Parece mentira, pero a escasas horas de un logro tan importante como poco seguro antes de ser conseguido, el pasaje al ansiado Mundial de Sudáfrica 2010, ya el triunfo en Montevideo ante el seleccionado uruguayo quedó sepultado por las desubicadas palabras del entrenador del equipo argentino, Diego Maradona, quien descargó su ira contra los periodistas que lo criticaron y dio a entender que la caza de brujas seguirá, y por lo tanto su continuidad en el cargo.
El entrenador del grupo de jugadores que se dice que componen el seleccionado argentino, fue titular ayer (y en algunos casos tapa) de la mayoría de los medios del mundo entero por el insulto que profirió contra periodistas que lo criticaron durante esta serie de partidos clasificatorios para el Mundial, en los que no se pudo observar una evolución ni tampoco funcionamiento del equipo, que tuvo que llegar a un angustioso último partido de la fase con chances incluso de quedarse fuera de la repesca.
Sin embargo, Maradona se rió y apenas si osó especular, antes que quedarse atónito, cuando le comentaron las declaraciones de su jugador Juan Sebastián Verón en el propio campo de juego del estadio Centenario, cuando entre los saltos de euforia de sus compañeros, dijo que en verdad “no hay nada que festejar” y que está “todo podrido, desde el presidente de la AFA para abajo”.
“Seguro que la Brujita quiere ser presidente de Estudiantes”, dijo por todo concepto un Maradona que parece haber entrado en aquellos días de incontenible soberbia de cuando gana, aún cuando no parece que haya tenido tanta incidencia en el resultado y justamente sí el excelente volante del club platense, figura del partido y clave en los momentos en que fue necesario retener la pelota y hacerla correr.
Esa misma cordura ausente de Maradona en la conferencia de prensa post-partido ya pudo palparse desde los inicios del ciclo, hace un año, cuando el ex crack fue perdiendo la cordura, el sentido común, y terminó recurriendo a más de setenta jugadores, al punto tal de que por momentos todos parecían convocables al seleccionado nacional y nunca se supo con claridad los motivos por los que se podía ser parte del plantel, o no.
En algunos casos, primaron razones personales. En otros, aquellos mismos jugadores que eran presentados como “hombres” de buenas a primeras quedaron excluídos, no se supo nunca a qué se jugó, llegándose al summum ante Perú, cuando casi se empata ante un equipo que había perdido los ocho partidos de la clasificación en condición de visitante y que hirió a los argentinos apenas con salir del ostracismo, y se necesitó del milagro de “San Palermo” para que “fuera y resolviera la historia” tal como le pidió el entrenador con un notable sentido de la estrategia.
Tampoco se entiende el rol de Carlos Bilardo, a quien el entrenador abrazó emocionado cuando el árbitro paraguayo Carlos Amarilla decretó el final del partido ante Uruguay, y con el que negó que existan problemas o roces, cuando apenas días atrás prometiera “hablar” cuando finalizaran las eliminatorias y al que aludió cada vez que pudo sobre que lo querían desplazar de su cargo.
Lo mismo con la falta de un lateral derecho en la última serie de dos partidos ante Perú y Uruguay. Los caprichos de un semidiós acostumbrado a la aceptación de todos sus actos o como mucho la indulgencia popular final, hicieron que decidiera no convocar a ningún jugador una vez que supo que no iba a poder contar con quien consideraba imprescindible (Zabaleta), y que nunca antes había sido parte del equipo. Ni siquiera a Zanetti, que estaba de paso por Buenos Aires. Así fueron todas estas cosas todo este tiempo. Y termina jugando allí el juvenil Otamendi, de pocos partidos en Vélez Sársfield y todos como marcador central, si bien no se discute su capacidad técnica.
La pregunta que cabe formularse es si este Maradona soberbio, que no admite críticas y que ya conocemos de otros tiempos mejores, de gloria real, debe seguir como entrenador argentino para la cita del Mundial. Y no parece haber conformado una idea, una base de juego, como para pensar en una continuidad, a menos que acepte, por fin, ser rodeado de gente capaz, que le aporte conocimientos o experiencia, pero fundamentalmente al que el pretendido técnico del seleccionado nacional escuche, no sólo oiga.
Para el presidente de la AFA, Julio Grondona, cabe en cierta forma un mensaje similar. El enemigo no es el periodismo que critica, sino la falta de un proyecto, de un plan, de una estructura seria para un fútbol como el argentino que desde siempre fue respetado como potencia mundial y hoy camina por el abismo en todo sentido, no sólo en su máximo equipo, sino en sus clubes, en su competencia local, que se va quedando en las competiciones internacionales y por aceptar un juego rácano, aburrido, en el que se privilegia el choque y la fricción sobre la creatividad.
De nada habrá servido esta sufrida clasificación para el Mundial si no se experimentan cambos reales. Si el mensaje es que la culpa es de los que señalan los innumerables errores, no servirá de mucho. Lo dice Verón, con pantalones cortos, y no pueden entenderlo Maradona y Grondona, con los largos. El mundo al revés: la cordura parece más cerca de los que están adentro del campo de juego que de los que están afuera y eso significa que hay algo que no funciona.
Maradona, Bilardo y Grondona podrán decir que algo así ocurrió en 1986 y se ganó luego el Mundial. Pero también deberán reflexionar por qué entonces, a un cuarto de siglo de aquello, hoy seguimos como cuando vinimos de España, aunque estemos pensando en viajar a Sudáfrica. Antes de llegar a la concentración de la universidad de Pretoria, habrá que pasar por la estación de la cordura, como requisito indispensable.
El entrenador del grupo de jugadores que se dice que componen el seleccionado argentino, fue titular ayer (y en algunos casos tapa) de la mayoría de los medios del mundo entero por el insulto que profirió contra periodistas que lo criticaron durante esta serie de partidos clasificatorios para el Mundial, en los que no se pudo observar una evolución ni tampoco funcionamiento del equipo, que tuvo que llegar a un angustioso último partido de la fase con chances incluso de quedarse fuera de la repesca.
Sin embargo, Maradona se rió y apenas si osó especular, antes que quedarse atónito, cuando le comentaron las declaraciones de su jugador Juan Sebastián Verón en el propio campo de juego del estadio Centenario, cuando entre los saltos de euforia de sus compañeros, dijo que en verdad “no hay nada que festejar” y que está “todo podrido, desde el presidente de la AFA para abajo”.
“Seguro que la Brujita quiere ser presidente de Estudiantes”, dijo por todo concepto un Maradona que parece haber entrado en aquellos días de incontenible soberbia de cuando gana, aún cuando no parece que haya tenido tanta incidencia en el resultado y justamente sí el excelente volante del club platense, figura del partido y clave en los momentos en que fue necesario retener la pelota y hacerla correr.
Esa misma cordura ausente de Maradona en la conferencia de prensa post-partido ya pudo palparse desde los inicios del ciclo, hace un año, cuando el ex crack fue perdiendo la cordura, el sentido común, y terminó recurriendo a más de setenta jugadores, al punto tal de que por momentos todos parecían convocables al seleccionado nacional y nunca se supo con claridad los motivos por los que se podía ser parte del plantel, o no.
En algunos casos, primaron razones personales. En otros, aquellos mismos jugadores que eran presentados como “hombres” de buenas a primeras quedaron excluídos, no se supo nunca a qué se jugó, llegándose al summum ante Perú, cuando casi se empata ante un equipo que había perdido los ocho partidos de la clasificación en condición de visitante y que hirió a los argentinos apenas con salir del ostracismo, y se necesitó del milagro de “San Palermo” para que “fuera y resolviera la historia” tal como le pidió el entrenador con un notable sentido de la estrategia.
Tampoco se entiende el rol de Carlos Bilardo, a quien el entrenador abrazó emocionado cuando el árbitro paraguayo Carlos Amarilla decretó el final del partido ante Uruguay, y con el que negó que existan problemas o roces, cuando apenas días atrás prometiera “hablar” cuando finalizaran las eliminatorias y al que aludió cada vez que pudo sobre que lo querían desplazar de su cargo.
