En la misma semana, Iker Casillas dejó de ser, luego
de 15 años, el arquero del Real Madrid, y Lionel Messi, de vacaciones, vuelve a
meditar sobre si conviene dejar por un tiempo la selección argentina, tras
haber perdido otra final, esta vez por la Copa América, y ser nuevamente
discutido por muchos compatriotas.
En ambos casos, sus situaciones parecen injustas.
Casillas se va del Real Madrid mucho más por cuestiones extra-futbolísticas que
por sus buenas o malas actuaciones con el equipo blanco, mientras que Messi
debe cargar con años de frustraciones mucho más ligadas a problemas
institucionales de su federación o tácticos del sistema que utilizó la
selección argentina que por sí mismo, pero muchas veces así son las cuestiones
del fútbol.
Pocas veces, el Real Madrid estuvo tan seguro con un
arquero como Casillas, que llegó a ser uno de los mejores del mundo y, aún
mucho más difícil que eso, mantenerse por tantos años en ese prestigioso lugar
luego de haber ganado todo, no sólo con su club sino con la selección española,
con la que se consagró campeón europeo y mundial, y tuvo el privilegio de ser
quien levantara la Copa para todo el planeta.
Sin embargo, no alcanzó con todo eso y bastó la
llegada del entrenador José Mourinho al vestuario del Santiago Bernabeu para
que la memoria de algunos madridistas se perdiera y todos los años de gloriosas
atajadas y grandes actuaciones del arquero quedaran pronto en el olvido, o se
lo discutiera como si fuera alguien sin experiencia o poco que aportar para el
equipo cuando si a alguien le debe el Real Madrid muchos partidos ganados es
precisamente a su solvencia y a sus grandes estiradas para salvar goles
prácticamente consumados.
Mourinho estableció en el vestuario todo un sistema
policial para perseguir a supuestos topos, y Casillas, debido a su relación con
una periodista, ha quedado por siempre en la mira y aunque ya el entrenador
portugués se había alejado del cargo en las últimas dos temporadas, siempre se
escuchaba algún pitido en el Bernabeu cuando el arquero tocaba la pelota o
cuando se lo mencionaban por los altavoces. Jamás recuperó aquella unanimidad
de otros tiempos y hasta tenía mala relación con algunos pocos compañeros, que
quedaban del remanente del ciclo anterior.
Después de dos o tres temporadas de amagues para
salir del club, finalmente Casillas llegó a un acuerdo con el Porto (casualidad
o no, club ligado a Mourinho a tal punto que llegó a ganar la Champions League
con él en 2004) y por primera vez desde 2000 el arco del Real Madrid cambiará
de dueño y no será fácil para quien ocupe este lugar cargar con el peso de los
antecedentes de Iker, que seguramente será valorado en su justa medida ahora
que ya no estará allí.
Con Messi hay una situación aún más complicada.
Aunque siempre estuvo implicado con la selección argentina y a los 28 años ya
se ha convertido en el segundo goleador histórico con la camiseta albiceleste
(46 goles, contra 56 de Gabriel Batistuta), y ha llegado no sólo a dos finales
seguidas (Mundial 2014 y Copa América 2015) sino que ha colocado al equipo
primero en el ranking mundial, sigue habiendo una mirada de reojo por parte de
un importante porcentaje de sus compatriotas.
Alguien dijo alguna vez que para los argentinos, la
relación con Messi es como para un padre, tener que establecer una relación con
un hijo que se enteró que era suyo cuando ya tenía una edad adulta. Todo esto
es porque antes de irse tan joven al Barcelona, Messi no pudo jugar en la
siempre exigente liga argentina, como el resto de sus compañeros y esa carencia
se siente a la hora de establecer afectos.
Lo cierto es que Messi no puede jugar en la
selección argentina como en el Barcelona, porque en su club se entrena todos
los días desde hace años y con un sistema táctico más o menos parecido y en la
selección argentina lo hace cada tanto y por pocos días y no sólo eso sino que
el equipo albiceleste ha cambiado de sistema desde los tiempos de Alfio Basile
(2006-08) a los de Diego Maradona (2008-2010) a los de Sergio Batista
(2010-11), los de Alejandro Sabella (2011-14) y el actual de Gerardo Martino
(2014-15).
Por ejemplo, con Sabella, aunque muchos de los
jugadores eran los mismos, el equipo argentino jugaba al error adversario, de
contragolpe y a mucha velocidad, mientras que ahora juega a la posesión del
balón y por eso ha salido Gonzalo Higuaín para dar lugar a Javier Pastore,
quien acompaña más a Messi en la creación, para un 4-3-3 final.
A todos estos cambios, Messi siempre se adaptó como
pudo, pero no es él quien toma las decisiones tácticas y por eso el equipo
argentino pudo pasar de una gran actuación en la semifinal ante Paraguay,
cuando goleó 6-1, a verse superado completamente por su rival, Chile, en la
final, en la que cayó por penales tras el 0-0 de los 90 minutos y el alargue de
los siguientes 30.
La gente sigue creyendo que el compromiso de Messi
con la selección argentina es escaso, pese a que jugadores como Lucas Biglia
acaban de reconocer que no supieron qué hacer cuando lo vieron llorar sin
consuelo en el bus de regreso al hotel o cuando se retiró al vestuario al
finalizar la primera parte, preocupado por no ver a su familia en la platea,
porque había sido agredida por unos hinchas y debió cambiarse de lugar.
Seguramente, como ahora le sucede a los madridistas
con Casillas, muchos argentinos se darán cuenta del valor de Messi si es que
uno de estos días decide apartarse, aunque no sea definitivo, de la selección
nacional, cansado de tanta incomprensión.
1 comentario:
Joan Manuel Serrat, “Messi es el mejor que ha visto nadie. No creo que esto sea discutible. Si alguien discute esto, salgo de la discusión. Si alguien está convencido de otra cosa, yo ya no entro en la conversación”
Que sentido tendria esa discuson?
El Acrobata
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