La dirigencia de Boca Juniors había calculado unas
veinticinco mil personas en la Bombonera, el pasado lunes, para recibir a la
nueva incorporación, un ídolo del club como Carlos Tévez, pero la realidad les demostró
otra cosa: no importó el día laborable, ni que no hubiese partido por jugarse.
La gente acudió en masa, y el estadio no alcanzó para albergar a todos los que
quisieron ver al Apache en acción.
Diez mil personas se quedaron afuera sin poder
entrar, en un fenómeno que sólo pudo igualar, y acaso sobrepasar, aunque en un
día de partido y otra Argentina, la de 1981, aquel debut de Diego Armando
Maradona en la misma Bombonera y ante Talleres de Córdoba el 22 de febrero de
ese año, por la primera fecha del torneo oficial.
La gratuidad de la entrada y la trayectoria de Tévez
demuestran que cuando hay garantías y cuando las facilidades económicas
aparecen, la gente asiste, lo que tira abajo infinidad de teorías como que la
TV le quitó público al espectáculo deportivo o que las entradas tienen un valor
accesible para todos.
El fútbol argentino es caro, porque el espectáculo
que ofrece es paupérrimo en la mayoría de los casos, con jugadores muy
veteranos o demasiado jóvenes, que se marchan a la primera de cambio que
aparece una oferta interesante, incluso a veces para regresar meses después
pero ya a préstamo, con el pase en poder de clubes extranjeros.
Dias atrás, y en una entrevista que le realizó un
canal de TV por cable, el entrenador argentino de la selección chilena, Jorge Sampaoli,
contaba el desafío que para él representaría dirigir a algún club en el fútbol
argentino “porque salvo el Newell’s Old Boys de Gerardo Martino, o al principio
el River Plate de Marcelo Gallardo, son los únicos que en los últimos años
arriesgaron. El resto juega siempre especulando por miedo a perder”.
En cambio, Tévez cometió la transgresión de regresar
joven, aún cuando estuvo once temporadas fuera del país, en un excelente nivel.
Pero son muy pocos los casos de regresos a los 31 años en el gran nivel
europeo, y perteneciendo todavía a la selección nacional, siendo factótum de
títulos como los de las dos últimas temporadas en la Juventus.
Estas razones del corazón que la razón no entiende
son las que pueden aplicarse a un Tévez que cumplió exactamente su promesa de
regresar a Boca para terminar su carrera en el equipo de sus amores y aparecer
en el momento clave, justo cuando los de Rodolfo Arruabarrena llegaron a la
punta de la tabla del torneo argentino tras un año durísimo y tras sufrir una
impensada eliminación de Copa Libertadores ante River que dejó marcado al
equipo.
Tévez tiene, además, una cercanía especial con el
hincha de Boca, que lo siente propio, que se identifica con él, por su
simpleza, su falta de diplomacia y sus orígenes humildes, pese a lo cual, logró
triunfar en La Meca sin siquiera poder hablar los idiomas de cada lugar. En
todo caso, le bastó con el idioma universal del fútbol.
Y por eso mismo, por la trascendencia del fenómeno,
es que gran parte de la prensa soslayó la otra parte, la donación de la bandera
a “La 12”, o le tiraron centros para que
cabecee en su primera conferencia de prensa, por estar Tévez ligado a una
operación electoral que también forma parte del lado B de su llegada a Boca.
Porque Tévez, hay que decirlo, bien pudo llegar el 1
de julio de 2016 en calidad de jugador libre, porque un día antes se le vencía
su contrato con la Juventus, que quiso poner el punto sobre las íes luego del
extraño agradecimiento del presidente de Boca, Daniel Angelici, agradeciera a
los italianos por “liberar” al crack.
No hubo nada de eso. La Juventus, a sabiendas de que
perdería al Apache dentro de un año, optó por sacar la mayor tajada posible,
consiguió un resarcimiento económico, el préstamo de una de las promesas de las
divisiones inferiores xeneizes como Guido Vadalá, y la prioridad sobre otras
joyas juveniles como Rodrigo Bentancur, Franco Cristaldo y Adrían Cubas.
Es decir, muy lejos de haber sido gratis la llegada
de Tévez y no es casual tampoco que haya sido la Juventus la que tuviera que
develar el arreglo completo, aunque nadie se sonrojara por eso.
Es que aunque buena parte de la prensa pegada a la
dirigencia de Boca (en especial, un canal con comentaristas afines a esta
comisión) quiso vender que “gracias” a algunos miembros, Tévez llegó al club en
este momento, lo que apremió fue la urgencia ante la inminente posibilidad de
perder las elecciones de diciembre a falta de títulos para mostrar durante todo
el último ciclo, sumado a situaciones como la salida de Juan Román Riquelme, y
el episodio bochornoso del gas pimienta ante River por la Copa Libertadores, o
la estrecha relación con la barra brava.
Por eso, el fenómeno Tévez es mucho más que una
simple vuelta de un ídolo al club de sus amores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario