Corre el año 1947. Y digo corre, porque esta apresurado (o, más bien,
sus inquilinos por estas regiones) por terminar su mandato. Y es que está
siendo un año nefasto para el deporte nacional. Irineo Aldovisi perdió la final
de las Seiscientas Horas de Balero de Okinawa contra el húngaro Adojan
Harsanyi; y Catalino Ferrería perdió 27.325 figuritas de futbolistas en la
Competencia Internacional de Patios de Colegio, celebrada en Maldonado,
Uruguay.
Así pues, que nuestro equipo de fútbol adquiriera un defensor apodado
“Eludido” – Ricardo “Eludido” Giacometti -, hecho que en otras circunstancias
habría escapado a todo entendimiento, no fue algo insólito. Y no es que fuera
de esos apodos que torpemente pretenden ironizar con el opuesto de una evidente
y conspicua virtud, sino que era un apodo (igualmente torpe, por su poca
elaboración) cabal: decir que era un tipo fácil de pasar, se queda corto.
Ahora, cómo este tipo llegó a prosperar en el fútbol, atravaseando
todo el trecho de categorías hasta llegar a primera división, no tiene
explicación.
De chico, en aquella época en que todavía se ejercía el compañerismo y
la dignidad, cuentan los que indagaron en el misterio, solían ponerlo en el
equipo del colegio por camaradería, por lástima, justamente. Algunos
investigadores en la vida de “Eludido” dicen que la cosa no era tan así, y que era
de los jugadores que se eligen para molestar, para hacer bulto.
La cosa, explican estos biógrafos, era que no se lo elegía para hacer
bulto, para sumar materia en la propia defensa, sino en la contraria, como una
suerte de zaguero supernumerario, con el malicioso objetivo de facilitar el paso de los delanteros propios.
Esta semblanza pintaría una inutilidad prematura – y clara - que el tiempo no
ha hecho nada por negar ni mitigar; acaso, por el contrario, mucho por
incrementar.
Martini lo dijo, con ese aire de precariedad que se le dan a algunos
comentarios que nadie quiere hacer y que se verbalizan sin saber cómo, para
arrepentirse instantánea y, sobre todo, fútilmente, porque hay palabras que,
más allá del fuelle con el que se las diga, tienen una composición anímica
similar al de esas flatulencias que perduran con insitencia dañina.
Lo dijo, pues, una tardecita, en la tercera mesa contra el ventanal –
a mano derecha según se entra al café Nobleza obliga – que da a la calle
Imortales de la Patria. Debió ser a principios de enero de este año; sí, porque
fue un par de días antes de que se produjera la primera y bochornosa derrota
nacional de este infausto año: Alcides Panebianco perdió inconcebiblemente la
Final de Piñata celebrada en Monterrey, México, contra el lituano Bukantas
Kuprys – increíble porque nadie daba un mango por el lituano (327 a 1 estaban
las apuestas), tan alejado de la práctica del revoleo de garrotazo a la piñata
en esas inhóspita septentrionalidad; en tanto que Panebianco había crecido
entre piñatas – y globos, papel picado, velitas de cumpleaños y juegos de
gallito ciego - y había sido criado, desde los tres años, con una venda en los
ojos para agudizar sus otros sentidos.
Como refería (o intentaba hacerlo), fue por entoces que Martini,
asiduo al pesimismo, dijo: Si este año sigue como pinta, el club va a terminar
comprando a “Eludido”. Las palabras quedaron allí, al lado de su silla; primero
como una exageración; mas, luego, con el paso del tiempo y las tragedias
deportivas que éste contenía, erigiéndose como una sustancia que iba
pareciéndose en mucho al hecho consumado que había nombrado.
Cuando anunciaron la compra de “Eludido”, a finales de febrero, y sin
ponernos de acuerdo, fuimos, a su vez, eludiendo a Martini. O acaso fuera él
mismo el que se fuera alejando, como temiendo que su aliento de desasosiegos y
desventuras hubiese creado la corriente apropiada para enchastrarnos el año -
aunque aún tuvo tiempo de obsequiarnos una última pesadumbre: la culpa de haber
desertado de su compañía.
Hace un par de semanas (no, yo diría más bien meses; que estamos
mediados de noviembre ya... Menos mal...) que no vemos a Martini aparecer por
el bar. Uno de los muchachos dice que lo vio entrar en un café de la calle Dr.
Malambrú, frecuentado por literatos y tipos de esa ralea – ya se sabe,
pelafustanes, charlatanes y petimetres-. Mucho me temo que este año, ni Nobel,
ni otras milongas por el estilo para la intelectualidad Patria...
El diario dice que el club venderá a “Eludido” a un club colombiano...
1948 ya empieza a pintar bien, sí señor...
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