Sabiendo ya que estará presente en el Mundial de
Clubes de Japón en diciembre, River Plate comienza este miércoles su
participación en la final de la Copa Libertadores de América (la Champions
League de Sudamérica) cuando enfrente en
el partido de ida a los Tigres de México, uno de los equipos más poderosos del
torneo.
Pocos recuerdan ya que River regresó a Primera
División hace tres años, luego de haber descendido a Segunda un año antes, por
única vez en su historia, y luego de haber ganado ya dos Copas Libertadores en
1986 y 1996.
En la segunda Copa, fueron importantes dos jugadores
que ahora tienen un peso fundamental en el club, como el uruguayo Enzo
Francéscoli, que regresaba del fútbol europeo, y un joven Marcelo Gallardo,
antes de irse al Mónaco.
Hoy, Francéscoli es el manager del club y Gallardo,
el entrenador del equipo, que ya ha ganado en 2014 el otro torneo continental,
la Copa Sudamericana, y en los próximos días viajará a Japón para disputar la
Suruga Bank ante el Gamba Osaka.
Este equipo de River viene de varios éxitos desde
inicios de 2014, desde que ganó el torneo local argentino en la primera mitad
de 2014, dirigido por Ramón Díaz, aunque desde la llegada de Gallardo los
resultados se ampliaron a los torneos internacionales, primero con la Copa
Sudamericana, y luego con la Recopa Sudamericana.
Claro que el camino para River fue muy complicado y
varias veces estuvo a punto de quedar eliminado desde la propia fase de grupos
que era considerada fácil para la mayoría de los analistas, porque se
clasificaban los dos primeros para los octavos de final y el único equipo
difícil era Tigres (hoy, el otro finalista) pero no aparecían como tales ni San
José de Bolivia ni Juan Aurich de Perú.
Sin embargo, River apenas se clasificó en la última
jornada y gracias a que Tigres, con los suplentes y en Perú, venció a Juan
Aurich. De lo contrario, el equipo de Gallardo, de andar muy inseguro, hubiese
quedado afuera del torneo.
La muy pobre clasificación a octavos como el peor de
los dieciséis equipos en la suma de los ocho grupos, determinó que debiera
emparejarse con el clásico rival de siempre, Boca Juniors, que al revés que
River, había ganado todos sus partidos de su grupo y quedó como mejor equipo
clasificado.
Boca era el claro favorito, pero allí apareció la
capacidad de Gallardo para plantear los dos partidos. River pudo controlar a
Boca como local y ganó 1-0 con un penal del volante uruguayo Carlos Sánchez, y
estaba soportando sin muchos problemas el empate a cero en la Bombonera, cuando
al terminar el primer tiempo ocurrió lo impensado: un hincha arrojó gas
pimienta al vestuario de River, el partido se suspendió y se le dio por ganado
a los visitantes, en un ambiente de enorme controversia.
Sin embargo, esa clasificación pareció darle a River
el envión necesario para tratar de salir a buscar el trofeo que se le niega
desde hace 19 años, y si bien en cuartos de final comenzó perdiendo en casa 0-1
con el Cruzeiro de Brasil, pudo ganar 0-3 en la revancha.
El torneo se paró por la disputa de la Copa América
de Chile y al regresar en semifinales, el riesgo estaba dado en que muchas
cosas se habían modificado en el plantel, como las salidas del volante Ariel
Rojas (muy importante en el equilibrio) y su goleador colombiano Teo Gutiérrez.
A cambio, llegaron el volante uruguayo Tabaré Viudez
y el delantero Lucas Alario y ambos fueron claves en el pase a la final porque
participaron los dos en el gol del empate 1-1 en la revancha, tras haber ganado
River 2-0 en la ida ante Guaraní de Paraguay.
River ya está clasificado para el Mundial de Clubes
de diciembre en Japón porque su rival de la final, Tigres de Monterrey, es uno
de los equipos invitados a la Copa Libertadores porque México pertenece a otra
confederación, la Concacaf y por eso no sólo no puede representar a la Conmebol
sino que incluso en la final, por más que haya estado mejor colocado que River
en la fase de grupos, debe ceder la condición de local en el segundo y decisivo
partido.
De esta forma, de ganar su partido semifinal en el
Mundial de Clubes, River tendrá por fin la chance de enfrentar al Barcelona (si
los de Luis Enrique ganan su semifinal), algo que pudo ocurrir ya en la Copa
Intercontinental de 1986 pero contrariamente a lo imaginado, los catalanes
perdieron la final de la Copa de Campeones de Europa, en Sevilla y por penales,
ante el Steaua Bucarest de Rumania.
River, entonces, venció 1-0 al Steaua con gol del
uruguayo Antonio Alzamendi. En 1996, cuando ganó la otra Copa Libertadores,
debió enfrentar en Japón a la Juventus de Zinedine Zidane y Alessandro Del
Piero, y fue derrotado 1-0.
La base de este River está en la sólida defensa,
desde un gran arquero como Marcelo Barovero, y la última línea compuesta por el
lateral derecho Gabriel Mercado, los centrales Jonathan Maidana y Ramiro Funes
Mori, y el lateral izquierdo Leonel Vangioni, el equilibrio que aportan el
joven Matías Kranevitter (una especie de nuevo jefecito, al estilo de Javier
Mascherano) y Carlos Sánchez, el talento de Gonzalo Martínez, y el gol del
uruguayo Rodrigo Mora.
En los últimos meses también se han producido los
regresos desde el exterior de Luis González (ex Olympique de Marsella y Porto)
y Javier Saviola, mientras que Fernando Cavenaghi, que no es titular en la Copa
Libertadores, es uno de los máximos goleadores de la liga local.
A cuatro años del peor momento de su historia, River
(el que vio nacer jugadores como Alfredo Di Stéfano, Enrique Sívori o al propio
Mascherano) parece encaminarse a una etapa completamente distinta, más cercana
a sus tiempos de gloria.
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