguió ser querido y respetado por la plantilla, al punto de pensar que ya no estaba para ser segundo de nadie y por momentos, ya se proyectó como líder del grupo, sin pensar en que la posibilidad de la vuelta de Luis Enrique estaba tan cercana.

Tanto es así, que todo indica que en dos partidos de clasificación a la Eurocopa, ante Suecia e Islas Feroe, Moreno tomó decisiones que no fueron del gusto de Luis Enrique, quien fuera del sistema, nada pudo hacer y tragó, pero que nunca aceptó y tomó como una deslealtad (palabra que utilizó en su conferencia de prensa de su regreso a la selección española el martes pasado) como que en la portería estuviera Kepa Arrizabalaga (del Chelsea) y no David De Gea (del Manchester United), quien para el entrenador re-entrante es el claro titular.

Algunas decisiones como éstas fueron derivando en un enorme distanciamiento entre ambos y no fue de extrañar entonces que al intentar regresar, Luis Enrique haya dejado claro que no quería en su staff a Moreno, quien se sintió maltratado por la Federación, cuando, en verdad, sintió que estaba para más de lo que le correspondía.

“Para mí, Robert es desleal. Yo no lo haría y no quiero a nadie de esas características en mi staff. La ambición desmedida no es una virtud, sino un gran defecto. En la vida, las situaciones ayudan a conocer a las personas. Es una forma de ver quién es mi amigo y quién, no. Y me atrevo a decir que Rubiales y Molina han sido honestos, leales y sinceros conmigo”. Todo eso dijo Luis Enrique cuando fue presentado el miércoles como entrenador pensando en la próxima Eurocopa y con contrato hasta el Mundial de Qatar 2022.

Lo que es claro es que se trata de una situación que debió ser más tranquila y menos contradictoria. Un DT que tiene un problema personal se toma una licencia, el que lo reemplaza lo hace bien pero su mete se nubla y ya se cree dueño de un lugar en el que sólo está de inquilino, y luego la va de víctima y de maltrato cuando regresa el titular.

De todos modos, la Federación Española debe meditar mucho sobre lo que está ocurriendo desde  que Julen Lopetegui reemplazó a Vicente Del Bosque, porque a la situación de los días previos al Mundial  2018, cuando el DT fue despedido por haber aceptado formalmente una oferta para dirigir al Real Madrid tras el torneo de Rusia, ahora hay que agregarle estos extraños hechos entre Luis Enrique y Robert Moreno.

España juega bien, se clasifica y se mantiene en el top de las selecciones europeas, pero evidentemente, tiene un serio problema de comunicación.


martes, 26 de noviembre de 2019

Zidane parece volver a encontrarle la vuelta al Real Madrid (Interia)





Cuando a pocas semanas del final de la Liga Española pasada se anunció el regreso de Zinedine Zidane al banquillo del Real Madrid, la mayoría se cansó de repetir aquel dicho que sostiene que “segundas partes nunca fueron buenas” y no le faltaba razón: el equipo aparecía cansado, aburguesado, lento y viejo.

Los resultados no llegaron y tampoco el inicio de la temporada nueva 2019/20 auguraba algo distinto. Todo lo contrario: el ruido que había hecho la salida de Cristiano Ronaldo era tan grande que no se encontraba manera de suplirlo. La llegada del belga Eden Hazard, la gran esperanza blanca por encontrar un camino diferente, no contribuyó demasiado. El extremo ex Chelsea volvió de las vacaciones muy excedido de peso y no hablaba su forma tradicional, mientras que tampoco se consolidaba el joven delantero Vinicius Junior.

Pero como suele ocurrir con Zidane, éste apeló a su habitual perfil bajo. Pocas declaraciones, aunque su equipo aparecía, por fin, peleando por ganar la Liga, y con resultados sólo normales en la Champions League, donde quedó ya segundo de grupo por detrás del poderoso PSG francés, con el que debutó cayendo mucho más que por el 3-0 final en París.

Zidane pudo sacar partido de una situación de tensión con el galés Gareth Bale, un gran delantero muy resistido por la prensa española y parte de la afición por su aparentemente escaso compromiso con el club, que derivó en la pancarta mostrada antes de su último compromiso con su selección nacional: “Gales, golf, Madrid, in that order”. En el Santiago Bernabeu no se lo perdonaron.

Pero Zidane no necesitó llegar a tanto y es más, relativizó su oposición a la titularidad del galés. En el final de la temporada pasada había chocado tanto con el agente del jugador que ahora no necesitaba tanta guerra y menos, si la propia dirigencia no se lo recomienda. En cambio, lo que hizo fue ir diseñando un esquema a partir de los jugadores que veía en mejor forma.

Entonces, el francés fue dándole cada vez menos espacio a Isco Alarcón y a Lucas Vázquez, tampoco pudo consolidarse Vinicius Junior aunque fue ascendiendo su compatriota Rodrygo, y entendió que era momento de jugar con un 4-4-2 en vez de hacerlo con el anterior 4-3-3 con el éxito de tres títulos de Champions League. Leyó bien que este tiempo requería otra cosa, y consistía en ayudar al brasileño Casemiro a recuperar el balón para poder liberar a Toni Kroos (a quien nunca vio como mediocentro, como era colocado por Rafa Benítez) y eventualmente a Luka Modric, de muy bajo nivel en el inicio de temporada.

Apoyado en la capacidad jugadora (y especialmente goleadora) de un Karim Benzema, muy crecido desde la salida de Cristiano Ronaldo, y la recuperación física de Hazard, que fue perdiendo peso, la clave de este Real Madrid es el uruguayo Federico Valverde, gran complemento de Casemiro en la recuperación y en la liberación de Kroos, Modric o Isco, los volantes ofensivos.

Así es que en los dos últimos partidos,  y más allá de que el PSG consiguió empatarle 2-2 en el final, el Real Madrid volvió a mostrar ese fútbol jugado con técnica, intensidad y estética como en sus mejores tiempos y promete grandes espectáculos como la mejor forma de ir hacia el camino del  retorno a la gloria.

La historia de las finales agónicas de Copa Libertadores y Champions League




El duro golpe recibido por River en Lima ante el Flamengo no es el primero de su historia. En 1966, se fue al descanso ganando 2-0 en el partido decisivo de la Copa Libertadores ante Peñarol de Montevideo, pero los uruguayos lograron empatar para imponerse 4-2 en el alargue, y en 1976, también en Santiago de Chile, cayó ante Cruzeiro por 3-2 en el tercer partido, con un gol de tiro libre a dos minutos del final.

River había llegado a la final de la Copa Libertadores de 1966 como subcampeón argentino (llevaba nueve años sin conseguir un título local) y debía enfrentar a un poderoso Peñarol que en la séptima edición del torneo sudamericano ya iba en búsqueda de su tercer campeonato y le había ganado 2-0 en el partido de ida en el estadio Centenario, y como los argentinos vencieron 3-2 en la revancha del Monumental, hubo que ir a un tercer y decisivo partido en el estadio Nacional de Santiago.

Esta final se jugó el 20 de mayo de 1966 y River se fue al descanso ganando por un cómodo 2-0 con goles de Daniel Onega y Jorge Solari, pero en el segundo tiempo, tras una parada del veterano arquero Amadeo Carrizo con el pecho en vez de usar las manos, los jugadores uruguayos se enardecieron y consiguieron empatarlo con goles del ecuatoriano Alberto Spencer y Julio César Abadie. Hubo que jugar un alargue de 30 minutos, en los que otra vez Spencer y Pedro Virgilio Rocha dieron vuelta el marcador.

Al regresar al torneo local, River tuvo que visitar a Bánfield, cuya hinchada, con ironía por la final perdida, soltó en la cancha una gallina con una franja roja pintada y desde ese momento quedó el mote que adoptaron los propios hinchas “Millonarios”.

Diez años más tarde, en 1976, River tenía que enfrentar a Cruzeiro en otra final de Copa Libertadores. Esa debía ser la coronación de una brillante campaña comenzada en 1975, con Ángel Labruna como director técnico, con el bicampeonato local (Metropolitano y Nacional) tras 18 años sin conseguirlo y en semifinales había logrado eliminar al Independiente campeón por cuatro veces consecutivas (1972 a 1975).

En el partido de ida, en Belo Horizonte, Cruzeiro se impuso por 4-1 y en la revancha, en el Monumental, River ganó 2-1 y como una década atrás, hubo que ir a un tercer partido en el estadio Nacional, al que los argentinos llegaron con muchas bajas entre lesiones y suspensiones.

Ya en el segundo tiempo, Cruzeiro ganaba 2-0 con goles de Nelinho y Eduardo, pero River lo empató en apenas diez minutos con goles de Oscar Más y el defensor Alberto Hugo Urquiza. Sin embargo, los brasileños terminaron imponiéndose a dos minutos del final con un tiro libre de Joaozinho que venció al arquero Luis Landaburu.

La Copa Libertadores, en sus sesenta ediciones, tuvo varias definiciones agónicas. La primera, jugada en 1960, finalizó con el triunfo de Peñarol ante Olimpia de Paraguay con un gol de Luis Cubilla faltando apenas siete minutos. Los uruguayos habían ganado 1-0 en la ida en Montevideo con gol de Spencer y en la vuelta, en el estadio Puerto Sajonia de Asunción, se imponían los “franjeados” por 1-0, igualando la serie, con gol de Hipólito Recalde.

Peñarol se iría convirtiendo en un especialista en triunfos agónicos porque de esta forma consiguió tres de sus cinco Copas.  En 1982, tuvo que definir ante el Cobreloa de Chile, que había perdido la final de 1981 ante Flamengo. Habían empatado en la ida 0-0 en Montevideo y el segundo partido se jugó en el estadio Nacional de Santiago porque la Conmebol no aceptó que Cobreloa lo hiciera en su reducto de Calama. Era el mismo escenario en el que los uruguayos se habían coronado en 1966 ante River pero el partido estaba igualado otra vez 0-0 y ya quedaban segundos  cuando el árbitro argentino Jorge Romero otorgó una falta para Peñarol. Antes de ejecutarla, el goleador Fernando Morena le pidió “terminalo y nos vamos al tercer partido en Buenos Aires”. 

Pero el partido se prolongó unos segundos y en la jugada siguiente, Venancio Ramos desbordó por la derecha, envió un centro, y Morena, de cabeza, le dio el gol y el título a su equipo.

Cinco años más tarde, en 1987, Peñarol, dirigido por Oscar Washington Tabárez, tuvo que definir el título ante el poderoso América de Cali, que llegaba a su tercera final de Copa Libertadores consecutiva (había caído ante Argentinos Juniors en 1985 y ante River en 1986). América habpia ganado 2-0 como local y Peñarol, 2-1 en Montevideo por lo que, otra vez, los uruguayos debían ir a un tercer partido en el mismo estadio Nacional en el que ya se habían coronado agónicamente en 1966y 1982. El empate le daba el título a los colombianos por diferencia de gol y el partido estuvo empatado 0-0 hasta el final, incluso durante todo el alargue de treinta minutos, y en la última jugada, el delantero Diego Aguirre, con un remate cruzado, pudo vencer al arquero argentino Julio César Falcioni.


Un hecho poco común es que una división política interna de Peñarol determinó que unos dirigentes reivindicaran más la final de 1982 (Washington Cataldi, el presidente de esa época), mientras que otros resaltaran más la de 1987 (José Pedro Damiani, el mandatario de aquel momento, de complicadas relaciones con su antecesor).

En 2018, en el estadio Santiago Bernabeu de Madrid, River se imponía a Boca 2-1 en el alargue de treinta minutos luego de que el partido finalizara 1-1 en los noventa (2-2 en la ida en la Bombonera), cuando un remate del lateral Leonardo Jara, desde fuera del área, terminó con la pelota dando en el palo derecho, con el arquero de River, Franco Armani, ya vencido, a segundos del final. Con el guardameta de Boca, Esteban Andrada, ya jugado al ataque, Gonzalo “Pity” Martínez se fue solo y con pelota dominada desde su propio campo, y sin obstáculos, cerró la final empujando la pelota a la red para el 3-1.

También la Champions League, en Europa, tuvo definiciones dramáticas. En 1974, cuando aún era la Copa de Campeones de Europa, un Atlético Madrid repleto de argentinos (Iselín Ovejero, Ramón Heredia, Rubén Ayala, Rubén Díaz, José Garate) y dirigido por Juan Carlos Lorenzo, alcanzó la final ante el poderoso Bayern Munich, base de la selección alemana que un mes más tarde ganaría el Mundial como local.

El partido se jugó en el estadio Heysel, en Bélgica y tras un empate sin goles en los noventa minutos, hubo que ir a un alargue de treinta. A sólo seis minutos para el final, Luis Aragonés marcó un gol de tiro libre que parecía decisivo, pero en la última jugada, y desde media distancia, Hans Georg Schwarzenbeck sorprendió al arquero Miguel Reina (el padre de Pepe, el arquero español campeón mundial en 2010) y empató 1-1 y obligó a un segundo partido en el mismo escenario pero dos días más tarde, en el que ya los germanos se impusieron por un inapelable 4-0 (dos goles de Uli Hoeness y dos de Gerd Müller).

Este gol de Schwartznbeck marcó a fuego a generaciones de hinchas del Atlético Madrid, al que comenzaron a emparentar con la mala suerte (en España lo llamaron por años “el pupas”) y hasta se le atribuyó a Reina responsabilidades en el gol alemán porque estaba tan distendido que segundos antes se distrajo firmando autógrafos a los alcanza pelotas cercanos a su arco.

Lorenzo, ya fallecido, llegó a contarle a este cronista que en las horas siguientes al primer partido, “buscaba a Reina por todas partes pero no lo podía encontrar, se escapó”. El Bayern comenzaría un reinado de tres años seguidos en Europa, liderado por el “káiser” Franz Beckenbauer, aunque no quiso disputar la Copa Intercontinental, que el Atlético le ganó a Independiente.

Un cuarto de siglo más tarde, en la final de la Champions League de 1999 en el Camp Nou del Barcelona (se jugó allí porque fue el año del Centenario del club catalán), el Bayern Munich comenzó ganándole al Manchester United con un gol tempranero de Mario Bassler y dominó por completo a los ingleses. El partido estuvo 1-0 para los alemanes hasta el final y cuando restaban pocos minutos, el escocés sir Alex Ferguson, DT del Manchester United, hizo entrar al veterano Teddy Sheringham y al noruego Oleg Gunnar Solskjaer (actual entrenador de los “Diablos Rojos”).

Sheringham desvió un defectuoso remate de Ryan Giggs para empatar el partido en el minuto 89 y Solskjaer, tras un córner desde la derecha de David Beckham, pudo establecer el 2-1 final en el minuto 91.

No fue la única final agónica que sufrió el Bayern. Hubo otra casi peor. Fue en la temporada 2011/12 y como local, en el Allianz Arena, ante un Chelsea remendado, dirigido por el italiano Roberto Di Matteo.  Fue una final cerrada por la actitud defensiva de los ingleses hasta que por fin, a ocho minutos del final, pudo marcar Thomas Müller ante el delirio de los hinchas alemanes, pero cuando nada lo preveía, a dos minutos del cierre empató el marfileño Didier Drogba, y obligó al alargue y los penales y allí se impuso el Chelsea y justamente Drogba fue el autor de la ejecución definitiva.

Siempre dirigido por Jupp Heynckes, el Bayern se vengaría al año siguiente al vencer en la final al Borussia Dortmund.

En 2014, en Lisboa, exactamente cuarenta años después de aquella increíble derrota ante el Bayern, el Atlético Madrid, ahora dirigido por el argentino Diego Simeone, llegó a la final de la Champions ante su rival de la ciudad, el Real Madrid. Ganaban los albirrojos con un gol de Diego Godín y ya se desataba la fiesta cuando a los 2 minutos y 48 segundos de descuento, el defensor “merengue” Sergio Ramos, empató con un cabezazo y forzó el alargue de treinta minutos y tal como en 1974, los “colchoneros” se desinflaron y ganaron los blancos 4-1.









lunes, 25 de noviembre de 2019

La pancarta de Bale, la Copa Davis de Piqué y la defensa del capitalismo en el fútbol




El diario deportivo “As” de Madrid hizo el cálculo científico. Cuando Gareth Bale ingresó como suplente ante la Real Sociedad en el estadio Santiago Bernabeu, el pasado domingo, la sonora silbatina marcó exactamente 87 decibeles y aún así, el potente delantero, protagonista de varias finales para el Real Madrid, cumplió, jugó un buen partido, y su entrenador, Zinedine Zidane, no le cayó encima como tampoco la comisión directiva.

En su último partido con su selección, y como modo de provocar a un club y a una prensa que viene persiguiéndolo por una supuesta actitud indolente hacia la entidad blanca de la capital española, Bale apareció con una pancarta que decía “Gales, Golf, Madrid, en ese orden”, una forma de colocar al club en una tercera prioridad, a sabiendas de que eso le traería problemas.

Acaso, Bale ya se vea fuera del Real Madrid en 2020 o acaso ni le interese lo que le vaya a pasar y su mensaje está queriendo decir que además de jugar al fútbol, el tipo nació en Gales, ama su lugar de origen, y le encanta jugar al golf, y cuando tiene que realizar su trabajo profesional, el de jugador de fútbol, va y lo hace. Y vaya si lo hace, porque es un auténtico jugadorazo que no admite. En lo técnico, demasiada discusión.

Paralelamente a Bale, el extraordinario defensor del Fútbol Club Barcelona, Gerard Piqué, atraviesa una situación distinta de forma pero muy parecida de fondo, aunque es más cuestionado por los medios que por los aficionados blaugranas por estar dedicado a full, en estos días, a la nueva Copa Davis en Madrid, organizada por su exitosa empresa Kosmos.

Los propios medios que lo critican, admiten al mismo tiempo que Piqué, y así es, tiene una capacidad intelectual (y de negocios) muy superior a la media, y mientras otros, en sus ratos libres, permanecen con sus seres queridos, o salen, o viajan, o duermen o ven la tele, Piqúe es multifacético y siendo aún jugador, ya se codea con los grandes nombres del mundo del deporte y de otros quehaceres. ¿Y cuál es el problema?

Un diario deportivo de Barcelona llegó a discutirle al defensor (al que alguna vez llamaron “Piquembauer”) que no es como él dice, y que viajar seguido desde Barcelona a Madrid insume tres horas y no “lo que un viaje en coche a las afueras”, como si en el día libre fuera importante si una hora, dos o tres. ¿No debería importar el rendimiento en el campo de juego, y no lo que sucede afuera?

Sosteníamos más arriba que los casos de Bale y de Piqué son distintos de forma pero parecidos en el fondo, porque siendo dos jugadores de perfiles completamente diferentes (Bale, más distante y poco locuaz, Piqué, muy cercano en el afecto del Barcelona y de posiciones frontales y permanentes), ambos, cada uno por su actividad fuera de la cancha, es reclamado por la prensa deportiva local por no estar “24/7” metidos en lo suyo, como si no hubiera vida privada o como si el club estuviera por encima de todo en tanto “pagante del sueldo”.

A su manera, Bale y Piqué vienen a decir que mal que les pese a estos medios, que se fueron convirtiendo en voceros de sus clubes en ocasiones como éstas, hay vida más allá del fútbol y no sólo más allá. Porque dentro del fútbol, el sentimiento por una selección nacional supera en un altísimo porcentaje, el de los clubes pagantes, a los que van por prestigio, poderío o dinero, no hay que olvidarlo.

Desde hace tiempo que el fútbol mundial sufre un tironeo entre los clubes poderosos europeos (ejemplificados en la ECA) y las selecciones nacionales. Ya hace unos años, el ex presidente de la FIFA, el suizo Joseph Blatter, llegó a decir que a él, en ese cargo, le tocaba “administrar pasiones”. No hay mayor contradicción que esa. “Administrar” va reñido de “Pasión”  pero hoy el fútbol atraviesa este duelo, en el que el poderoso caballero “Don Dinero” de los clubes europeos comienza a ganarle por goleada a la pasión de las selecciones nacionales, una vez que la vieja dirigencia (aún corrupta en los manejos de los fondos) dejó su lugar a los que ya responden por completo a los mandatos del gran capital.

No es casual, por ejemplo, la aparición de la Liga de las Naciones de Europa. No es otra cosa que la metida de mano de los clubes poderosos para cerrar a las selecciones europeas a lo que llaman “Virus FIFA”, esto de que sus jugadores tengan que viajar muy lejos entresemana para luego regresar exhaustos de “partidillos” de sus selecciones nacionales y no rendir ante el capitalista que es, al fin y al cabo, el que lo mantiene. Esa es la mentalidad. Y entonces, con esta Liga, al menos se garantizan de que los europeos seleccionados no salgan del continente, aunque nos priven a todos de partidos como Alemania-Brasil, España-Argentina u Holanda-Uruguay, salvo huecos en fechas excepcionales. Todo sea por el gran capital.

Entonces, que a Bale le guste jugar al golf en su tiempo libre, o se sienta más cómodo con la camiseta de Gales que con la del Real Madrid, cuando tras ganar mil partidos lo tildan de indolente, tiene toda la lógica del mundo. Y que Piqué, en vez de mirar la tele o comprarse ropa, tenga éxito organizando la Copa Davis con un nuevo formato, y en Madrid, también la tiene.

Guste o no, hay vida fuera del fútbol profesional, y aún los jugadores pueden elegir, por ahora, qué hacer con ella, aunque mañana nunca se sabe.

Jorge Jesús, el admirador de Cruyff que dio vuelta al fútbol brasileño (Infobae)





Hasta 2008, Jorge Jesús era apenas conocido como alguien que formaba parte de la familia del fútbol de Portugal como ex jugador y entrenador de equipos de ascenso, pero desde ese año, cuando se hizo cargo del Braga, su vida cambió e ingresó en un imparable ascenso, a tal punto que muchos sostienen que si su Flamengo llega a ganarle a River la final de la Copa Libertadores, su próximo destino será el Barcelona, y de esta forma, se sentará en el mismo banco en el que alguna vez ocupó su admirado Johan Cruyff.

Jorge Jesús no es un entrenador más y siendo europeo, no es casual, de todos modos, que haya recalado en el Flamengo porque ya desde su país se dedicaba  a ver los partidos de Brasil por TV hasta la madrugada, por la diferencia horaria, y así fue que consiguió traer a sus equipos a jugadores que no siempre se destacaron al inicio en Europa pero que luego tuvieron una gran proyección, como David Luiz, Ramires, Luisao o Julio César.

Jorge Fernando Pinheiro de Jesús nació en Amadora, Lisboa, el 24 de julio de 1954, es hijo de un ex futbolista en los años Cuarenta, Virgolino Antonio e hizo las divisiones inferiores en el Sporting, aunque debutó en Primera, siempre como volante, en el SC Olhanense, en el que se encontraba a préstamo. Volvió en la temporada 1975/76 (justo cuando el goleador argentino Héctor Casimiro Yazalde, que fue Botín de Oro de Europa, había emigrado al Olympique de Marsella), pero apenas fue su único año allí para pasar al Belenenses y otros equipos de su país hasta que se retiró en 1989 a los 35 años con 166 partidos y 13 goles, cuando jugaba para el equipo de su zona, el Estela Amadora, en Segunda División.

Allí comenzó, muy de abajo, su carrera de director técnico en el desconocido Amora FC, para luego ayudar a ascender al FC Felgueras en 1993 pero cuando volvió a descender, en 1998, regresó al Estrela Amadora. En cuatro años, logró dos ascensos, uno con este equipo y otro con el Vitória Setúbal, y en 2004 contribuyó para salvar del descenso al Vitoria Guimaraes, por apenas dos puntos, aunque no pudo impedirlo con el Moreirense FC.

Recién para 2008. Jorge Jesús tuvo su primera chance en un equipo de cierta exposición, cuando llevaba casi dos décadas en los bancos. Se hizo cargo del Braga, con el que terminó quinto en la tabla de la Liga y llegó a los dieciseisavos de final de la Copa UEFA a la que accedió, a su vez, al ganar la Copa Intertoto. Consiguió un notorio triunfo por 3-0 ante el Portsmouth inglés y cayó sobre la hora ante el Milan en San Siro y eso lo lanzó hacia los equipos de mayor cartel y en 2009 fue contratado por el Benfica, reemplazando al español Quique Sánchez Flores.

