Acaso haya sido la peor semana de la carrera futbolística y de la imagen de uno de los máximos ídolos, sino el máximo, del fútbol mexicano, como siempre lo fue Hugo Sánchez, cuando la Junta de Dueños de la Federación de su país determinó cesarlo en el cargo de entrenador, apenas promediando el período entre dos mundiales.
Sánchez, odontólogo de profesión y estrella de los años ochenta en el fútbol español, primero en el Atlético Madrid y luego y más tiempo, en el Real Madrid de la llamada “Quinta del Buitre”, con jugadores de la talla de Butragueño, Sanchís, Martín Vázquez, Michel o Jorge Valdano, acostumbró al mundo con sus festejos con cabriolas y saltos mortales y espectaculares chilenas, que pusieron a México en la consideración del fútbol mundial, si bien como equipo nacional o su propia liga nunca habían alcanzado ese status.
Por eso, Sánchez acaparó toda la publicidad en sí mismo, incluso llegando a tapar a su propio fútbol en un tiempo en el que prácticamente ningún jugador salía al exterior, debido a que la paga en el país siempre fue fuerte, y a que no había tradición para emigrar. En el caso de Sánchez, también la suerte jugó un papel en su favor ya que el entonces presidente del Atlético Madrid, Angel Cabezas, había viajado a México para observar en acción al jugador Maldonado, del Cruz Azul, pero Sánchez apareció en una jornada de gloria, marcó goles seguido, y el dirigente optó por llevarse al delantero de los Pumas de la ciudad de México Distrito Federal, la capital del país.
Lo extraño de la carrera de Hugo Sánchez, tan brillante en España (aunque no lo fue su primera temporada, cuando se llegó a plantear ser devuelto a los Pumas pero él persistió en quedarse hasta triunfar), nunca pudo ser ni mínimamente equiparable a su trayectoria en el seleccionado “Tricolor” de su país. Así, participó del rotundo fracaso en el Mundial de Argentina en 1978, cuando su equipo regresó sin puntos y con una goleada estrepitosa ante Alemania por 6-0 en la ciudad de Rosario, y tampoco llegó muy lejos en 1986, como local, cuando todos pensaban que sería “el” Mundial de Sánchez. No sólo no fue así, sino que Hugo falló sobre la hora un penal ante Roberto “Gato” Fernández de Paraguay, que significaba una nueva victoria, y su imagen pública quedó desdibujada para muchos.
Sánchez comenzó a tener detractores en la prensa local, la misma que con los años, y pese a un bicampeonato como entrenador logrado con el equipo de sus amores, Pumas, se resistió a que llegara a la selección, debido a que le atribuyen arrogancia, desconocimientos tácticos, y especialmente, una dura campaña de acoso y derribo a su antecesor en el cargo, el argentino Ricardo La Volpe, con quien tiene un duro enfrentamiento desde que ambos eran jugadores y se enfrentaban como delantero y arquero.
Sánchez jamás pudo aceptar que siendo extranjero, La Volpe accediera al cargo de entrenador del seleccionado mexicano y se mantuviera los cuatro años entre mundiales y pasara de rueda en el Mundial de Alemania 2006 y una vez eliminado el “Tri” cargó inmediatamente contra el argentino desde el lugar de alguien que conoce como nadie al fútbol de su país y la persona indicada para unir a toda la afición detrás de los colores y la camiseta. Con sus antecedentes futbolísticos, el bicampeonato con Pumas y el simbolismo que representaba, Sánchez asumió como entrenador una vez finalizado el pasado Mundial, pero lo cierto es que nunca supo imprimirle al equipo una línea de fútbol y en especial, jamás encontró un sistema táctico favorable.
Sumado a eso, las derrotas en la Copa de Oro ante Estados Unidos, y la eliminación del Torneo Olímpico en un grupo accesible, generaron una crisis terminal debido a que ya desde antes, varios integrantes fundamentales del equipo nunca se sintieron cómodos con su presencia y respondían mucho más a La Volpe, en el período anterior, lo que fue generando un plantel dividido, en el que algunos jugadores sólo eran convocados porque era absolutamente imposible prescindir de ellos, como es el caso de Rafa Márquez, defensor del Barcelona y capitán del seleccionado.
La salida de Sánchez como entrenador vuelve a traer a la mesa el debate sobre el cuidado que deben tener los grandes ídolos del fútbol y lo difícil que resulta ser entrenador a posteriori, porque ya no se depende de sí mismo y malos resultados dejan huellas en una imagen que se supo mantener favorable durante la carrera como jugador y el stress al que se someten estas personas es mucho más alto que lo normal, debido a que sienten que como entrenadores deben refrendar lo que han hecho como futbolistas.
Alfredo Di Stéfano o Johan Cruyff, por ejemplo, si bien han tenido una exitosa carrera aún como entrenadores, debieron alejarse muy jóvenes de sus cargos debido a la carga nerviosa que les fue dañando físicamente, mientras que Pelé optó por no sentarse en los bancos de suplentes y Diego Maradona no encuentra ofertas importantes luego de haber tenido dos frustrantes experiencias como entrenador mientras duraba la suspensión como jugador en 1995, pero muchos de sus dirigidos cuentan que pretendía “que jugáramos como lo hacía él” mientras otros recuerdan que el trato hacia ellos era igualitario, y no como de entrenador a jugador.
En el caso de Franz Beckenbauer, éste pasó rápidamente del nivel de entrenador al dirigencial en el Bayern Munich, y el francés Zinedine Zidane no se ve como entrenador, al igual que su admirado uruguayo Enzo Francéscoli, hoy magnate de la TV en Miami, Estados Unidos.
Muchos creen que es mejor cuidar la imagen que tanto costó obtener y que, arriegando, el futuro puede ser como el de Hugo Sánchez, y que en pocos meses se dilapide una brillante carrera.
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