No hay tiempo para lágrimas. El grupo de muchachos que representa a la Argentina futbolera tiene su partido clave mañana en el legendario Estadio Centenario de Montevideo. El mismo de aquella ya lejana final del Mundial de 1930 que dio lugar a tantas habladurías, a tantas historias, en uno de los enfrentamientos más duros entre los dos equipos rioplatenses de que se tenga memoria desde aquel cotejo decisivo. Acaso en un nivel parecido puede colocarse el triunfo argentino por 1-0 con el recordado gol de Pedro Pablo Pasculli, en octavos de final del Mundial de México en 1986, que tuvimos la suerte de presenciar en Puebla, cuando amenazaban los celestes con Enzo Francéscolo y Rubén Paz, y un halo negro se cernía sobre todos, con lluvia y viento incluídos.
Y no llega nada bien el equipo argentino, aunque el empate que practicamente lo clasifica para el Mundial en forma directa, apararezca como la zanahoria del burro. Porque salvo una extraña goleada de Ecuador a Chile en Santiado, es cierto que matematicamente un empate deposita a los argentinos en Sudáfrica 2010. El tema es cómo conseguirlo, desde dónde, con qué juego. Y allí es que no se observa claridad, desde los permanentes cambios de rumbo de su entrenador, Diego Maradona, desde la confusión institucional con los contínuos dimes y diretes del cuerpo técnico y el manager Carlos Bilardo, y desde la máxima conducción, por parte de Julio Grondona, de lo que ya nos hemos extendido lo suficiente.
Llama poderosamente la atención entonces que luego de tantos desastres juntos, el equipo argentino piense y todo indica que así será, salir a jugar ante los uruguayos sin marcadores de punta con oficio y en cambio, con un improvisado lateral derecho (Otamendi), que además, reúne de por sí pocos partidos en primera división y como zaguero central, e insista por la izquierda con Gabriel Heinze, cuando ya quedó muy claro que si en algún lugar puede rendir, es como marcador central. Y todo por el capricho de no llamar laterales por el affaire Zabaleta. Insistimos con el concepto futbolero: si no se sale a jugar y a sonreir, si sólo se sale con los dientes apretados y sin una idea madre, será complicado que el objetivo se consiga. El seleccionado uruguayo cuenta con buenos jugadores, está en un buen momento anímico luego de dos triunfos consecutivos, uno de ellos en la altura de Quito, donde Argentina perdió sin recibir más que críticas benevolentes de la prensa nacional, justificando siempre todo, en este caso, el cansancio acumulado por la circunstancia geográfica, que no pareció hacer mella en los aparentemente más adaptados colegas del otro lado del río. Parece que para los orientales, la pelota sí doblaba y se podía ganar en Quito, y el cansancio no apareció. En todo caso, debe haberse tratado de otro hecho del más allá, como gusta creer el entrenador argentino. El equipo uruguayo cuenta con un muy buen entrenador, nuestro conocido Oscar Washington Tabárez y sin dudas ésta es otra fortaleza a tener en cuenta por la concentración argentina a la hora de planificar el partido. El hecho de que Maradona haya pensado un mediocampo con Jonás Gutiérrez, Mascherano, Verón y Di María, indica que salvo por el lado de éste último o por algún adelantamiento del gran jugador de Estudiantes, los dos delanteros, Messi e Higuaín, corren otra vez el riesgo de quedar aislados y la pregnyta que nos hacemos es qué variante habrá pensado, si es que la pensó, Maradona, por si por alguna casualidad, el equipo argentino se encuentra pronto en desventaja.
No parece haber mucho plan y ojalá nos equivoquemos. Paradójicamente, el seleccionado argentino sale a jugarse la última carta para el pase directo al Mundial en la última jornada y en un escenario desfavorable, justo lo contrario a lo que se pergeñó cuando junto a Brasil, impuso el sistema de disputa de clasificación de "todos contra todos". Para no tener que depender de un partido fortuito, y ni siquierade un partido: tampoco de un grupo clasificatorio de un mes, como se llevaba a cabo antes, hasta el Mundial de estados Unidos 1994, cuando se debió jugar un repechaje ante Australia en 1993. Y resulta que una vez más, los argentinos son presos de la propia ley que crearon para burlar lo anterior y acomodarlo a sus intereses. ¿Les suena?
Párrafo final para Lionel Messi y esta extraña controversia típica del exitismo argentino por la que se lo comienza a señalar como "el malo de la película" por no rendir como lo hace en el Barcelona. Fue interesante escuchar en Radio Del Plata un riquísimo diálogo entre la periodista catalana Cristina Cubero, del diario "Mundo Deportivo" de Barcelona, con su colega argentino Fernando Niembro, en él que éste insitía en que Messi no es el del Barcelona, que se exagera cuando en Europa se le atribuye el título de mejor jugador del mundo, y que los argentinos siguen esperando que juegue como en su equipo, a lo que Cubero respondió que es imposible que eso ocurra mientras el sistema no lo ayude y Messi no cuente con la asistencia y la chance de descarga que tiene en el Barcelona. También muy claramente, César Menotti afirmó que Messi "juega en el Barcelona y corre en la seleccón argentina". No parece muy difícil entender que nadie puede jugar solo, y menos si lo hace de delantero, y que necesita de sus compañeros, aunque se trate de un genio del fútbol, como Messi. Y raro que siendo lo que fue Maradona como jugador, no alcance a verlo y tome tantas precauciones y no sepa a qué quiere jugar. Otra de las tantas contradicciones argentinas, que hacen que muchas veces teniendo todo para reir, terminemos llorando. Ojalá esta vez no pase, pero es apenas un deseo, sin elementos para ser optimistas.
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