Ya en la primera temporada con el Benfica consiguió el título, con 78 goles a favor y apenas dos derrotas, en tanto que llegó a los cuartos de final de la Copa UEFA, cuando fue eliminado por el Liverpool aunque a partir de ese momento, el equipo estuvo 27 partidos invicto de los cuales 16 los ganó en forma consecutiva, superando así el récord que tenía en el club el DT Jimmy Hagan en los años Setenta.

Cuando todo parecía en un ascenso imparable, en la temporada 2012/13 el equipo perdió dos finales, la de la Europa League ante el Chelsea y la de la Copa de Portugal, pero en 2013/14 ganó los tres títulos locales, la Liga, la Copa y la Copa de la Liga y tras ganar su tercera Liga en 2014/15,  se fue del Benfica para fichar al día siguiente por el rival de la capital portuguesa y a la vez, el equipo de sus amores, el Sporting. Su balance en el Benfica fue de tres Ligas, una Copa de Portugal, cinco Copas de la Liga y una Supercopa portuguesa.

En el Sporting dirigiría hasta 2018 y si bien en el palmarés sólo constan la Supercopa y la Copa de la Liga en Portugal, todavía se investigan algunas irregularidades en la primera Liga con este equipo, ganada por el Benfica, según documentación que aporta el sitio de investigaciones Footballeaks.

En 2018 emigró al Al Hilal de Arabia Saudita, donde ganó la Liga pero no le renovaron el contrato porque no lo veían comprometido con un proyecto a largo plazo y desde mediados de 2019 se hizo cargo del Flamengo, con el que tiene contrato hasta junio de 2020 pero muchos temen que pueda marcharse en diciembre porque hay una cláusula que lo permite, y porque se especula con que prefirió seguir dirigiendo fuera de Europa para no pagar altas tasas al fisco con lo ganado en Arabia Saudita en el caso de que regrese al continente antes de fin de año (se calcula que debía pagar siete millones de dólares que de esta manera, lo evita).

Las posibilidades de que Jorge Jesús recalara en el fútbol brasileño siempre fueron altas por su enorme interés por dirigir allí, al punto de que una vez que se desvinculó del Al Hilal llegó a tener conversaciones primero con la dirigencia delo Vasco da Gama porque desde hace años mantiene una amistad con su compatriota José Luis Moreitra, quien fuera vicepresidente del departamento de fútbol por muchos años, pero no hubo acuerdo y entonces el empresario Giovani Bertolucci se lo ofreció a otro grande de Río de Janeiro, el Flamengo, que acababa de despedir a Abel Braga pese a ganar el torneo estadual carioca. El club buscaba a un DT que quisiera cambiar las cosas porque no agradaba el fútbol conservador, chato, de poca posesión de pelota y resultadista de Braga.

Desde hacía rato que Jorge Jesús estaba en la órbita de los equipos brasileños porque había hecho contactos cuando viajaba al país para ver partidos y porque su agente Bertolucci ya había acercado al Flamengo a varios jugadores aunque las conversaciones entre el DT y el club habían comenzado ya en Europa.

Los dirigentes del Flamengo, que no ganaba un torneo internacional desde la Copa Mercosur de 2000 y sólo consiguió una Copa Libertadores en 1981, se dieron cuenta enseguida de que Jorge Jesús era el indicado para el momento que vivía el club, en total expansión luego de tocar el piso en 2013 con una deuda que comenzó a pagar hasta ir quedando en una posición mucho más sólida a partir de mayores ingresos de TV.

En la carpeta de antecedentes, los dirigentes sabían que Jorge Jesús era el principal candidato a dirigir al Barcelona en el caso de que el ex presidente Joan Laporta, que dirigió al club en tiempos de Josep Guardiola y Lionel Messi, se impusiera en los recientes comicios del club azulgrana, pero éste fue derrotado. Sabían también de la idolatría que Jorge Jesús tiene por el fallecido Johan Cruyff y su filosofía de juego, o la forma en la que trabaja enhebrando posiciones y movimientos con sus jugadores, como cuando a un muy joven Bernardo Silva (hoy estrella del Manchester City) quiso colocarlo como lateral izquierdo (hoy juega por esa banda aunque como atacante, con Guardiola de DT) porque necesitaba jugadores con mucho recorrido y que conozca el juego, y lo mismo hizo con otros que luego fueron reconocidos como Nemanja Matic o Victor Lindelöf (Manchester United). Javier García (Betis) o el brasileño Jonas, que llegaba al Benfica muy desvalorizado desde el Valencia.

Alguien que puede dar fe del trabajo posicional de Jorge Jesús es el argentino Enzo Pérez, su rival del sábado en la final de Lima y a quien tuvo en el Benfica y pasó de jugar de ala derecha a volante central. “Primero no me parecía, desconfiaba porque creí que no iba a funcionar por el despliegue que se necesita para ese puesto, pero luego me enseñó todo y hoy se lo tengo que agradecer”, admitió días pasados el mendocino.
Jorge Jesús no llega a Flamengo en cualquier momento sino en uno muy especial, muy dulce del club, a punto de ganar también el exigente torneo Brasileirao, que dominó por completo, con muchos jugadores que fueron llegando desde Europa por la bonanza económica de los cariocas, capaces de pagarle al DT portugués dos millones de reales mensuales (475 mil dólares), los que percibe por separado de su cuerpo técnico de siete integrantes, que exigió que sean todos contratados.

El reconocido periodista Gilmar Ferreira, columnista del diario “Extra” del grupo Globo, afirmó a Infobae que Jorge Jesús “cambió la mentalidad del fútbol brasileño” desde un estilo cada vez más profesional, europeo, pero eso no significa que haya intentado cambiar la filosofía de juego del país sino “agregar criterios como la marca desde los atacantes en campo rival, hacia atrás o el cuidado físico”.

Ferreira pone como ejemplo que Jorge Jesús “se fija hasta en cómo se corta el césped en el centro de entrenamiento, las obras en el vestuario, hizo colocar allí las fotos de los tiempos gloriosos del equipo cuando ganó la Copa Libertadores de 1981 con Zico y Junior, y hasta quiso controlar digitalmente las entradas y salidas de los jugadores en los entrenamientos pero no pudo llevarse a cabo por la legislación laboralista local)”.

“Desde su llegada al Flamengo del pasado 20 de junio, Jorge Jesús viene insistiendo en el trabajo mental, en que los jugadores deben dar más por todo lo que el club les ofrece”, comenta Ferreira, que refiere que desde 2018 fueron llegando ocho jugadores que luego serían la columna vertebral del equipo: el arquero Diego Alves, los cuatro defensores (Rafinha, Rodrigo Caio, el español Pablo Mari y Filipe Luis), el volante Gerson, y los dos atacantes, Gabriel Barbosa “Gabigol” y Bruno Henrique. Muchos de ellos, igual que el propio DT, llegaron desde Europa.

Jorge Jesús, al llegar al Flamengo, aprovechó el receso de la Copa América para realizar una muy fuerte pretemporada y para recalcar mucho en su filosofía. Sostiene que si bien el brasileño es muy talentoso, los DT locales basaron su plataforma a partir de esta calidad y no por los conceptos tácticos colectivos bien trabajados. Hizo mucho hincapié en el juego de Lionel Messi y de Cristiano Ronaldo, al señalar que ellos sólo consiguen tener la pelota unos cuatro minutos por partido, “no más que eso” y que por lo tanto, “el jugador debe cambiar la mentalidad y saber jugar sin la pelota”. “Esa fue la gran diferencia que generó Jorge Jesús desde su llegada”, indica Ferreira.

Así es que Flamengo comenzó a desarrollar su propio ecosistema haciéndose fuerte en la marca desde el campo adversario, y también a partir de los dos marcadores centrales, cuando pocos entendían la contratación del español Pablo Mari, que jugaba en el Deportivo La Coruña de la Segunda División y con 26 años, pero con su 1.91 metro de estatura fue dominando el juego aéreo y se hizo importante en las pelotas largas, al lado del más clásico Rodrigo Caio (ex San Pablo).