Lo mismo con la falta de un lateral derecho en la última serie de dos partidos ante Perú y Uruguay. Los caprichos de un semidiós acostumbrado a la aceptación de todos sus actos o como mucho la indulgencia popular final, hicieron que decidiera no convocar a ningún jugador una vez que supo que no iba a poder contar con quien consideraba imprescindible (Zabaleta), y que nunca antes había sido parte del equipo. Ni siquiera a Zanetti, que estaba de paso por Buenos Aires. Así fueron todas estas cosas todo este tiempo. Y termina jugando allí el juvenil Otamendi, de pocos partidos en Vélez Sársfield y todos como marcador central, si bien no se discute su capacidad técnica.
La pregunta que cabe formularse es si este Maradona soberbio, que no admite críticas y que ya conocemos de otros tiempos mejores, de gloria real, debe seguir como entrenador argentino para la cita del Mundial. Y no parece haber conformado una idea, una base de juego, como para pensar en una continuidad, a menos que acepte, por fin, ser rodeado de gente capaz, que le aporte conocimientos o experiencia, pero fundamentalmente al que el pretendido técnico del seleccionado nacional escuche, no sólo oiga.
Para el presidente de la AFA, Julio Grondona, cabe en cierta forma un mensaje similar. El enemigo no es el periodismo que critica, sino la falta de un proyecto, de un plan, de una estructura seria para un fútbol como el argentino que desde siempre fue respetado como potencia mundial y hoy camina por el abismo en todo sentido, no sólo en su máximo equipo, sino en sus clubes, en su competencia local, que se va quedando en las competiciones internacionales y por aceptar un juego rácano, aburrido, en el que se privilegia el choque y la fricción sobre la creatividad.
De nada habrá servido esta sufrida clasificación para el Mundial si no se experimentan cambos reales. Si el mensaje es que la culpa es de los que señalan los innumerables errores, no servirá de mucho. Lo dice Verón, con pantalones cortos, y no pueden entenderlo Maradona y Grondona, con los largos. El mundo al revés: la cordura parece más cerca de los que están adentro del campo de juego que de los que están afuera y eso significa que hay algo que no funciona.
Maradona, Bilardo y Grondona podrán decir que algo así ocurrió en 1986 y se ganó luego el Mundial. Pero también deberán reflexionar por qué entonces, a un cuarto de siglo de aquello, hoy seguimos como cuando vinimos de España, aunque estemos pensando en viajar a Sudáfrica. Antes de llegar a la concentración de la universidad de Pretoria, habrá que pasar por la estación de la cordura, como requisito indispensable.
1 comentario:
Hoy tuve el gran disgusto, de escuchar a Maradona y comprobar que sus desajustes sinápticos son aun mas serios de lo que pensaba (un pequeño error para una neurona, un gran desastre para un hombre). Amén de dejar de lado su espantosa acción de insultar haciendo alusión a la homosexualidad, omisión graciosa de mi parte, pero que todos reconocen como su sello indiscutible. Pero sinceramente, no encuentro excusas que él mismo o algún embajador pueda hacer llegar para sus monumentales heces verborragicas.
Personalmente sentí que Maradona se apropiaba de un éxito que no le pertenecía, de un partido que él no había ganado y esa apropiación ilícita la hacia para darle mal uso.
Actúa con soberbia, como un pequeño déspota que no acepta ni sugerencias, ni mucho menos críticas (para Maradona “o están con nosotros o están contra nosotros”).
De mi parte, le hago saber al señor Maradona (que supongo leerá este blog) que yo lo he criticado y lo seguiré haciendo, le agregare que es gracias a la critica que uno progresa y que aceptaré sus sinceras excusas por este infortunado exabrupto de su parte y quedo ansioso a la espera de su respuesta (que la puede enviar por este mismo medio).
PD: la victoria de Argentina quedo opacada por estas declaraciones, yo mismo me asombre que ponga la radio que ponga, aquí en Francia, solo le daban unos tres segundos al hecho de la victoria Argentina y varios minutos a los exabruptos de Maradona.
El Acrobata
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