DESDE SANTIAGO DE CHILE
“Algo habremos hecho para estar donde estamos.
Seguramente hicimos muchas cosas bien”, dijo días pasados Javier Mascherano.
Seguramente, el ya veterano volante de la selección
argentina deberá preguntarse qué le sucede a este equipo, a este plantel, para
terminar siendo siempre el conjunto de los mariscales de la derrota, y siempre
“ahí”, tan cerca de consagrarse.
Esta vez, en la final de ayer, la selección argentina
cayó por penales 4-1 ante Chile, que jamás había ganado una Copa América en su
historia (como nunca en Sudamérica una selección europea se había consagrado
hasta Brasil 2014) luego de que los ciento veinte minutos acabaran con un justo
empate 0-0 aunque siempre dio la sensación de que los locales habían tenido el
manejo de la situación, en lo psicológico y en lo táctico.
Desde el inicio, el equipo que dirige el hasta ahora
no tan conocido argentino Jorge Sampaoli, salió a marcarle la cancha al
argentino, con una alta presión, con juego fuerte pero no necesariamente
malintencionado.
El equipo de Gerardo Martino sólo apareció en el
segundo tiempo, en el que mantuvo la pelota lejos de su arquero Sergio Romero y
tuvo alguna chance, aunque la más importante la desperdició sobre la hora
Gonzalo Higuaín en una mala noche (luego fallaría su penal).
La clave del bloqueo chileno al juego argentino
estuvo en la enorme presión en el medio, y en maniatar a los jugadores
argentinos en todos los sectores, con un arbitraje muy permisivo del colombiano
Wilmar Roldán.
Ya el alargue no significó mucho, con los jugadores
fundidos, y los penales decidieron todo. Y allí, tanto Higuaín (desviado) como
Ever Banega (atajado) fallaron y a Argentina se le escapó otro título y hasta la
chance de ir a la Copa Confederaciones de Rusia 2017.
Acaso pueda cuestionarse el cambio de Gonzalo
Higuaín por Sergio Agüero. Carlos Tévez podía haberse auto-generado más fútbol
y había definido la serie de penales ante Colombia, pero es un detalle.
O será que los detalles, en finales cerradas,
también cuentan.
Mascherano y sus compañeros deberán pensar qué
falló, una vez más.
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