Lionel Messi y Neymar son dos grandes cracks que
cada domingo ofrecen, en sus posiciones, un gran espectáculo para la afición
del Barcelona y también para todos los amantes del fútbol en el mundo.
Sin embargo, cada vez que regresa una fecha FIFA y
la posibilidad de regresar a sus selecciones nacionales, desde hace un largo
tiempo que no regresan con el mismo estado anímico: Neymar ha logrado
encumbrarse a la cima de sus rendimientos con Brasil, mientras que Messi
arrastra el calvario de tener que sacar adelante una selección muy problemática
como la argentina.
Si Neymar tiene prácticamente asegurada su
participación en el Mundial de Rusia, tras aquella lesión ante Colombia en los
cuartos de final que no le permitió disputar los dos partidos decisivos como
local en 2014 y muchos consideran que de esta forma se debilitó la selección
brasileña de Luiz Felipe Scolari, Messi aún tendrá que luchar mucho con
Argentina para poder acceder al máximo torneo de selecciones en 2018 aunque en
este momento lo esté consiguiendo.
Neymar también tuvo momentos de complicaciones con
la selección brasileña y hasta hace no mucho tiempo. De hecho, su equipo fue
vapuleado por la prensa y los hinchas tras la durísima derrota 1-7 ante
Alemania en el Mundial 2014, la peor de su historia, incluso más que aquél 1-2
ante Uruguay en el otro Mundial como local, en 1950, cuando con apenas un
empate en el Maracaná, le daba la chance de ganar su primer título mundial.
La salida de Scolari tampoco generó muchas
satisfacciones, y la llegada de Dunga permitió continuar con un estilo
tacticista muy lejos del gusto de los aficionados brasileños y así fue como el
inicio del grupo clasificatorio sudamericano fue complicado para Brasil, hasta
que fue reemplazado por el experimentado Tité, quien consiguió ser campeón de
la Copa Libertadores y del Mundial de Clubes en 2012 con el Corinthians.
Tité cambió radicalmente el juego de Brasil. Terminó
con algunas censuras en las convocatorias, como la de Thiago Silva, hizo
retornar al equipo a un viejo conocido de su Corinthians como Paulinho, o hizo
imprescindible a Renato Augusto, dos jugadores del torneo chino, pero
especialmente se dio cuenta que había que darle más espacio a los jóvenes, como
Philippe Coutinho, Firmino o Gabriel Jesús.
El resultado no sólo fue magnífico, encadenando
todas victorias hasta liderar el grupo y quedar muy cerca del Mundial, sino en
juego, porque el equipo tomó una confianza inusitada, que fue generando cada
vez mejor juego, y en ese contexto, quien más se destacó fue Neymar, al que
además ahora se suma la cinta de capitán que le otorga una enorme seguridad en
su andar.
Sin embargo, hay un hecho fundamental que se suma a
todo lo citado anteriormente y es que en 2016, la selección brasileña
conquistó, en Río de Janeiro, su primera medalla dorada olímpica en fútbol tras
años de luchar para conseguirlo, y Neymar no sólo fue la figura sino que fue el
autor del penal que determinó el éxito final.
Todo esto fue moldeando el presente de Neymar,
deslumbrante en la selección hasta hacerlo imparable, como le ocurrió en un
dificilísimo estadio como el Centenario de Montevideo ante la selección
uruguaya, a la que Brasil vapuleó 1-4 y en un partido en el que el crack de Barcelona
no pudo ser frenado más que con faltas.
La situación de Messi es bastante distinta a la de
su compañero de Tridente en el Barcelona, porque si bien ha podido superar una
etapa de mucha discusión sobre su aporte a la selección argentina, la afición y
la prensa de su país entienden que se encuentra demasiado solo, sin un sistema
táctico que lo respalde, y con planteos muy conservadores que no lo ayudan para
asociarse a otros compañeros.
La pésima actuación de la selección argentina del
pasado jueves ante Chile, que pese a todo la colocó en la tercera posición en
el grupo sudamericano por haber ganado 1-0 (con un penal de Messi, aunque no
había sido falta) y de esta manera, por ahora dentro de los cuatro clasificados
al Mundial, deja muchísimas dudas hacia el futuro para los cinco partidos que
quedan hasta el final.
Lo extraño es que Messi juega junto con atacantes de
la talla de Sergio Agüero, Gonzalo Higuaín, Angel Di María, Lucas Biglia o
Javier Mascherano, pero esas estrellas en sus equipos no consiguen despertar
entusiasmo en su público porque por lo general (tal vez con la excepción de los
anteriores tiempos de Gerardo Martino como entrenador) han encontrado planteos
muy conservadores, como ocurre ahora con Edgardo Bauza.
Ante Chile, y como local en Buenos Aires, la
selección argentina fue dominada territorialmente como pocas veces se recuerda
en la historia, y sorprendió cuando al finalizar, Bauza sostuvo que el equipo
jugó “un gran partido” y lo calificó con “diez puntos”, porque todos saben que eso
estuvo lejos de la verdad.
De hecho, la selección argentina saldrá a jugar ante
la prácticamente eliminada selección boliviana con un planteo ultra defensivo
justificándolo en los 3650 metros de altura de la ciudad de La Paz, pese a que
allí, en este grupo sudamericano, el equipo local sólo ha podido ganar dos
partidos y ante los rivales más débiles.
Se suele decir que a la selección argentina le suele
costar más la clasificación que el Mundial porque la responsabilidad de tener
que llegar hace que se juegue con mucha presión, pero pocas veces se recuerda
un planteo tan defensivo, y se ha visto a Messi pelear tanto por un balón y discutir tan airadamente
con los jueces, y tan solo para crear juego.
Por eso, aunque juntos se divierten y construyen
tanto en el Barcelona, cuando se suman a sus selecciones nacionales, Messi y
Neymar viven situaciones muy diferentes.
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