El continente sudamericano debe festejar mucho la decisión tomada ayer por el Comité Olímpico Internacional (COI), expresada en la voz de su presidente belga Jacques Rigge en Copenhague: un gran país como Brasil, serio, medido, que se forjó con duro trabajo el liderazgo no sólo regional sino lentamente, mundial, tendrá la posibilidad de organizar, en su ex capital, la bella ciudad de Río de Janeiro, los primeros Juegos Olímpicos de la zona, en 2016.
Y la decisión no puede ser más justa. Nunca los Juegos Olímpicos se habían organizado en el continente sudamericano y no hay mejor país que Brasil para ser la primera sede y la Argentina tiene mucho que aprender de lo conseguido por el país hermano y no sólo en materia deportiva.
Desde hace años que Brasil, como país, viene desrrollando una coherencia en sus movimientos, desde el Palacio de Itamaraty en cuanto a la diplomacia y asuntos de cancillería hasta el posicionamiento de los diferentes temas internacionales, hasta sus distintos planes nacionales de desarrollo, su despliegue industrial, su política petrolera y exportadora, pero especialmente, su gran amor hacia todo lo suyo, que a su vez se entronca con la fuerte presencia de una burguesía nacional.
Nos ha tocado visitar Brasil muchas veces (por suerte) y además, hay muchos lazos afectivos con este país por muchas razones, pero si hay algo que siempre nos ha sorprendido es la cantidad de veces que aparece la misma palabra "Brasil" en boca de quienes tienen alguna posibilidad de tomar decisiones.
Brasil, debemos reconocerlo, siempre ha sido un país que no se ha mirado el ombligo, pudiendo hacerlo debido al gran potencial que tiene, y que ha sabido explotar su presidente Luis Ignacio Da Silva, "Lula", el mismo que conmovió con su llanto en Copenhague, una vez conocido el triunfo de Río de Janeiro en la finalísima contra Madrid por 66 votos a 32.
Y en estos años de tremendo crecimiento, tanto que ya su grupo de influencia llamado BRIC (Brasil, Rusia, India y China), ha conseguido ser escuchado y ha ingresado al de mas peso en el mundo junto al G7, el grupo de países industrializados, Brasil fue consiguiendo colocarse en un escalafón posiblemente soñado hace un par de décadas con mucho esfuerzo, y un Estado realmente existente y planificador. No hay milagros ni secretos, ni influencias que alcancen si detrás de esto no hay nada, como le ocurrió a Buenos Aires cuando se postuló para organizar los Juegos Olímpicos de 2004 en tiempos de euforia menemista. No había base: apenas, la creatividad de un corredor en la zona del Río de la Plata, pero sin ningún otro basamento para ser elegida, aún pasando el primer corte.
Mariano Ryan, muy respetado colega del diario Clarín, especializado en estos temas, sostiene hoy en su artículo "Basta de quimeras" (http://www.clarin.com/diario/2009/10/03/deportes/d-02011350.htm) lo que desde el COI se explicó como motivo por el que en 1997 Buenos Aires no resultó electa: por carecer de dirigentes en los más altos niveles internacionales, peso en infraestructura deportiva y urbana, experiencia en organización de eventos de primer nivel, buenos resultados en los Juegos Olímpicos, un adecuado apoyo estatal a los atletas, y un nulo espíritu olímpico en sus ciudadanos. Lapidario.
¿Qué hizo Argentina, desde 1997, a partir de este informe del COI? ¿Qué hicieron sus dirigentes para cambiar este panorama? ¿Cuál fue el plan estatal deportivo desde ese momento? ¿En qué ejes deportivos desde el estado hubo algún dejo de continuidad en una política deportiva? ¿Cuál es la política deportiva argentina? no hay mucho más que agregar.
Argentina sigue por el camino de siempre y hasta peor, podría decirse. Porque como solemos escribir, cuando nos referimos a este tema, Argentina no es un país más dentro del deporte olímpico. Argentina ha tenido una tradición de participación y peso en el concierto del olimpismo, que fue perdiendo presa de su propio fracaso como país en todos los órdenes. Argentina tiene dos medallas doradas en maratón (1932 y 1948), por ejemplo, o una importante historia en boxeo, en remo. Sin embargo, nada se hizo, o demasiado poco, y la prensa apela siempre a los mismos "especialistas" y el estado sigue sin becar a ningún científico social para que emigre, estudie en el exterior y traiga sus experiencias y sus conocimientos para volcarlos en una política estatal coherente porque esos cargos son para los amigos. Y así le va al país. El hecho de que entre los 106 miembros del COI reunidos en Copenhague no haya habido siquiera un dirigente argentino con chances de alzar su mano y votar, o poder negociar algo para el país, algo que siempre había ocurrido en el pasado, es otra muestra de la tremenda decadencia, sin que su clase dirigente despierte de su letargo, o esté dispuesta a aprender de su vecino exitoso por mérito propio.
El gran amigo Eduardo Val, talentoso y culto abogado argentino residente en la hermosa Copacabana de Río de Janeiro, siempre nos dice algo para tener muy en cuenta: que en Brasil no entienden por qué la clase dirigente argentina sigue empeñada en rivalizar como si fuera un partido de fútbol, en vez de pensar sus políticas como una alianza entre los dos gigantes sudamericanos. Y tiene mucha razón. Y así nos va. Y así les va.
Brasil organizará el Mundial de fútbol 2014, los Juegos Olímpicos de 2016, y un año antes, la Copa América de fútbol 2015, y la infraestructura ya tiene una buena parte de finalización en ocasión de organizar hace dos años, en 2007, los Juegos Panamericanos. Se calcula que los Juegos Olímpicos costarán 14.400 millones de dólares, y que la villa olímpica será emplazada en la bella Barra de Tijuca, la final del fútbol y las ceremonias inaugural y final se llevarán a cabo en el mítico Maracaná, y que habrá magníficos escenarios para cada una de las competencias, apoyadas por un pueblo alegre, con cadencia, caluroso, bello y con la mejor música. ¿Qué más se puede pedir? muy poco.
Para la Argentina, tal vez sea una ocasión sin desperdicio para aprender la lección de los vecinos. Las cosas se consiguen trabajando duro, con un proyecto a desarrollar, con coherencia en el accionar, con amor, pasión e interés nacional, con apoyo de una burguesía que debe interesarse por el país sin declamar ni protestar. La dirigencia deportiva debe tener grandeza en vez del chiquitaje de sacar partido de los intereses personales, y la dirigencia política debe anteponer los intereses nacionales a los propios. Los que deben llevar adelante el proyecto son los técnicos, cuya formación debe ser probada y contrastada y no declamativa, amparada en la prensa "progre" formadora de opinión (y de chantas). ¿Es posible todo esto? no parece sencillo.
Al menos, la cercanía con Brasil permitirá a la Argentina llevar una gran delegación a los Juegos. Nos referimos a los deportistas, logicamente, y no a la dirigencia ni a los advenedizos. Y siete años dan pie para una buena planificación, si aparecen los factores antes mencionados. Todo un desafío para ver si alguna vez, salimos de la decadencia que nos amarga, nos deprime, nos aisla del mundo.
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