Cuando a pocas
semanas del final de la Liga Española pasada se anunció el regreso de Zinedine
Zidane al banquillo del Real Madrid, la mayoría se cansó de repetir aquel dicho
que sostiene que “segundas partes nunca fueron buenas” y no le faltaba razón:
el equipo aparecía cansado, aburguesado, lento y viejo.
Los resultados
no llegaron y tampoco el inicio de la temporada nueva 2019/20 auguraba algo
distinto. Todo lo contrario: el ruido que había hecho la salida de Cristiano
Ronaldo era tan grande que no se encontraba manera de suplirlo. La llegada del
belga Eden Hazard, la gran esperanza blanca por encontrar un camino diferente,
no contribuyó demasiado. El extremo ex Chelsea volvió de las vacaciones muy
excedido de peso y no hablaba su forma tradicional, mientras que tampoco se
consolidaba el joven delantero Vinicius Junior.
Pero como suele
ocurrir con Zidane, éste apeló a su habitual perfil bajo. Pocas declaraciones,
aunque su equipo aparecía, por fin, peleando por ganar la Liga, y con
resultados sólo normales en la Champions League, donde quedó ya segundo de
grupo por detrás del poderoso PSG francés, con el que debutó cayendo mucho más
que por el 3-0 final en París.
Zidane pudo sacar
partido de una situación de tensión con el galés Gareth Bale, un gran delantero
muy resistido por la prensa española y parte de la afición por su aparentemente
escaso compromiso con el club, que derivó en la pancarta mostrada antes de su
último compromiso con su selección nacional: “Gales, golf, Madrid, in that
order”. En el Santiago Bernabeu no se lo perdonaron.
Pero Zidane no
necesitó llegar a tanto y es más, relativizó su oposición a la titularidad del
galés. En el final de la temporada pasada había chocado tanto con el agente del
jugador que ahora no necesitaba tanta guerra y menos, si la propia dirigencia
no se lo recomienda. En cambio, lo que hizo fue ir diseñando un esquema a
partir de los jugadores que veía en mejor forma.
Entonces, el
francés fue dándole cada vez menos espacio a Isco Alarcón y a Lucas Vázquez,
tampoco pudo consolidarse Vinicius Junior aunque fue ascendiendo su compatriota
Rodrygo, y entendió que era momento de jugar con un 4-4-2 en vez de hacerlo con
el anterior 4-3-3 con el éxito de tres títulos de Champions League. Leyó bien
que este tiempo requería otra cosa, y consistía en ayudar al brasileño Casemiro
a recuperar el balón para poder liberar a Toni Kroos (a quien nunca vio como
mediocentro, como era colocado por Rafa Benítez) y eventualmente a Luka Modric,
de muy bajo nivel en el inicio de temporada.
Apoyado en la
capacidad jugadora (y especialmente goleadora) de un Karim Benzema, muy crecido
desde la salida de Cristiano Ronaldo, y la recuperación física de Hazard, que
fue perdiendo peso, la clave de este Real Madrid es el uruguayo Federico
Valverde, gran complemento de Casemiro en la recuperación y en la liberación de
Kroos, Modric o Isco, los volantes ofensivos.
Así es que en
los dos últimos partidos, y más allá de
que el PSG consiguió empatarle 2-2 en el final, el Real Madrid volvió a mostrar
ese fútbol jugado con técnica, intensidad y estética como en sus mejores
tiempos y promete grandes espectáculos como la mejor forma de ir hacia el
camino del retorno a la gloria.
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