“No hay que
confundir Messi-dependencia con Messi-soledad”, advierte el columnista Ernest
Folch en el diario “Mundo Deportivo” de Barcelona acerca del momento de
incertidumbre y escaso juego colectivo que vive el Fútbol Club Barcelona y que
se va acentuando conforme pasa el tiempo.
La comisión
directiva del club, que encabeza Josep María Bartomeu, es consciente ahora de
que no tomó las medidas necesarias en el momento justo, que era cuando acabó la
temporada pasada y tras la ruidosa caída ante el Liverpool en Anfield (4-0) por
la semifinal de la Champions League y enseguida, a causa del estado anímico
producto de esa derrota, el equipo volvió a perder en la final de la Copa del
Rey ante el Valencia en Sevilla.
Era el momento
ideal para sustituir al timorato (aunque buen llevador de las relaciones
personales en los vestuarios) Ernesto Valverde, quien pese a contar con una muy
buena plantilla, muy mejorada respecto a temporadas anteriores en lo que para muchos
es el inicio del recambio apuntando a lo que ya para Bartomeu es la idea de la
“Era Post-Messi”, no logra darle una identidad al equipo y no se ve la luz en
el fondo del túnel y no se trata de partidos en los que no hay funcionamiento,
sino que en general, no aparece y es el genio de Lionel Messi el que termina
salvándolo.
Un buen ejemplo
es el último partido del Barcelona en el Camp Nou ante un aceptable Celta de
Vigo (ahora dirigido por un ex jugador salido de la escuela del club catalán,
Oscar García). Si no fuera por los tres goles de Messi (todos desde jugadas a
balón parado, un penalti y dos libres directos), tal vez el resultado bien pudo
ser otro.
Un dato
estremecedor, que pone las cosas en su lugar, está relacionado con los remates
de faltas. Si tomamos las estadísticas de las últimas ocho temporadas en las
cinco ligas top de Europa, Messi marcó 29 goles de libres directos, mientras
que toda la Juventus, en el mismo lapso, marcó 27, Real Madrid, 23, Roma y
Olympique de Lyon, 21 y PSG,20.
Tal vez esto
pueda mostrar la enorme diferencia que establece Messi cuando sale al campo en
condiciones aceptables (muchas veces juega arrastrando pequeñas lesiones o
molestias para no dejar huérfano al equipo) pero se trata de un Barcelona que
no encuentra un sistema aceitado y que no aprovecha lo que tiene, que no es
poco.
Algunos
ejemplos: está cada vez más claro que en el medio del campo, el holandés
Frankie De Jong, sin dudas un gran refuerzo con la idea de futuro, no puede
coincidir con Sergio Busquets porque se chocan, ocupan los mismos espacios. Más
dinámico el primero, mejor ubicación para el segundo, pero sólo uno de los dos
puede ser titular. Al jugar juntos, pagan con su salida al banquillo un
histórico como Iván Rakitic, que ya el Barcelona quiso transferir al finalizar
la pasada temporada, y el chileno Arturo Vidal.
Además, con un
mediocampo con Busquets, De Jong y Arthur, ninguno de ellos tiene la posición
de enlace entre líneas como antes era Andrés Iniesta, y la desconexión con el
ataque es evidente y termina todo dependiendo de la proyección de los laterales
y de lo que haga, una vez más, Messi.
Justamente tal
vez Messi pudo ser el Iniesta de este tiempo. Cuando el manchego estaba a punto
de salir del Barcelona para ir a terminar su carrera a Japón, Messi admitió en
una entrevista que él, encantado, podría pasar a jugar como organizador, para
que haya tres puntas delante de él, dos extremos y un centrodelantero, a los
que facilitar el juego.
Sin embargo,
Valverde no aprovechó esta situación, y Messi sigue jugando libre por cualquier
sector del campo, con sólo dos puntas como Luis Suárez y Antoine Griezmann, que
no acaba de adaptarse a un sistema que no lo favorece y que juega mucho menos
frontal que el Atlético Madrid, su club anterior, que practica un fútbol mucho
más lógico para él.
Sumado a todo
esto la intermitencia de Jordi Alba, fundamental para pasar al ataque por la
banda izquierda y gran socio de Messi por allí, el Barcelona se fue quedando
con pocos ejecutantes y un sistema muy poco aceitado, que termina dependiendo
en exceso del genio.
¿Puede llegar
lejos este Barcelona? No parece fácil jugando así. Tal vez pueda sacar una
diferencia importante en el Camp Nou y teniendo a Messi en sus filas, no hay
nada imposible, pero necesita mucho más un entrenador acorde y decidido, que
muchos más jugadores, acaso sí un organizador, o que Messi baje unos metros y
que el joven Ansu Fati se sume a Suárez, pero tampoco parecen compatibles así
el uruguayo con el francés Griezmann y si no hay cambios en el juego, es éste
último el que acaso lo pague con su salida.
En este momento,
el Barcelona tiene un entrenador que es más un administrador que un diseñador,
y si la comisión directiva no toma la decisión de un cambio, seguirá por el
imperdonable camino de haber desaprovechado por años los mejores años del
genio, que va a cumplir 33 años en junio, y que se plantea si seguir o no,
cuando a mediados de 2021 se acabará su contrato.
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