Ulises Barrera, un recordado periodista argentino, ya fallecido, maestro del lenguaje y de las transmisiones deportivas televisadas, solía preguntarse “cuando se gana, ¿qué se gana? Y cuando se pierde, ¿qué se pierde?”. Suele pasar muchas veces que se pierde con honor, y haciendo historia, y también que se gana, y sin embargo poco queda en la retina y el recuerdo de los seguidores de un deporte.
Mucho de eso podemos encontrarlo en lo que ocurrió en la revancha de los cuartos de final de las copas europeas con los equipos españoles. Por la Champions League, el Barcelona avanzó casi con piloto automático hacia las semifinales, al vencer tibiamente por 1-0 a un incómodo como falto de talento Schalke 04 de Alemania, al que ya le había ganado de manera similar por 0-1 en el primer partido, por lo que una remontada alemana resultaba casi imposible por la enorme diferencia individual y colectiva entre ambos equipos, si bien es cierto que al Barcelona le faltan jugadores como Messi, Ronaldinho o Deco.
Y efectivamente, el Schalke 04 no pudo remontar el resultado del primer partido, aún cuando, contra todas las previsiones, tuvo la pelota mucho más tiempo que el propio Barcelona, en un Camp Nou que no pudo completar su lleno como en ocasiones que fueron muy anteriores y menos trascendentes que ésta, al fin y al cabo, cuando se jugaba el pase a semifinales de la Champions League.
Pero una vez más, el aficionado al fútbol no se equivoca, y aún dando un paso que coloca a los catalanes entre los cuatro semifinalistas del máximo torneo europeo, no sólo el entusiasmo fue menor en la gente azulgrana, sino que logró dividir bien las aguas y despidió con aplausos tibios a un equipo que está lejos de jugar en su verdadero nivel, y que está entregando la Liga Española a manos de su eterno rival, Real Madrid, por segundo año consecutivo, sino que agitó los pañuelos blancos en señal de protesta por lo mal que el holandés Frank Rikjaard conduce la situación, si bien esa misma pañolada iba claramente dirigida a la dirigencia, encabezada por el presidente Joan Laporta y el director deportivo, Txiki Beguiristain.
Es evidente que aunque el Barcelona se encuentra ya en semifinales de la Champions League, el ciclo de Rikjaard como entrenador, y de varios jugadores-emblema de otro tiempo, está llegando a su fin, y a tal punto es así, que como veníamos anticipando en estas columnas, ya el propio club acepta sentarse a la mesa, algo en otro tiempo impensado y en medio de una temporada que está en la etapa de definición, con dirigentes del Inter y del Milan para cerrar el fichaje de Ronaldinho al calcio, mientras que es claro que Deco, el mejor amigo de Ronaldinho, también emigrará y con ellos, seguramente un tercer brasileño, Silvinho y Gianluca Zambrotta tiene grandes chances de regresar a Italia, en este caso para jugar por el Milan.
Todo lo contrario ocurrió con el Getafe y la paradoja de haber tenido sentenciada a favor la durisima eliminatoria de cuartos de final de la Copa UEFA ante el poderoso Bayern Munich a medio minuto del final del alargue, cuando el italiano Luca Toni logró el milagro de empatar 3-3 un partido que a cuatro minutos del final, los alemanes perdían 3-1, pero fueron ayudados por el extraño error del experimentado arquero argentino Roberto Abbondanzieri, y la fortuna, que juega a favor y en contra, y así como primero jugó a favor durante el partido de Madrid, cuando Braulio lo pudo sentenciar para el Getafe y se resbaló, luego el mismo jugador, en el alarue, pudo definir gracias a un resbalón de su marcador, Lucio, y en el mismísimo lugar, Abbondanzieri ni pudo retener un balón fácil que aprovechó Toni.
Anécdotas que al fin y al cabo cambian un resultado con imponderables de principio al fin en dos magníficos partidos que ennoblecen al fútbol por donde se lo mire, con un Bayer lanzado al ataque como local y mereciendo ganar, pero con un prolijo Getafe que logra el empate en el último minuto gracias a un soberbio gol del excelente lateral derecho rumano Cosmin Contra.
Y lo mismo pero al revés sucede en Madrid, en el coliseo Alfonso Pérez de Getafe, cuando otra vez Contra pone en ventaja al local pero en el último minuto empata Ribery, y cuando todos apostaban a la caída anímica de los españoles, éstos comienzan el alargue con dos goles seguidos y cuando todo parece terminado, un error de su propio arquero y un cabezazo salvador de Toni, entregaron la eliminatoria a los alemanes.
Lo que importa, lo que marcará la historia de las competencias europeas, y qué decir de la del Getafe, fue la epopeya de un equipo pequeño, con escaso presupuesto, pero con una excelente política de recurrir a la cantera y a valores jóvenes de equipos de la ciudad, cedidos para encontrar un lugar donde mostrarse, como Granero, o De la Red, y apoyados en la experiencia de tres o cuatro jugadores, y que sin embargo, con un jugador menos en el segundo partido, no sólo asustó a uno de los Bayer más fuertes de las últimas décadas, sino que pudo ganarle y no lo hizo por un imponderable.
Perder como el Getafe termina siendo más digno, que ganar como el Barcelona, por aquello que señalaba Barrera: en la vida, lo importante no es sólo ganar, sino cómo ganar y cómo perder, y qué se gana y qué se pierde en cada caso, y con qué dignidad.
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