Dante Panzeri, acaso el mejor periodista deportivo que dio este país, falleció un 14 de abril de 1978, hace treinta años ya, y con él se fueron los últimos destellos de un estilo que lamentablemente se extinguió, con escasísimas excepciones: el del periodista fiscal, incorruptible, capaz de golpear con dureza un escritorio en pleno set televisivo, en discordancia con el poder de turno, o vaciar los cajones de su despacho para irse definitivamente de la dirección de un medio por estar en desacuerdo con la intromisión de sus dueños.
La dura enfermedad contra la que le tocó pelear en esos últimos años de su existencia, luego de pasar por medios como “La Prensa”, “El Gráfico”, “Chaupinela” o “Humor”, o su clásico “Hacha y tiza” por TV, le impidió llegar, con lo mucho que eso hubiera ayudado a los archivos, a la memoria o a la mayor difusión de su ideario, a presenciar como testigo el Mundial jugado en la Argentina durante junio de 1978, del que fue su opositor más ferviente.
Tanto, que cansado de sus duras críticas (sostenía que el dinero del erario público podía tener mucho mejor destino en soluciones a los ya acuciantes problemas sociales), el contraalmirante Carlos Lacoste, hombre fuerte de ese Mundial y manejador del EAM 78, el ente autárquico que tenía a su cargo la organización del certamen, éste terminó invitándolo a cenar a su casa para debatir el tema. Panzeri acudió, porque jamás tuvo miedo al poder (al contrario, siempre fue al revés, el poder siempre le temió, o al menos, respetó), pero munido de carpetas para demostrar la sinrazón de aquel Mundial que le hizo perder fortunas a la Argentina, además de parangonarse con los Juegos Olímpicos de la vergüenza de Berlín 1936 organizados por el hitlerismo. Y luego de la cena, hasta la esposa de Lacoste se convenció de que el Mundial no debía llevarse a cabo.
Pero Panzeri fue mucho más que un periodista duro y comprometido, que un día de 1962 vació los cajones de su despacho como director de la revista “El Gráfico” cuando un domingo a la nochecita, Constancio Vigil, el director editorial, le sugiriera que mencionara en algún apartado a Alvaro Alsogaray, que había estado presente en el Monumental de Núñez en un Supercásico.
Panzeri fue un sociólogo del deporte sin serlo, alguien que desde sus artículos periodísticos y sus dos libros ejemplares (“Fútbol, dinámica de lo impensado” y “Burguesía y gangsterismo en el deporte”), nos alertó mucho antes de que terminara de suceder sobre hechos sociales de mucha gravedad que implicaban al deporte, como las mesas de viejos dirigentes que determinarían, por todos nosotros, los destinos de miles de personas y ni siquiera aceptarían someterse a la Justicia general o los caminos a los que el ultracapitalismo, llevarían al deporte, sin equivocarse un ápice.
“Chantocracia chantajista”, solía denominar a toda esta caterva de dirigentes y miembros en general de un sistema ya pervertido y sin remedio en aquellos años sesenta y setenta, en los mismos que calificaba al exitoso Estudiantes como “de Zubeldía y no de La Plata, porque lo representa a él, no a los platenses”, en desacuerdo con el fútbol-trampa que ya comenzaba a funcionar, terminando con aquella fiesta que por años había sido motivo de orgullo futbolístico para los argentinos.
Sería interesante preguntarse qué diría Panzeri de muchos de sus colegas que hoy lo recuerdan y hablan o escriben en su nombre, arrastrándolo hacia extremos que nunca apoyó, porque lo suyo fue simplemente ético, sin partidismos.
Qué opinaría Panzeri hoy de un periodismo que cuenta sobre contrataciones, o sistemas tácticos, mientras la corrupción arrasa con los estamentos básicos de las instituciones futboleras, o si Panzeri aceptaría hoy tener un programa de Tv u opinar en alguno de ellos, dentro del monopolio de Torneos y Competencias, o si la misma AFA tendría hoy al mismo presidente luego de 28 años de ejercicio y camino a los 32, si lo hubiera tenido como opositor.
¿Permitiría aquel Panzeri sanciones de dos partidos como la que sufrió River Plate para tan sólo la tribuna popular en su estadio, o que los jugadores se transfirieran a particulares que a los quince días los venden al triple a entidades con sede en Islas Vírgenes?, ¿aceptaría Panzeri que bajo una supuesta competencia, la gran parte de los periodistas de la TV cobren a fin de mes en la misma ventanilla?, ¿diría o no Panzeri que la mayoría de los clubes están esclavizados y entregados a los designios de la TV?, ¿caería o no un funcionario de deportes inactivo si Panzeri viviera?
Lo que nos queda claro es que uno de sus máximos colaboradores y amigos, el recientemente fallecido José María Suárez, Walter Clos, quien fuera nuestro prologuista, siempre nos alertaba contra los falsos “progres” que hablan en nombre de Panzeri. “Sólo hubiera apoyado y creído a los que estuvimos siempre cerca de él”, nos decía como legado.
Nos queda como recuerdo una de las mejores anécdotas de las muchas ricas que relata Ampelio Liberali en su libro “Relatos de Dante Panzeri”. Se había suspendido un Independiente-Boca por una gresca en Avellaneda y Panzeri se acercó a la Policía de Avellaneda para dialogar con el comisario. Se escucharon gritos y golpes en la mesa desde la sala y todos pensaron que el comisario se había enojado duramente con Panzeri, pero a su salida, resultó que el que había estado golpeando la mesa era el periodista.
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