Por el tipo de juego de mucha posesión de pelota y vocación ofensiva (el Flamengo marcó más de cien goles en el año), los dos laterales, Rafinha (ex Bayern Munich) y Filipe Luis (ex Atlético Madrid) suelen sumarse al mediocampo junto con Gerson (una de las revelaciones, a los 22 años, ex Fluminense y Roma, punto de equilibrio del equipo) y Willian Arao, los dos volantes centrales, mientras que el ataque está compuesto por Everton Ribeiro (jugó en el fútbol árabe y fue bicampeón brasileño con Cruzeiro en 2013 y 2014) por la banda derecha, y por el uruguayo Georgian De Arrascaeta  (ex Cruzeiro) como un armador por la izquierda, y dos centro delanteros de enorme peso como “Gabigol” (ex Benfica e Inter de Milán) y Bruno Henrique (jugó en la Bundesliga), para conformar un poco habitual 2-4-4 en el momento de avanzar hacia el arco adversario. Y aún quedan en el banco, para entrar, Vitinho, punta de 26 años adquirido al CSKA Moscú por 10 millones de euros, o el colombiano Orlando Berrío, campeón de América con Nacional de Medellín en 2016.

“Se trata de un equipo con un promedio del 60 por ciento de posesión de pelota y del 15 por ciento de las finalizaciones de los avances, con 2-3 goles de ventaja a los rivales”, indica Ferreira, que recuerda el tremendo 5-0 nada menos que al Gremio de Porto Alegre en la reciente semifinal de Copa Libertadores, en la vuelta de Río de Janeiro o que perdió tan solo un partido en la Copa, 2-0 ante el Emelec en la ida de los octavos de final (la vuelta terminó igual y fueron a penales).

Otro elemento distintivo de Jorge Jesús es que no aceptó aquello que era parte aceptada del sistema brasileño acerca de que un equipo que peleaba la Copa Libertadores se permitía olvidarse del Brasileirao, uno de los secretos por los que en estos años, Gremio dominó los torneos internacionales sin imponerse en los locales, a los que apenas volvía a enfocarse cuando era eliminado del gran objetivo, para tratar de clasificarse otra vez a las copas internacionales. A cambio de esto, el Flamengo se encuentra a un paso de ganar el Brasileirao y al mismo tiempo, en la final de la Copa Libertadores y luego de ganar el torneo carioca en el primer semestre. Jorge Jesús es de la idea de que el jugador brasileño “debe participar en todos los partidos” y hasta cuando no puede ser titular, va al banco de suplentes y luego lo hace ingresar.

Pero hay otra explicación del éxito de Jorge Jesús en el Flamengo y es la fisiológica. Gracias a la gran estructura que en estos años fue conformando el club, el DT vio que había una gran capacidad de realizar una buena programación de recuperación física de los jugadores y a su pedido, comenzaron a regresar de los partidos como visitantes en vuelos chárters porque los encargados del trabajo fisiológico sostienen que lo más importante para un jugador de élite es la recuperación en el descanso de la primera noche y entonces el regresar a sus casas a tiempo para dormir terminó siendo fundamental y el equipo pudo establecer una diferencia con muchos de sus rivales.

Pero entre tanto fútbol pensado, hay lugar para las bromas y una de ellas está relacionada al número cinco. Es muy corriente que en Brasil se destaque la mala pronunciación del portugués local por parte del entrenador, acostumbrado al más cerrado idioma de su país y esto aparece particularmente cuando tiene que hablar del número cinco, que llegó a tal situación que ya se venden camisetas del Flamengo con esa cifra o “Gabigol” llegó a mostrar los cinco dedos en algunos festejos, aunque esto se intensificó cuando en la pasada semifinal de la Copa Libertadores, Flamengo liquidó al Gremio con el 5-0 final.

Tanto Octavio Machado, ex compañero suyo en 1983 en el Vitoria Setúbal, como Carlos Padrao, ex arquero del Porto y también ex compañero en varios equipos, dicen estar “convencidos” de que será el DT del Barcelona si gana la Libertadores. “Su vida es gloria o muerte, no hay intermedios. Él está haciendo historia en Brasil y está batiendo todos los récords y ama los desafíos, es un genio que despierta odios y pasiones”, dice Padrao.

Machado recuerda ahora cómo Jorge Jesús iba a ver otras disciplinas deportivas como fútbol sala, hándbol o hockey para aplicar algunas cosas al futbol, como los bloqueos del básquetbol. “Él vive las 24 horas para esto, así que nada me extraña”.















domingo, 24 de noviembre de 2019

Flamengo, campeón agónico de Sudamérica con receta europea (Interia)




Faltaba un minuto para terminar la final de la Copa Libertadores en el estadio Monumental de Lima, en Perú, cuando los hinchas de River Plate ya comenzaban a festejar lo que sería su quinto título continental y el tercero desde 2015.  Había dejado sin respuestas al Flamengo y lo tuvo dominado todo el partido. Sin embargo, una excelente jugada del delantero Bruno Henrique, por la izquierda, entre tres defensores, logró colar un balón hacia el uruguayo De Arrascaeta y éste dejó solo al goleador Gabriel Barbosa, quien apenas tuvo que empujarlo a la red.

Todo lo que había hecho River, con un gol convertido muy temprano por su muy buen delantero colombiano Santos Borré, se había borrado en segundos, pero no doto había acabado allí, porque ya en tiempo de descuento, el defensa central Javier Pinola, experimentado jugador que pasó por la Bundesliga y acaso el mejor del partido, se equivocó en su propio área en un rebote y otra vez Gabriel Barbosa, “Gabigol”, como dos minutos antes, aprovechó para rematar al gol con una volea imposible de contener.

Flamengo perdía con justicia 1-0, River era mucho más. Tenía controlado el partido desde lo táctico a lo mental, pero en tres minutos, se le desmoronó todo y los brasileños se quedaron con la segunda Copa Libertadores de su historia y con dos goles de Gabriel Barbosa, quien no había tocado el balón hasta sus goles, había sido duramente criticado en Italia por la prensa local por sus pobres actuaciones en el Inter, que lo cedió por unos meses para que buscara recuperarse, y quien había sido el único jugador que al saltar al campo osó tocar el trofeo, colocado sobre una tarima…

¿Qué fue lo que sucedió para que River, con toda su experiencia y sus siete títulos internacionales desde 2015, cayera con dos goles en el final? Es cierto que el fútbol es maravilloso por lo imprevisible, pero la explicación no es sólo en base al azar. Al contrario, hay una razón estructural, que, creo, acabó pesando en esta definición.

El Flamengo es un club muy poderoso en estos años. Hay que partir de la base de que estamos refiriéndonos al club con más hinchas del mundo (cuarenta millones) y eso, bien aprovechado, es un inigualable instrumento de marketing y así lo entendió la dirigencia que se hizo cargo de la conducción en 2013 y comenzó a reducir el nivel de deuda hasta llevarla a un tercio de la original, mientras, lentamente, inició un proceso de armado de infraestructura con un centro de entrenamiento de primer nivel y fue contratando jugadores de excelencia, la mayoría de ellos con experiencia europea (el ex portero del Valencia Diego Alves, los ex laterales del Bayern Munich, Rafinha, y del Atlético Madrid, Filipe Luis, Gabigol, ex Inter, Bruno Henrique, con pasado en la Bundesliga, Diego Ribas, ex Atlético Madrid y Wolfsburgo), a los que a mediados de año sumó al entrenador, el portugués Jorge Jesús.

Jorge Jesús fue la cereza que le faltaba al postre. Admirador de la filosofía de juego del fallecido Johan Cruyff, fue contratado luego de que a mediados de 2019 el Flamengo ganara el torneo estadual carioca conducido por Abel Braga, pero su juego no convencía. Todos estaban de acuerdo en que con ese nivel de plantilla, tenía que dar mucho más. En la Copa Libertadores había avanzado de grupo a duras penas y el objetivo era mucho más grande.

