Las dos imágenes que por estas horas recorren el mundo, acerca del seleccionado argentino, son la curiosa zambullida de su extraño entrenador, Diego Maradona, y los brazos abiertos con gesto de agradecimiento a algo imperceptible por parte del mágico goleador Martín Palermo. Ninguna de esas dos imágenes están relacionadas con cierta mínima cordura, con lo puramente futbolístico sino en todo caso con algo del más allá, y por lo tanto, inexplicable. Porque esto que pretende ser un equipo argentino pero por ahora sólo es un grupo de once jugadores con la misma camiseta y una suma de voluntad y enorme ansiedad, es inexplicable.
Es difícil poder llegar a jugar tan mal ante un rival tan pero tan pobre como lo fue Perú en un Monumental atónito, que para suma de desconciertos, tuvo que debatirse en un vendaval, a plena lluvia y sin que se pudiera ver el partido de forma normal. Tampoco, seamos sinceros, había tanto para ver. ya al final sólo importaba asegurar el resultado, y se produjo ese milagro que tiene siempre Maradona en algún bolsillo y que por algo hizo que naciera con estrella, y que encontró en los pies de un delantero que no por nada fue bautizado como "el optimista del gol" como Palermo. Porque si bien no es un dotado técnicamente, el nueve de Boca Juniors hace todo lo que está a su alcance para ayudar al azar desde su inteligencia, su sentido común y su convicción para ir a cada pelota.
Pero el propio Palermo nada puede hacer ante un caos tan grande, producto de una desastrosa gestión que comienza (como lo venimos reiterando toda vez que podemos) con el presidente de la AFA, Julio Grondona, y que sigue en el manager Carlos Bilardo (de poco lugar en la toma de decisiones y por lo tanto, inentendible su función), y termina en el entrenador Maradona, que a esta altura ya es claro que no sabe a qué juega el equipo.
El ejemplo de la no inclusión de un lateral derecho por un capricho digno de un niño malcriado, luego del affaide de Zabaleta, es ilustrativo: desde esa punta llegó el centro para el gol peruano, y ahora hay que viajar al crucial partido final en Montevideo y tampoco Maradona convoca a otro defensor en esa posición. Porque no hay un hilo conductor y porque nadie de su entorno le dice al rey que está desnudo. Porque con cualquier otro entrenador, la decisión de echarlo ya hubiera sido tomada hace rato. Pero no. Nadie se atreve con Maradona, aún cuando lleva demasiado tiempo demostrando no estar capacitado para el cargo. Es tal la desidia que hasta se pone en duda la participación en un Mundial que puede significar años de atraso y aislamiento y la pérdida del enorme prestigio acumulado en años de títulos y de grandes equipos y jugadores. Todo vale, tal vez con la misma idea del Todo Pasa del anillo mágico.
Lo cierto es que el grupo de jugadores argentinos viaja al Uruguay para definir una plaza en el Mundial con el enorme riesgo de quedar incluso eliminado de Sudáfrica 2010 sin pasar siquiera por un repechaje y eso no es descabellado: basta con perder (resultado bastante lógico teniendo en cuenta los entrenadores y los estados anímicos de los dos) y que Ecuador le gane a una selección chilena ya clasificada. También es cierto que un empate, deja al equipo argentino directamente en el Mundial y por lo tanto, cabe la pregunta sobre qué se debe hacer en Montevideo. Porque conociendo al muy buen entrenador que es el uruguayo Oscar Tabárez, éste sabe bien que su equipo celeste se encuentra ante la gran ocasión de las últimas dos décadas, para que el fútbol de su país se levante ante su propio público ante su rival a medida, y se acaben los tiempos de frustraciones y para ello, bastará con ganar el partido, acaso el más importante de los choques rioplatenses desde la final del Mundial de 1930.
El gran problema del grupo de muchachos voluntariosos de Argentina es que no hay siquiera una base de trabajo. Ni eso. Tampoco hay un buen estado anímico luego del auténtico desastre ante Perú, y entonces mucho depende de lo que produzcan sus jugadores, de su temple, y nosotros agregamos, que no se metan atrás. Porque ya sabemos lo que ocurre cuando eso pasa y luego, ya no suele haber tiempo ni chances de revertirlo y no sobra mucho. Notamos en la previa una tendencia a colocar muchos marcadores centrales (a falta de laterales, por lo expuesto más arriba) y muchos volantes centrales. No es buena señal, como tampoco, lo poco que se cuida al mejor jugador del mundo, Lionel Messi, atacado por el eterno exitismo argentino: quieren que juegue como en el Barcelona cuando este equipo y el actual seleccionado argentino, se encuentran a años luz de funcionamiento. De lo contrario, habrá que pensar que Messi es doctor Jeckill cuando se encuentra en España, y Mr Hyde cuando cruza el Atlántico. Una auténtica ridiculez.
Hay una certeza y es que Maradona apela a "San Palermo", al "Barba" que se paseó por el Monumental y anda con el rosario en su puño, lo que nos hace acordar a aquella medallita que besaba Bilardo en Italia 1990. Y cuando se reza y no se juega, se depende de hechos externos, y entonces, ya no se depende de uno mismo. Una mala señal para tanto en juego.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Lamentablemente, Sergio, quedó ampliamente confirmado en estos meses que el daño cerebral que producen las drogas es irreversible, así como el que genera el creerse Dios sobre la tierra. Aunque lo terriblemente grave no fue, es ni será eso, sino que -en un evidente signo de cómo desgasta también las neuronas el ejercicio excesivo del poder- el presidente de la AFA haya apostado por un tipo que vive un delirio místico permanente, obviamente con la venia del lamentable periodismo deportivo argentino. ¿Será que después de tantos años como dictador supremo Grondona también vive su realidad paralela en la que lo puede todo y nada le sale mal? Habría que empezar a considerarlo. Lo que no podemos dudar es que es él, Julio Humberto Grondona, el gran responsable de este papelonazo histórico. Y ojo que te lo digo hoy martes, y no con el diario del jueves...
Publicar un comentario