Y colorín colorado, el sueño de una mínima
renovación de la AFA se ha terminado. Claudio “Chiqui” Tapia es el nuevo
presidente de una AFA normalizada tras la intervención de la Comisión
Normacrizadora al mando de Armando Pérez y se concreta de este modo lo que el
titular del Fútbol Para Todos macrista, Fernando Marín, consideró como “una
extravagancia del fútbol argentino”: que en el sillón de Viamonte se siente un
dirigente proveniente del Ascenso.
Hay que señalar de entrada que si Tapia es presidente
de la AFA, lo es por tres cuestiones básicas: 1) Por ser el yerno del líder
camionero y presidente de Independiente, Hugo Moyano, 2) Por haber pactado con
el tinellismo (la otra forma de grondonismo del siglo XXI) la AFA a cambio de
la Superliga (acuerdo que ya había existido a mediados de 2016 pero que abortó
el Gobierno por no tener el Grupo Clarín un rol trascendente en los derechos de
TV), y 3) por el gran pacto de Mar del Plata con Daniel Angelici, presidente de
Boca Juniors, por el cual el abogado y dueño de juegos de azar en la provincia
de Buenos Aires, con su vicepresidencia primera, se transforma en el comisario
político del fútbol argentino.
Pasando en limpio, la nueva conducción de la AFA reúne
a un dirigente emergente del Ascenso, cuestionado por haber contratado para el
CEAMSE, donde es vicepresidente, a tres dirigentes de la primera B
Metropolitana que luego tuvieron relación con la votación a su cargo
futbolístico, es decir, una sencilla compra de influencias –según la
legisladora de Confianza Pública, Graciela Ocaña- e hincha de Boca Juniors, y
como número 2 al propio presidente de Boca, Angelici –quien ha estado
involucrado en escuchas telefónicas para ejercer influencia sobre el presidente
del Tribunal de Disciplina de la AFA y también ligado a Boca, Fernando Mitjans,
según escuchas que se conocieron hace pocas semanas-.
Jamás Boca tuvo tanto poder en el fútbol argentino
como hoy. Ni siquiera en tiempos de Eduardo Sánchez Terrero (entre 1937 y 1939)
tuvo tanta influencia. Un presidente de la Nación, Macri, que fue titular del
club entre 1995 y 2007, el número uno y el número dos de la AFA, el presidente
del Tribunal de Disciplina (y miembro del Comité de Disciplina de la FIFA),
Fernando Mitjans, el embajador en Portugal, Oscar Moscariello –secretario de
Relaciones Internacionales de Boca-, el ministro de Justicia de la provincia de
Buenos Aires como Royco Ferrari, son claros ejemplos de lo que señalamos.
Es más: Tapia jamás podría haber llegado a la
presidencia de la AFA, si minutos antes de la votación no hubiera llegado el
documento con la aprobación por parte de la Conmebol, desde Asunción, de su
examen de idoneidad, al igual que el de Angelici, que si finalmente se hizo
efecto, no fue por convencimiento de las autoridades firmantes sino todo lo
contrario, por la directa influencia de Macri sobre su colega paraguayo Horacio
Cartes –refrendada en su reciente visita, en la que se reunieron hasta en la
fastuosa sede de la Conmebol-.
Es que si Angelici no reunía las condiciones de ser
aceptado por su relación con los juegos de azar (más allá de las duras
acusaciones de la ahora muda Elisa Carrió), menos que menos iba a ser aceptado
en una Conmebol cuyo presidente, Alejandro Domínguez, directamente lo tiene
tachado de adversario político desde el episodio del gas pimienta en el
Boca-River de la Copa Libertadores 2015 pero mucho más desde que el presidente
de Boca armó la Liga de Clubes Sudamericanos para reclamar por mayores ingresos
desde los derechos de TV.
En cambio, si Tapia pudo pasar con mayor holgura el
examen, pese a las denuncias de Ocaña, fue porque el examen es de “idoneidad” y
no es “integridad”, es decir que lo que cuenta es que el dirigente evaluado no
haya fundido un club, y no su integridad ética.
Si Tapia proviene del Ascenso y Angelici (Boca) y
Moyano (Independiente) son sus valedores, la suma de Victor Blanco (Racing) y
de Alejandro Nadur (Huracán) le acabaron dando el plafond para llegar al máximo
sillón del fútbol nacional, pero al mismo tiempo, el gran acertijo se posa
ahora en los dos clubes opositores por excelencia: River Plate y San Lorenzo de
Almagro.
River ha quedado más expuesto que San Lorenzo por su
promocionado voto en blanco, y su presidente, Rodolfo D’Onofrio, logró
mantenerse en sus trece desde el inicio, al no aceptar formar parte de una
lista unificada con la que jamás acordó, pero ahora apuesta todo a la
Superliga, que habrá que ver si llega a organizarse y cómo se hará hasta
agosto, porque si bien por el pacto político Moyano-Tinelli debe hacerse efecto,
también es cierto que desde el Gobierno se alienta a que esta liga exista para
que abra una ventana a las sociedades anónimas y ni San Lorenzo (presidencia)
ni River (vicepresidencia) están dispuestos a aceptarlo.
Con un cargo conseguido en la FIFA, y con Tapia
sosteniendo que será la voz de la AFA allí (algo para desconfiar de acuerdo al
voto de River en la Asamblea de ayer), no parece que D’Onofrio tenga el mismo
interés que antes en el frente local, mientras que a Tinelli se le podría
licuar el poder si sigue poniendo la cara con la selección argentina en el
tortuoso camino al Mundial de Rusia, y ni hablar si la clasificación no llega o
llega por la ventana de un mísero repechaje ante un equipo de Oceanía.
Son muchos los desafíos de Tapia al frente de una
AFA en reconstrucción, pero creemos que el principal pasa por acabar, por fin,
con la metodología espuria y corrupta de los tiempos anteriores, la
democratización, que una vez más, y volviendo al grondonato, no pasa porque
varios dirigentes se sienten a la mesa y apoyen las medidas sino que se amplíen
las voces a los entrenadores, jugadores, árbitros, y a las distintas
actividades como futsal, fútbol playa o fútbol femenino, y que se acabe el
unitarismo para que la AFA sea federal y representativa del fútbol de todo el
país.
La gran pregunta es si esto es posible con esta
dirigencia, con los mismos del 38-38, con los que intentaron que el examen de
idoneidad pasara por el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires para
evitar a la Conmebol y a la FIFA, para los que contratan dirigentes que luego
los votan para una organización estatal, para los que denominan al estadio de
su club con su propio nombre (y en vida), para los que convalidaron la oscura
entrega de los derechos de TV a empresas que esquilmaron al fútbol argentino
vaciando los bolsillos de la gente para monopolizar la actividad. ¿Eso no es
grondonismo, acaso?
Tal vez la diferencia sea que aquel de los 35 años
entre 1979 hasta 2014 fue con poncho de caudillo y éste, de camisas
transpiradas.
1 comentario:
Excelso, Sergio
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