A esta altura de los acontecimientos, y con mucho del pastel ya vendido, nos seguimos preguntando qué les pasará a aquellos que tienen que tomar decisiones en el entorno del seleccionado argentino. Quienes nos siguen con el blog, saben bien nuestra opinión sobre la competencia de quien ostenta el cargo de entrenador, Diego Maradona, y sobre el ideario del presidente de la AFA, Julio Grondona.
Lo que cuesta creer es que cuando ya los resultados de la eliminatoria son tan duros, tan negativos, que colocaron al equipo nacional tan cerca del abismo, aún así no haya una mínima reacción ni dirigencial, ni del equipo técnico como para apelar a cierto, mínimo, sentido común como para no seguir aumentando este aquelarre que la puede llevar al mismo desastre.
Pocas veces se vivió una situación de tanta zozobra institucional y es llamativo que Grondona, aún con tantos desaciertos, no tome las cartas necesarias en este asunto siendo que todo lo que respecta al equipo argentino, y su participación en torneos mundiales, siempre fue la piedra basal de la única posibilidad de recomponer su más que pálida imagen en el mundo del fútbol.
Lo que está suciendiendo es que el propio Grondona observa con impavidez, que tal como ocurriera en el Mundial 1994, vuelve a estar preso de Maradona, de su inestabilidad emocional, de su falta de capacitación para el cargo que él mismo le concedió, tal vez para hacerle ver lo que ahora todos vemos, que no está en condiciones de ocuparlo. Pero el problema pasa por el momento elegido, si fue así. Porque si Maradona hubiera asumido al comenzar una eliminatoria de 18 partidos, habría sido mucho más manejable una crisis en la mitad del camino. Ahora, ya es tarde. El último tren pasó la madrugada posterior a la derrota en Asunciòn, cuando se pudo sacar partido de la crisis contratando a un entrenador por cuatro partidos (los dos que quedan más posibles dos de repechaje) con la opción del Mundial si todo va bien. Pero seguir con lo "malo conocido", por no innovar, en este caso fue potenciar el problema inicial.
Ya no hay tiempo para nada, y Maradona decide enojarse y no convocar un lateral derecho para jugar el sábado contra Perú cuando se lesiona Pablo Zabaleta por jugar el pasado lunes con el Manchester City por la Premier League porque, según el "diez", el secretario general de selecciones, Carlos Bilardo, no hizo nada para evitarlo. Tampoco cuenta con Fabricio Coloccini, también lesionado en el Newcastle, y no convocó a Javier Zanetti, quien era uno de los "hombres" que tanto elogió hace escasos meses. Aparece de buenas a primera un Gonzalo Higuaín que en todo el ciclo jamás estuvo, sin explicaciones de por qué un jugador destacadísimo nada menos que en el Real Madrid, nunca se puso la camiseta argentina. Martín Palermo también aparece ahora como posible salvador, mientras que Rolando Schiavi es un imprescindible a esta veterana edad y cuando él mismo dice que había perdido todas las esperanzas de ser convocado en su mejor momento, en 2003, mientras que seguramente a Pablo Aimar habrán tenido que repetirle varias veces que su convocatoria no era una broma. Sea lo que sea de quienes están y quienes no, hay algo que se repite; nunca se sabe por qué, algo que ya es costumbre en Maradona, tal vez porque ni él sepa bien el motivo, o porque muchas de esas explicaciones pasan por motivos personales.
Lo cierto es que una vez más, como tantas otras veces como jugador o entrenador, o cuando estaba suspendido, Maradona amenaza con dejar el cargo y buena parte del periodismo argentino se asusta, se pone serio, se preocupa, como si no fuese un ardid más como cualquiera del común de los mortales que utiliza todas sus armas para poner en vilo a los medios.
Cuando Maradona dice que lo guarda todo en su computadora y que hablará recién cuando termine la eliminatoria, muchos fruncen el ceño o buscan en eso una frase escandalosa cuando apenas es una bravata de alguien acostumbrado a que nadie lo critique, a desviar la culpa en Bilardo o en cualquier otro, aunque todos los demás tengan una parte de responsabilidad.
Lo único cierto, hasta ahora, es que con un plantel que es la envidia del mundo futbolístico, y con un calendario organizado por la confederación Sudamericana para favorecerlo (al igual que a Brasil), el equipo argentino tiene que hacer cuentas para no quedar eliminado del próximo Mundial. No es distinto a lo que ocurre con un país que lo tiene todo para ser una potencia, y termina hundido por su clase dirigente.
En el caso del seleccionado argentino, hay un entrenador y hay un dirigente responsable, que es quien lo contrató: Diego Maradona y Julio Grondona. El resto, palabrerío, cháchara para no decir lo que hay que decir, sin medias tintas ni especulaciones pseudo-progres o para no tener problemas futuros con el ídolo intocable.
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