DESDE SANTIAGO DE CHILE
La pregunta que surge, nítida, tras una nueva
derrota de la selección argentina, la decimosexta en veintidós años, es por
dónde pasa el problema de los distintos equipos nacionales de fútbol que siendo
tan competitivos, con jugadores de calidad contrastada, que participan en los
mejores clubes del mundo, que son protagonistas de las ligas más exigentes, no
pueden conseguir nunca los principales objetivos, los títulos que buscan.
Reiteradamente escribimos en nuestras columnas
acerca de que hay cosas que desde hace mucho tiempo que no funcionan en el
fútbol argentino, y mucho menos en la selección, y no tiene relación con lo
técnico, con la calidad de los jugadores porque en estos años, especialmente
desde hace casi una década, son contados con los dedos de una mano los
jugadores que pueden llegar a faltar.
Tal vez desde una mirada que nos permiten las
ciencias sociales, podemos transmitir algún aporte, por el privilegio de haber
estado tan cerca de los distintos equipos argentinos durante tantos años en
amistosos internacionales, y en todas las Copas América, Mundiales, Copas
Confederaciones.
Y entonces es que aparece una pregunta complicada,
pero que creemos necesario abordar. Sería bueno saber cuánto de argentino hay
en estos jugadores. ¿Qué es lo que los vincula a la Argentina, más allá de
haber nacido en este suelo, de querer a la camiseta, a sus familias y amigos, a
su entorno más próximo?
Recordábamos en estas horas lo que nos comentaba un
apreciado colega uruguayo sobre el anterior capitán de la selección celeste,
Diego Lugano, que sabe quién fue Scarone, qué sucedió en 1950 con Obdulio
Varela en el Maracaná, quiénes fueron Schiaffino o Cubilla o Matosas.
¿Saben los nuestros algo sobre el pasado de la
selección argentina? ¿Saben, más allá de los Gabriel Batistuta, Hernán Crespo,
quiénes son los campeones del mundo de 1978 o jugadores de más atrás en la
historia, como los Carasucias de 1957, o Guilllermo Stábile? ¿Les interesa algo?
¿Quieren saber sobre nuestro país, más allá de la pelota? ¿Qué grado de
integración tienen con la Argentina en general?
Todo esto puede ser apenas retórico y el lector
pensará que si Gonzalo Higuaín embocaba el gol en la última jugada, nada de
esto nos estaríamos preguntando, pero tal vez ese fallo y esta nueva derrota,
sean la puerta de acceso a una nueva etapa de profunda reflexión sobre estos
jugadores que, lo sepan claramente o no, nos representan cada vez que son
convocados.
Y nuevamente vienen a a la memoria de este
periodista aquellas patéticas imágenes de la selección argentina en Córdoba,
durante la Copa América pasada en la que fue local, cuando la gente del lugar
pugnaba para ver de cerca a estrellas con las que no tiene contacto, y que sin
embargo ni asomaron sus narices por la ciudad y ni siquiera por el hotel,
siempre lejos, siempre distantes, siempre antipáticos.
Porque esta selección argentina, hay que decirlo,
desde hace dos décadas que asumió como normal su antipatía, su soledad, su
soberbia. No hay lugar en el mundo en el
que la delegación argentina, con el director técnico que sea, no busque estar
aislada, los hoteles más inaccesibles, a los que muchas veces no hay manera de
llegar que no sea en taxi, y pagando fortunas. Y todo, para no estar en
contacto con nadie.
Esta selección llegó a pagar y pagar multas en esta
Copa América de Chile por incumplir permanentemente con el reglamento, sin
presentar a sus jugadores a las conferencias de prensa, sin hacer el
reconocimiento previo en los estadios, rechazando el premio al mejor jugador,
sacándose las medallas plateadas por no aceptar perder, yéndose sin hablar con
la prensa porque perdió, o evitándola con mecanismos pueriles, mafiosos, como
cuando el jefe de prensa pasa un whatsapp a los diez medios “más grandes” para
que pidan entrevistas con los jugadores, ignorando al resto, al que deriva al
desinformante sitio web, para sacárselos de encima.
Si esta selección evita al periodismo, a la gente,
¿cuál es, entonces, su pretendido vínculo con lo argentino? ¿Por dónde pasa
esta relación?
Desde hace dos décadas, cuando ya el director
técnico Daniel Passarella decía “ahí viene el enemigo” para referirse a la
prensa, esta selección es la de las estrellas de los cientos de millones de
euros en las cuentas, con gente que no tiene hambre de gloria más que el
individual, el de querer ganar como cualquier deportista, pero ¿qué dicen
cuando escriben “vamos argentina” en Twitter? ¿Qué es exactamente lo que
quieren que leamos, que no sea un fraserío vacío de contenido de parte de
alguien que cuando nos tiene enfrente, no quiere saber de nosotros ni de nadie?
Ya nos decía Carlos Bilardo, en una interesantísima
charla, muy prolongada en un hotel de Villa Borghese, en Roma, en 2014. “Esta
gente no tiene nada que ver con los que yo dirigí, que casi no había salido del
país y no había hecho la gran diferencia. Esos te escuchaban. Ahora todo es
mucho más difícil”.
Ahora, muchachos más jóvenes que aquellos que fueron
campeones del mundo, ya amasaron fortunas y no quieren que nadie los moleste, y
para peor, no tienen nada para decir. El jefe de Deportes de uno de los dos
diarios más importantes de España nos dijo hace unos años: “Me han conseguido
pasar un día entero en casa de un compatriota tuyo, y al irme de allí no tenía
nada para publicar”.
La selección argentina necesita una refundación, sí,
pero que debe comenzar mucho antes que en la pelota. Debe recomenzar por el
principio, desde la estructura dirigencial de la AFA. Desde que los jugadores
sepan lo que representan y tengan el alma abierta para nutrirse de lo propio,
de su gente, que amen a los suyos. Desde dirigentes que sepan hacia dónde van y
no cambien de Menotti a Bilardo, de Basile a Passarella, de Sabella a Martino,
como bien dijo días pasados, sobre la incoherencia dirigencial, el actual
técnico de la selección.
Una selección como la argentina, primera en el
ranking mundial, no puede tener dirigentes en sus hoteles que andan en ojotas
con los dedos afuera y sin saber casi ni cuál es la ciudad en la que están, y
los jugadores deben por fin firmar una cláusula en el contrato por la cual
estarán obligados a dialogar con toda (toda) la prensa nacional y en lo
posible, internacional.
Sin caprichos, ni nanas, ni vueltas de tuerca. Es la
selección argentina, bicampeona del mundo, catorce veces campeona de América,
bicampeón olímpica.
Parte de la actitud pasa también por estas pautas.
Acaso sea el tiempo de un buen psicólogo. No hay que tener miedo a los
profesionales. Y por qué no un sociólogo para que trabaje en la relación entre
el plantel, lo institucional y la sociedad, con jugadores que todo el año están
fuera del país y que cuando regresan, se los recibe como estrellas.
Este momento de la selección argentina también
recuerda a otros de equipos que han atravesado situaciones similares, como por
ejemplo el Boca Juniors de 1996, cuando aquella definición de Diego Latorre del
“cabaret” y cracks, todos juntos, como Claudio Caniggia, Diego Maradona, Sergio
Martínez, Luis Hernández, Juan Sebastián Verón, Cristian “Kily” González y
tantos más, pero que sin embargo, no lograban un título.
Tuvo que llegar Carlos Bianchi en 1998, dar un baño
de humildad a buena parte de ese plantel, dando prioridad a los Guillermo
Barros Chelotto sobre los Caniggia, trabajando en lo colectivo por sobre lo
individual, entendiendo lo que es el club, estableciendo una relación estrecha
con socios e hinchas, conociendo la historia de la entidad.
No hay secretos. Es, primero que todo, voluntad de
cambio y no, continuidad de lo que apenas es funcional para el poder de unos
pocos.
Recién después viene el estilo, el sistema, la
táctica, en esa pirámide que comienza con la institución. Recién después
discutimos si 4-3-3, si Javier Pastore o Enzo Pérez, pero primero, saber de
dónde venimos para decidir hacia dónde vamos.
Tal vez, con esos conocimientos, la actitud podría
ser otra a partir de otro convencimiento más sincero, sin necesidad de agitar
la camiseta para acercarse al que no quieren conocer ni les interesa saber
quién es.
Tal vez, el secreto sea más argentina, y menos
selección.
1 comentario:
Somos los holandeses de America!
Hace falta un tecnico de afuera, sin compromisosni amiguismos... Tipo Hiddink o de esos que dan vueta por el mundo y ue nos trate como africanos, explotando lo mejor de cada jugador tiene, en lugar de lo que él cree que tiene.
El Acrobata del colectivo
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