Jorge Jesús se había destacado mucho en el Benfica y en el Sporting Lisboa, justo se había ido del Al Hilal de Arabia Saudita, y cuando llegó al Flamengo, pudo notar que su estructura era la de un club europeo, con todos los elementos para realizar un trabajo en serio. Aprovechó el receso de la Copa América de selecciones, y cuando recomenzó la temporada, el equipo ya era otro, imparable. Y de hecho, Flamengo se coronó campeón de América y de Brasil con escasas horas de diferencia.

Tal vez esto comience a explicar parte de lo que ocurrió contra River en la final de Perú. El equipo argentino pudo controlarlo casi todo el partido porque tiene un gran entrenador como Marcelo Gallardo (según algunos analistas, uno de los candidatos a dirigir al Barcelona) y éste trabaja muy bien en lo táctico y psicológico. Sin embargo. Ese dominio comenzó a resquebrajarse a veinte minutos del final.

Lo que ocurrió es que para poder ejercer ese dominio, River hizo un esfuerzo físico y mental tan grande, que algunos de sus jugadores claves, como Ignacio Fernández, estaban exhaustos y la precisión ya no fue la misma y Gallardo se vio obligado a realizar cambios. Jorge Jesús observó esto y también apeló a modificaciones más ofensivas, como los ingresos de Diego y Vitinho, y todo se aceleró en un final increíble.

Párrafo aparte para aquellos que creen en estas cosas. Flamengo había ganado su Copa Libertadores anterior un 23 de noviembre de 1981 (cuando jugaban en este equipo Zico y Junior). Esta vez, volvió a ganarla un 23 de noviembre. En aquella ocasión, el campeón de Europa fue el Liverpool (de hecho, Flamengo luego le ganó en Japón por la Copa Intercontinental, 3-0). Esta vez, también el campeón fue el Liverpool y es muy posible que se enfrenten en la final del Mundial de Clubes de Qatar, el 21 de diciembre.


sábado, 23 de noviembre de 2019

River paga demasiado caro por no haber podido resistir




                                                      Desde Barcelona



Nos hubiera gustado presenciar in situ una final de Copa Libertadores como ésta, con tantos ricos elementos para el análisis entre los que fueron, sin dudas, los dos mejores equipos del torneo. La gran pregunta que nos formulamos en las horas previas era si prevalecería el que posee más variantes y mejor fútbol (Flamengo) o si a la hora de un partido decisivo, se impondría el de más experiencia y carácter demostrado (River).

Los argentinos, con el escudo de campeón en el pecho, y dos finales ganadas en el mismo ciclo (2015 y 2018), y con jugadores con muchos partidos de esta naturaleza, esta vez tendrían enfrente a un rival compuesto por una decena de jugadores que participaron anteriormente en clubes europeos y casi todo el plantel tiene algún antecedente en equipos del exterior.

El Flamengo, nos cuentan reputados colegas brasileños, se fue liberando de una enorme deuda desde 2013, y eso le permitió un enorme crecimiento como club, y mientras fue construyendo de a poco instalaciones para que los jugadores tuvieran todo tipo de ayudas en los entrenamientos y concentraciones, fue atrayendo figuras de peso y renombre, que a la larga le terminaron redituando y 2019 es el año de la cereza del postre: campeón estadual en el primer semestre (cuando aún su DT era Abel Braga, aunque su sistema de juego no satisfacía a la dirigencia rubro-negra), a punto caramelo para ser campeón del Brasileirao, con una enorme distancia de sus perseguidores, y ahora campeón de América por segunda vez tras aquella de 1981 con Zico, Junior, Nunes, Adilio y compañía.

Pero el resultado, para algún desprevenido que no pudo ver el partido, es engañoso. Porque aquella gran pregunta inicial se había respondido en apenas un cuarto de hora, cuando River se plantó en la marca, maniató a los brasileños, no los dejó jugar y por si fuera poco, les embocó un gol por Santos Borré ante el primer descuido defensivo.
Desde ese momento, River fue el que casi siempre es en esta clase de partidos, un equipo que crece en los momentos clave, con figuras descollantes como Javier Pinola atrás, y especialmente Exequiel Palacios y Enzo Pérez en el medio, aunque sin demasiado punch arriba.

En cambio, el Flamengo no era ni una sombra del equipo que sacó tanta diferencia en la Copa Libertadores o en el Brasileirao. No remató ni una sola vez al arco en el primer tiempo. No llegó nunca con chances hasta el arco de Franco Armani, ni se lo vio metido en el partido, chocando contra la intensidad de un River que transmitía lo de siempre en estos cinco años de un ciclo trascendente: que no se le podía escapar la final de ninguna manera.

En el segundo tiempo apareció un primer atisbo de ataque por el Flamengo, pero no demasiado, pero sí se pudo observar hacia los 15 minutos un hecho que luego sería crucial: River se estaba empezando a cansar. Sucede que para poder frenar al Flamengo, el nivel de exigencia física es muy alto por tratarse de jugadores rivales que provienen de torneos muy fuertes, y acostumbrados a entrenamientos al mejor nivel del mundo.

Y más allá del lógico cambio del chileno Paulo Díaz por el lesionado Milton Casco, por una vez Marcelo Gallardo no acertó en las variantes. Colocó a un Lucas Pratto completamente fuera de forma en el lugar de Borré, cuando bien pudo ser para Ignacio Scocco, y optó por el joven Julián Álvarez para volantear en lugar del exhausto Ignacio Fernández, cuando la entrada de Leonardo Ponzio, para cerrar el partido, era lo más lógico.

Y River se fue metiendo atrás, y por si fuera poco, el DT del Flamengo fue haciendo entrar a la cancha a jugadores ofensivos como Diego y Vitinho, y los brasileños, faltando 20 minutos, comenzaron a notar que River no aguantaba mucho más, que ya no podía correr igual y que sacaba fuerzas mucho más desde lo anímico que desde la generación de juego.

Y el fútbol es un deporte tan imprevisible, tan maravilloso, que nos tenía preparadas dos sorpresas para el final porque cuando parecía que al Flamengo no le alcanzaría, llegó el empate del que menos tocó la pelota, Gabriel Barbosa, empujando la pelota casi en la línea en el segundo palo y apenas un minuto después, ya en el descuento, otra vez el mismo jugador (que fue el único que tocó la Copa al ingresar al campo), aprovechó el acaso único error de Pinola para sacar un remate potente que venció a Armani.

Un Flamengo que no había sido en ningún momento merecedor de ganar la final, se la llevaba en los últimos segundos. Así es el fútbol, dinámica de lo impensado, por más que muchos insistan en querer tapar el cielo con un pañuelo.

El mismo River que tantas veces ganó, volvía a repetir aquello de Lanús en la semifinal de 2017, cuando recibió cuatro goles en 20 minutos y llevaba tres de ventaja, o para aquellos que peinan canas, aquello de la final de Santiago de Chile de 1966 ante Peñarol, cuando ganaba 2-0 y cayó 4-2.

Pero no todo se reduce al azar. Una parte sí, pero el estado físico, el tener que jugar ante una potencia casi europea con un presupuesto mucho mayor, con una tremenda capacidad de gol, y el esfuerzo del primer tiempo, también influyeron en el resultado.

River tuvo otra Copa en sus manos y esta vez se le escapó en el final, como le ocurrió al América de Cali en Chile ante Peñarol en 1987, o al Bayern Munich en la final de la Champions League de 1999 en el Camp Nou ante el Manchester United. Así es el fútbol de hermoso y de imprevisible para unos y otros. Y la vida sigue,

Flamengo, el club de remo que cambió a Popeye por un buitre como símbolo, tocó la cima del mundo en 1981 y ahora se europeizó para volver a aquellos tiempos gloriosos (Infobae)




El 13 de diciembre de 1981, el Flamengo tocó la cima del mundo cuando se quedó con la Copa Intercontinental al vencer de manera inapelable en Japón al entonces campeón de Europa, el Liverpool, por 3-0 con todos los goles convertidos en el primer tiempo y en todos, con la participación de Zico, la máxima figura de la historia del club.

Flamengo venía de ser campeón de la Copa Libertadores por primera vez tras ganarle el partido decisivo al Cobreloa de Chile y no le dio tregua al Liverpool.  El primer gol llegó por un pase milimétrico de Zico a Nunes, el segundo resultó de un rebote en el arquero tras un tiro libre de Zico que empujó a la red Adilio, y en el tercero, otro pase magistral de Zico terminó con un gran remate cruzado de Nunes.

Nadie imaginaba en aquel momento, que esos dos títulos ganados por el club rubro-negro de Río de Janeiro, el de la mayor cantidad de hinchas en todo el mundo (se calcula que cerca de cuarenta millones de “torcedores”), serían irrepetibles hasta ahora, cuando otra vez tiene la chance de regresar a esos tiempos de gloria al enfrentar en Lima a River Plate en la final de la Copa Libertadores. Si la gana, tal como en 1981, el Liverpool, ahora dirigido por Jürgen Klopp, esperará en el Mundial de Clubes de diciembre en Qatar.

El Flamengo es llamado también “el más querido” de los clubes porque en 1927, el diario carioca Jornal do Brasil organizó un concurso para determinar cuál era la entidad más grande de Sudamérica. Esa votación consistía en enviar etiquetas de una marca de agua embotellada con los colores del club elegido, y así fue que los rojinegros se quedaron con la Copa Salutaris, de un metro y medio de tamaño.

Para ese concurso, uno de los mayores adversarios del Flamengo, el Vasco da Gama, había invertido mucho dinero con los comerciantes porque tenía mucha influencia sobre ellos, pero según distintos relatos, algunos dirigentes del Flamengo se hicieron pasar por gente de su rival y torcieron la votación, cuyo resultado fue festejado como si fuera un segundo carnaval, aunque también allí nació el concepto de “Hinchada Arco Iris”, el de la unión de todos los colores contra el “Mengao”.

El Flamengo no nació rojinegro sino azul y oro y como Club de Regatas Flamengo, fundado el 17 de noviembre de 1895, aunque los propios fundadores decidieron que el aniversario se celebrara los días 15 por ser festivo en Brasil. Comenzó siendo un club de remo porque sus socios se reunían en el Café Lamas, en el barrio de Flamengo, al que recalaban con frecuencia los marinos holandeses.

Los hinchas del Flamengo sostienen, orgullosos, que es uno de los únicos cuatro equipos brasileños que nunca descendió de categoría junto al Cruzeiro, Santos y San Pablo, siendo el único carioca que ha jugado siempre en la Primera División. Fue cinco veces tricampeón estadual, es uno de los tres equipos que estuvieron presentes en todos los Brasileiraos, (los torneos nacionales por excelencia) y conserva el récord de partidos invicto en su país: 52 en 1979.

Pero Flamengo comenzó a construir su leyenda futbolera en los años Cuarenta (muy cerca de que Brasil fuera sede del Mundial de 1950), cuando Flavio Costa construyó un gran equipo con una descomunal figura como Zizinho y otros como Jaime, el goleador Pirilo y Jair da Rosa Pinto.

Sus mayores éxitos internacionales son la Copa Libertadores e intercontinental de 1981, la Copa de Oro Nicolás Leoz en 1996 y Copa Mercosur 1999. Fue cinco veces campeón de Brasil, tres veces, de la Copa de Brasil y una vez, de la Copa de Campeones en 2001, en tanto que consiguió 35 veces el título carioca, en 1956 conquistó la Copa de Campeones Río-San Pablo y en 1961, un torneo Río-San Pablo. Tiene 15 presencias en la Copa Libertadores y 6, en la Sudamericana.

Según el IBOPE (Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística), Flamengo es el club con más hinchas (torcedores) de Brasil, América y el mundo, con 40 millones. Además de las regatas y el fútbol, el Flamengo se fue haciendo un club completo que llegó a ser campeón mundial de basquetbol en 2014, siendo el primer club sudamericano en ser campeón mundial de los dos deportes. Se conoce a la torcida como “nación rubro-negra”.

Según Datafolha, Flamengo tiene el 20 por ciento de los hinchas de Brasil y Corinthians, el catorce. Su gran popularidad comenzó cuando desde un club ligado originalmente al remo, decidió abrir las puertas a negros, indios y pobres cuando el Fluminense siempre fue elitista. Tanto es así que a principios del siglo XX, el mulato Carlos Alberto usaba polvo de arroz en la cara para poder vestir esa camiseta y como burla, los hinchas de Flamengo tiraban a la cancha polvo de carbón, de color negro.
Flamengo juega de local en el estadio Mario Filho, más conocido como Maracaná, donde en 1956 logró su más amplio marcador, un 12-2 al Sao Cristovao. Ahora tiene una capacidad para 92000 personas tras las reformas que se hicieron para los Panamericanos de 2007. El partido de local con más hinchas en la historia fue la final carioca ante el Fluminense en 1963 con 194.603 espectadores. La afición del Flamengo fue declarada patrimonio cultural de la ciudad de Río de Janeiro, y es tal su complejidad por lo masivo que ahora hay varios grupos de ultras como “Torcida Joven”, “Charanga Rubro-Negra”, “Urubuzada”, “Flamanguaca” y “Raza Rubro-Negra.”.

Si bien en el mundo se conoce más el clásico carioca “Fla-Flu”, el verdadero derbi de la ciudad es contra el Vasco, por rivalidad desde 1920 aunque con el Fluminense todo comenzó en 1911. Flamengo todavía no tenía futbol pero un grupo de socios del “Flu”, disconformes, se fueron al Flamengo y el 7 de julio de1912, en el estadio Laranjeiras se jugó el primer Flu-Fla y ganó Flu 3-2 ante unas 800 personas. Desde 1980, Flamengo desarrolló también una gran rivalidad con el Atlético Mineiro por enfrentarse muchas veces en encuentros decisivos de Brasileiraos y Copas Libertadores.

La primera mascota que se conoce del Flamengo fue Popeye, personaje creado en 1920 por el dibujante estadounidense Erlzie Crisler Segar, pero tomado por el club como imagen desde los años Cuarenta cuando en 1942, los periódicos deportivos locales asociaban los clubes a los cómics de ese tiempo. Así como Botafogo tuvo al Pato Donald, Fluminense, a una figura elegante con un sombrero de copa y Vasco Da Gama, a un almirante gordo y con bigotes.

Pero en los años Sesenta, Popeye fue reemplazado por un ave, el Urubú, una especie de buitre local de color negro. El 1 de junio de 1969, el Flamengo enfrentaba al Botafogo, al que llevaba cuatro años sin vencer, por el torneo carioca, cuando los estudiantes Luiz Octavio Vaz (19 años), Romilson Meirelles (20), Víctor Ellery (18) y Erick Soledade (19) decidieron soltar en la cancha a un Urubú con el objetivo de devolver la cargada de los rivales acerca de que todos los hinchas del Flamengo eran negros y efectivamente, al soltarlo, la hinchada comenzó a gritar “Urubú, Urubú”, y terminó quedando establecido como apodo. Ese día, Flamengo consiguió terminar con la mala racha ante Botafogo.

Tras aquel gran equipo de 1981, comendado por Zico (apodado “El Pelé Blanco”), pero con otros grandes ejecutantes como Junior, Nunes, Adilio, Andrade o Rondinelli, dirigidos por Paulo César Carpeggiani, algunos (como Zico, al Udinese) emigraron al fútbol europeo, algo que no era frecuente entre los brasileños, y para 1987 (cuando ya había pasado Ubaldo Fillol como arquero) varios regresaron para formar parte de otro equipo campeón, aunque alrededor de ese título se generó una enorme controversia que llega hasta el presente.

Lo que sucedió ese año es que la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) entró en una crisis económica tal que el Flamengo, junto con otros doce clubes de élite local, decidieron gestionar su propio torneo llamado Copa Unión. De este modo, la CBF determinó que al final se llevara a cabo un cuadrangular entre los dos primeros de la Copa Unión (Flamengo e Inter de Porto Alegre) y los dos primeros del torneo Gomes Pedrosa, jugado por el resto de los equipos, pero el llamado “Club de los Trece” no aceptó que sus equipos participaran y entonces algunos le otorgan el título a los rojinegros y otros lo niegan.

El máximo goleador de la historia del Flamengo es Zico, con 476, mientras que Romario ocupa el quinto lugar, con 186, Leónidas, “El Diamante Negro”, mejor jugador del Mundial de Francia 1938, es séptimo con 153 y octavo se encuentra Bebeto, campeón mundial en 1994, con 151.

Si Zico es el máximo símbolo entre los jugadores del Flamengo, el club tiene otro que se transformó en un histórico del cuerpo médico, el doctor José Luis Runco, que se retiró en 2015 a los 60 años, siendo reemplazado por su hijo Guillherme. No había jugador brasileño en Europa que no quisiera operarse o tratarse de sus lesiones con Runco, al punto de entrar en colisión con los médicos de los equipos poderosos del Viejo Continente.

Por Flamengo pasaron jugadores como Dida (257 goles entre 1954 y 1963, y fue quien consiguió atraer a Zico hacia el club), Junior, el que tiene más partidos oficiales con esta camiseta (865), Zizinho, máximo ídolo del club hasta la aparición de Zico e ídolo de los años Cuarenta, Carlinhos, gran figura de los 60 y como DT después sacó muchos jugadores de las inferiores, el serbio Dejan Petkovic, clave en el título carioca de 2001 ante Vasco da Gama y el de 2009, Evaristo de Macedo, tricampeón estadual entre 1953 y 1955 y  campeón de la Copa Carioca 1965 pero especialmente por sus pasos exitosos por el Real Madrid y el Barcelona, Leónidas da Silva, que ganó la Copa Carioca de 1939, Romario, aunque sólo ganó la Copa Mercosur en 1999 pero marcó 204 goles, Adilio (integrante del equipo de 1981 y considerado uno de los mejores de su generación), Adriano, “El Emperador”,  a principios de siglo XXI, uno de los mejores delanteros surgidos de la cantera, Leandro, lateral de los años Ochenta, Rondinelli, campeón estadual en 1978 ante Vasco y luego campeón en 1981, Pirillo,  jugador de los años Cuarenta y máximo goleador de los torneos cariocas y cuarto del club con 204, Nunes, gran figura de los años Ochenta y del equipo campeón de 1981, Domingos Da Guía (1936-43) que llegó desde Boca y fue campeón  en 1939, 1942 y 1943, Andrade, uno de los más ganadores de la historia y campeón en 1981 y fue DT en el título local de 2009, Bebeto (campeón en 1987 en el Brasileirao), Paulo César Carpegiani (gran defensor, muy técnico, y DT del equipo campeón en 1981), Savio (junto con Romario y Edmundo integró “la mejor delantera del mundo” en los 90),  o Ronaldinho cuando en 2011 volvió de Europa  a Brasil, con 28 goles en 72 partidos en dos temporadas y ganó la Copa Río.

El Flamengo tuvo un entrenador argentino, Armando Renganeschi (entre agosto de 1965 y julio de 1967) y 31 jugadores albicelestes. Los primeros fueron Agustín Cossio (1937 a 1938), Arcadio López (1937 a 1938), Agustín Valido (1937 y 1943 a 1944), y Artemio Luis Villa (1937 a 1938), el campeón mundial con la selección italiana Raimundo Orsi jugó en el Flamengo entre 1939 y q940, el ex arquero Rogelio Domínguez, entre 1968 y 1969, el ex delantero Narciso Horacio Doval, entre 1969 y 1971, y luego desde 1972 a 1975, Ubaldo Fillol entre 1984 y 1985, Claudio Borghi en 1989, Alejandro Mancuso (1996 a 1997), Maxi Biancucchi, el primo de Lionel Messi (2007 a 2009), Federico Mancuello (entre 2016 y 2017) y en los últimos años, Alejandro Donatti (2016 a 2017) y Darío Conca (2017).

El actual presidente es Rodolfo Landim Machado (61 años), ingeniero civil por la Universidad Federal de Rio y con estudios en Negocios en Harvard, que hizo carrera en Petrobrás hasta llegar a ser presidente de la empresa entre 2003 y 2006, y luego presidente ejecutivo de la MMX del multimillonario empresario Eike Batista, y llegó al poder del club con varios miembros del grupo, como Luiz Eduardo Baptista, Gustavo Oliveira y Wallim Vasconcelos. En el anterior ciclo, con la presidencia de Bandeira, el Flamengo había ganado sólo un Torneo Carioca en 2017,  y en el plano internacional, slo último que ganó fue la Copa Mercosur en 1999 (en 2017 perdió ante Independiente la final de la Copa Sudamericana), por lo que este nuevo dirigente se comprometió a obtener títulos. Actualmente es socio gerente de Ouro Preto Oleo e Gas SA.

Landim Machado llega en un momento justo al Flamengo, cuando ya se produjo el proceso de maduración del club como institución deportiva, al haber estado entre los tres primeros del Brasileirao en tres de los últimos cuatro años (tercero en 2016, subcampeón en 2018, prácticamente campeón en 2019) y si en 2017 no estuvo en el podio, fue porque se dedicó a la disputa de la Copa Sudamericana perdida ante Independiente en la final, cuando el entrenador era el colombiano Reinaldo Rueda, ahora en la selección chilena.

El renacimiento del Flamengo comenzó en 2013, cuando el club comenzó a hacer frente a sus deudas, que llegaron a trepar a los 800 millones de reales, y fue el momento en el que ingresó al poder un grupo empresarial que aprovechó el cambio en el contrato de derechos de televisión con Globo, sumándose al Corinthians a un nuevo modelo de negocio, y eso, con la enorme cantidad de hinchas y socios, lo fue potenciando.

El club se concentró en reducir su deuda entre 2013 y 2015, por lo que desde 2016 se fue fortaleciendo en el aspecto deportivo, ya con capacidad para invertir en refuerzos de categoría como Diego Ribas, los peruanos Paolo Guerrero y Miguel Trauco, el arquero Diego Alves, el volante Everton Ribeiro, el colombiano Gustavo Cuellar  y el argentino Federico Mancuello.

Cada año que pasaba, desde 2016, el Flamengo sumaba mayor capacidad para invertir en estrellas y mientras eso ocurría, ya desde 2010 fue construyendo de a poco el centro de entrenamiento George Helal, conocido popularmente como “Ninho do Urubú”, hasta llegar ahora a tener el nivel de los más importantes centros europeos. Y es en el contexto de este club fuerte, con gran estructura y calificados profesionales en todas las áreas, y con una deuda reducida ahora a 300 millones de reales es que llegó como entrenador el portugués Jorge Jesús para darle el toque final al juego con futbolistas que en su mayoría ya jugaron en el fútbol europeo y casi todos tienen alguna experiencia en el exterior.

Sin embargo, a principios de este año, el Flamengo no pudo evitar la tragedia, acaso la peor de sus 123 años de historia cuando el 8 de febrero se incendió la residencia de muchos jóvenes de las divisiones inferiores con diez muertos (entre ellos cuatro jugadores) y tres heridos.

Si el club se viene destacando en el área profesional por los títulos y su juego cada vez más agradable (fue campeón carioca en el primer semestre, está a punto de ganar el Brasileirao y se encuentra en la final de la Copa Libertadores), otro ciclo virtuoso es el de sus divisiones inferiores. Recibió cien millones de euros (equivalentes al presupuesto del área en 23 años) por la venta de grandes valores futuros como Vinicius Junior (transferido al Real Madrid por 45 millones de euros a los 18 años y con 14 goles en apenas 69 partidos), Lucas Paquetá, Felipe Vizeu y Jorge. A todos ellos se les puede unir en cualquier momento la nueva estrella emergente, Lincoln, quien acaba de participar en el Sudamericano sub-20 de Chile.

El himno del club, compuesto por el ex arquero y músico Paulo Magalhaes, dice “Flamengo, Flamengo, tu gloria es luchar/Flamengo, Flamengo, campeón de tierra y mar”, inspirado en los títulos cariocas de 1915 de fútbol y remo al mismo tiempo en RJ. Más adelante, fue la primera entidad de Sudamérica en conseguir ser campeona del mundo en fútbol y en basquetbol.

El Flamengo viene haciendo todo lo posible para recuperar aquellos días de gloria de 1981.