La selección argentina y la FIFA pueden dormir en
paz. Lionel Messi, el mejor jugador del mundo, estará en el Mundial de Rusia y
todos los sueños futbolísticos y los aspectos del marketing podrán compensarse
por este motivo, luego de que su participación haya estado en serias dudas
debido al muy mal paso del equipo albiceleste durante la clasificación.
Todo indicaba que la selección argentina sufriría
mucho y acaso sin buenos resultados cuando llegó a la última jornada
clasificatoria sudamericana (sobre dieciocho totales) en la sexta colocación en
la tabla de posiciones cuando las plazas directas eran cuatro y a lo sumo una
quinta debía jugar el repechaje a doble partido ante Nueva Zelanda en
noviembre.
El equipo argentino –con Messi en el campo- no había
sido capaz de ganarle en casa ni a una Venezuela ya eliminada y sin algunos de
sus mejores jugadores (1-1) ni ante Perú (0-0) pese a que la Asociación del
Fútbol Argentino (AFA) decidió cambiar de estadio y pasar del más frío
Monumental de River Plate a la Bombonera de Boca Juniors, reconocida como una
de las más presionantes debido a la cercanía de los hinchas y a su estructura
arquitectónica.
Pese a todo esto, el equipo argentino aparecía muy
nervioso, como si le pesara demasiado el hecho de que tras tres finales
perdidas consecutivamente (un Mundial y dos Copas América entre 2014 y 2016),
pudiera quedar eliminado de Rusia 2018 con semejantes estrellas, especialmente
en el ataque.
Incluso ocurrió algo que no estaba en los cálculos
de nadie: pese a contar con delanteros como Messi, Mauro Icardi (Inter). Sergio
Agüero (Manchester City), Gonzalo Higuaín (Juventus), Paulo Dybala (Juventus) y
hasta con Darío Benedetto (máximo anotador de la liga argentina con Boca), la
selección argentina llegaba a la última jornada siendo la segunda peor en goles
a favor entre los diez equipos, con 16 goles en 17 partidos.
Jorge Sampaoli, el ex entrenador del Sevilla al que
la AFA fue a buscar y pagó por su cláusula de salida para los cuatro partidos
finales de la clasificación, tampoco le encontraba la vuelta al asunto y cada
vez se lo veía más ansioso al borde del campo de juego, aunque su discurso era
que seguía confiando en sus jugadores y que finalmente, se alcanzaría la
clasificación.
Cuando llegó el empate final como local ante Perú y
parecía que la desilusión invadiría todo, llegó la noticia menos esperada: en
Colombia, la selección paraguaya lograba imponerse 1-2 en el último minuto y de
esta forma, milagrosamente, la selección argentina podía llegar, pese al sexto
lugar en la tabla, a depender de sí misma si vencía a Ecuador en Quito, al
menos para jugar un repechaje y hasta acaso ir directo al Mundial, dependiendo
de otros resultados.
Así fue como en la última jornada, Brasil venció a
Chile (que estaba un punto por delante de Argentina), mientras que Perú y
Colombia empataron en Lima y entonces el equipo argentino quedó finalmente en
tercer lugar y consiguió el pasaje al Mundial al vencer (no sin sufrimiento
inicial) 1-3 a Ecuador.
Ese último partido también tuvo su propio capítulo
porque antes de jugarse, parecía más accesible para la selección argentina. Un
equipo ecuatoriano ya eliminado, con un entrenador interino (el argentino Jorge
Célico) había decidido colocar a la mayoría de jugadores de su liga local y
prescindir de sus estrellas europeas, claro que también más adaptados a la
altura de 2850 metros sobre el nivel del mar.
Aún así, para sorpresa de todos, Ecuador se puso en
ventaja antes del minuto inicial y entonces todo parecía desmoronarse. Si
Argentina no había logrado un solo gol de jugada en todo el año 2017 en
partidos oficiales (los dos únicos goles fueron por Messi, de penalti, y otro
autogol de Rolf Feltscher, ante Venezuela), ¿cómo iba a conseguir al menos dos
en un solo partido, con tanto nervio y sin un orden táctico?
Sin embargo, en ese momento tan complicado, cuando
nada lo parecía indicar, es que apareció el mejor Messi, el que define los
partidos en el Barcelona, el que va con decisión hacia la portería adversaria,
y en una ráfaga, puso rápidamente adelante a Argentina 1-2 y luego, en la
segunda parte, con una muy bonita vaselina, terminó de armar un hat trick en el
momento justo.
Si ya había revertido muchas críticas de un importante porcentaje
de argentinos que consideraban que él no era nunca el mismo que en el Barcelona
con la camiseta albiceleste, su actuación en un partido tan importante lo acabó
de colocar en la cima de los ídolos y a las pocas horas, ya circulaban memes y
mensajes telefónicos con imágenes de Messi vestido de santo, o videos en los
que el crack del Barcelona firma autógrafos a chicos con alguna discapacidad,
como si nunca antes lo hubiese hecho.
En apenas horas, Messi, ya camino a Barcelona para
reincorporarse a su equipo, que jugaba por la Liga ante Atlético Madrid en el
Wanda Metropolitano, se había acercado nada menos que a Diego Maradona en la
idolatría popular y acaso esto marque ya un camino nuevo hacia el próximo
Mundial, aunque la mayoría de los hinchas sabe bien que se trata de un equipo
con algunos grandes delanteros, pero no hay tantas estrellas en la defensa o en
el mediocampo. La esperanza está puesta en el 10.
Messi vive un momento dulce. Será padre por tercera
vez, es el máximo anotador de la Liga con 11 en 8 partidos, y hasta el cierre
de este artículo había marcado 17 en 16 partidos en la temporada 2017/18 que
recién se inicia, contando el Barcelona y la selección argentina, y entre goles
oficiales y no oficiales, lleva 994 en 1090 partidos (0.91 de promedio).
Si de pequeño pudo luchar para sobreponerse a un
problema de crecimiento, y luego pudo llegar a jugar en el Barcelona y romper
todos los récords, ahora ha dado otro paso más en su impresionante carrera:
superó los prejuicios de muchos que no lo valoraban lo suficiente, y hoy pasa a
ser un indiscutidos en un país muy exigente con el fútbol.
Messi vive un momento dulce, y lo merece.
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