Es bastante difícil definir a un club como Estudiantes de La Plata, nuevo campeón de la Copa Libertadores de América. Porque no se trata de uno de los equipos argentinos con mayor tradición de títulos locales, sólo cuatro desde 1931, pero al mismo tiempo, con la misma cantidad de conquistas continentales y hasta una Copa Intercontinental, conseguida en 1968 ante el Manchester United de Bobby Charlton y George Best.
Tal vez pueda explicarse a partir de una mística ganadora forjada hace 42 años, en 1967, cuando hasta ese momento ningún equipo que no fuera considerado entre los cinco grandes argentinos (Boca Juniors, River Plate, Racing Club, Independiente y San Lorenzo) había ganado un torneo local desde 1931, con el inicio del profesionalismo, y por primera vez, un club ajeno a ellos, Estudiantes, se consagraba campeón del torneo Metropolitano (precisamente, ese año comenzó a dividirse el fútbol argentino en dos torneos anuales, Metropolitano y Nacional, lo que duró hasta 1985).
Aquel equipo de Estudiantes jugaba al filo del reglamento y por eso mismo, no gozaba de la simpatía de un gran sector del ambiente del fútbol argentino. Por un lado, generó importantísimos cambios tácticos, como que los córners se ejecutaran con la pierna contraria al uso tradicional (es decir, un zurdo pateándolos desde la derecha o un derecho desde la izquierda) o adelantarse sistemáticamente desde su última línea para dejar en fuera de juego a sus atacantes adversarios.
Pero también se vinculó a aquel equipo de Estudiantes, dirigido por Osvaldo Zubeldía, con la trampa, su escasa simpatía por el fair play (su arquero Alberto Poletti llegó a quedar suspendido de por vida por una alevosa patada en la cabeza de Gianni Rivera en el partido ante el Milan por la Copa Intercontinental de 1969), pero algunos de esos jugadores con los que se ganaron tres Copas Libertadores (1968, 1969 y 1970), como Carlos Bilardo, Raúl Madero, Eduardo Manera, Carlos Pachamé o Juan Ramón Verón, continuaron ligados a la institución y transmitieron sus experiencias a generaciones siguientes.
Así fue que Bilardo consiguió proyectarse a la selección argentina luego campeona del mundo en 1986 desde su cargo en Estudiantes, con el que volvió a ganar el campeonato en 1982, y luego lo continuó Manera en 1983, y ese equipo estuvo a punto de ser campeón de América aunque fue postergado por el Gremio de Brasil.
Y así fue como algunos de esos jugadores de hace dos décadas, como Alejandro Sabella, Julián Camino y Claudio Gugnali, formaron parte ahora de este nuevo cuerpo técnico, que contó con un extraordinario aporte del acaso mejor jugador del fútbol argentino en sus torneos locales: Juan Sebastián Verón, que regresó en 2006 desde su experiencia en el fútbol europeo (Sampdoria, Parma, Lazio, Manchester United, Inter) para aportar toda su sabiduría entre sus compañeros, ya desde el título argentino en 2006 hasta esta Copa Libertadores de 2009, luego de haber quedado a un paso de ganar la otra copa continental, la Sudamericana, en diciembre de 2008 ante el Inter de Brasil.
Estudiantes debió atravesar esta Copa Libertadores desde la fase previa al torneo. Debió jugar una eliminatoria, que pudo pasar, para luego sufrir en el grupo inicial para lograr el pase a las fases finales con mucho esfuerzo, pero luego, cuando Sabella llegó como entrenador reemplazando a Leonardo Astrada, el equipo encadenó una serie de éxitos consecutivos que le restituyó la confianza, hasta vencer en Brasil al mismo Cruzeiro que en la primera fase y en el mismo estadio Minerao lo había vencido por 3-0-
Este Estudiante se construyó a partir de la solidez y la seguridad de Mariano Andujar, arquero también de la selección argentina y ahora transferido al Catania italiano, luego una línea defensiva de cuatro jugadores muy fuerte, y que pese a sufrir dos serias lesiones en su lateral Angeleri y su central Alayes (reemplazados por Cellar y Schiavi, quien llegó apenas para cuatro partidos, porque su pase pertenece a Newells Old Boys), pudo salir adelante y resistir en partidos claves, un mediocampo con cuatro volantes aunque su fuerte son los dos centrales, Verón y Braña, y un ataque con un mediapunta como Gastón Fernández, un jugador muy dúctil que debe regresar a Tigres de México, y un goleador como Mauro Boselli, tapado en Boca por la vigencia de Martín Palermo.
Pero si debe destacarse a un jugador, ése es el capitán Verón, quien pasa a formar parte de la segunda generación de campeones de América imitando a su padre Juan Ramón, hoy coordinador de los juveniles del club.
Verón es todo un símbolo del club, porque de muy joven sufrió el descenso a Segunda, con el inmediato retorno a Primera en 1995, y porque en 2006, aún pudiendo renovar su contrato en Italia con el Inter, no sólo optó por retornar a su país, sino que con ofertas de Boca (donde jugó en 1996 junto a Diego Maradona y Claudio Caniggia) y River, prefirió al club de sus amores, sin saber lo que podía ocurrirle.
Pero este Estudiantes no tiene un juego parecido a aquel de hace cuarenta años. Sólo aquella mística copera, aquel espíritu que lo ha colocado en Sudamérica en un lugar de difícil clasificación, más cerca de un grande que de un club chico y con la chance de jugar ahora en diciembre en el privilegiado Mundial de Clubes de Emitados Arabes Unidos, acaso definiendo el torneo ante el mismísimo Barcelona.
Este Estudiantes al que muchos dieron por muerto luego de haber empatado como local la primera final ante Cruzeiro 0-0, y que perdía en el segundo tiempo, en Brasil, por 1-0 y que terminó ganando por 1-2, silenciando a todo el estadio. El mismo Estudiantes que a finales de 2008 perdió la primera final de la Copa Sudamericana 0-1 ante el Inter de Brasil, pero que en Brasil también venció 0-1 aunque en ese caso, terminó vencido en el alargue. Sin embargo aprendió la lección y ahora no repitió aquellos errores, y consiguió la cuarta Copa Libertadores de su historia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario