domingo, 11 de noviembre de 2018

El empate deja mejor a River pero no todo está decidido en la final de la Copa Libertadores (Sportiva, Japón)





Se suele decir entre los aficionados del fútbol argentino que la Bombonera (porque por su arquitectura cerrada se parece a una enorme caja de bombones) de Boca Juniors “late”, porque cuando la gente salta, se mueven los cimientos, incluso el piso en el que se encuentran los jugadores.

En la Argentina, el fútbol es mucho más que un deporte. Es una pasión tan especial que la Sociedad de Cardiología había prevenido contra posibles infartos y el presidente del país, Mauricio Macri (que fue antes presidente de Boca entre 1995 y 2007) habló del partido durante casi todos los días previos, y llegó a decir que el entrenador de River, Marcelo Gallardo “es un tipo de mucha suerte, pero esta vez nos toca a nosotros”.

Con un estadio repleto y una expectativa gigante porque Boca y River Plate tienen una rivalidad de más de un siglo (algo así como una final de Champions entre Real Madrid y Barcelona), pero jamás habían jugado por una final de Copa Libertadores de América, este “Superclásico” a doble partido (ida y vuelta),  pudo reunir todos los elementos para que el cóctel haya dado como resultado, más allá del empate 2-2, un espectáculo muy intenso, y con el resultado cambiante.

La Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol) tuvo que esperar justo hasta la última edición con este formato (la número 59) (la segunda final será el sábado 24 de noviembre, en el Monumental de River Plate, donde la selección argentina se consagró campeona del mundo en 1978) porque desde 2019 comenzará a jugarse una final a partido único y será en Santiago de Chile.

Boca llegaba mejor que River si se toma en cuenta el trayecto hasta la final, luego de eliminar sin grandes problemas a dos fuertes equipos de Brasil como Cruzeiro en cuartos de final y especialmente al Palmeiras (a punto de ser campeón de su país) en semifinales, pero River le había ganado a Boca los tres partidos del año, y todos 2-0, entre ellos, en marzo, la final de la Supercopa argentina, y esto le daba una ventaja psicológica.

Gallardo, un gran estratega, y suspendido para entrar a la cancha con el equipo por haber llegado tarde al segundo tiempo en el partido semifinal ante Gremio, sorprendió con algo poco habitual, como es una línea de cinco defensores, sabiendo que su equipo jugaría en un escenario muy desfavorable, porque por los 327 muertos por violencia, desde 2013 sólo0 se juega con hinchas del equipo local.

Con esta idea, y con un mediocampo compuesto por el mundialista Enzo Pérez, el prometedor Exequiel Palacios (a punto de ser transferido al Real Madrid), el talentoso Gonzalo Martínez y el retrasado delantero Lucas Pratto, dejando solo en el ataque al colombiano Santos Borré, todo indicaba que River saldría a defenderse en la Bombonera.

Pero no fue así. Porque los jugadores de Boca sintieron la presión de tener que obtener un resultado en casa para ir más tranquilos a la revancha, y River hizo circular mucho mejor la pelota y ejerció ese dominio psicológico sobre su rival como en todo el año.

Sin embargo, apareció el protagonista menos esperado, Agustín Rossi, el arquero de Boca, que tapó tres claras posibilidades de gol y que mostró una seguridad que los hinchas no conocían. Apenas habían pasado meses desde que en la fase de grupos, Rossi, muy joven aún (23 años), cometiera graves errores en el partido ante Palmeiras en Buenos Aires, el único que perdió Boca en esta Copa, y fue silbado por sus propios hinchas.

Eso le generó una inseguridad en su juego, sumado al rumor permanente de la prensa acerca de que Boca iba a contratar otro arquero. Primero se habló de Gigi Buffon por su amistad con Carlos Tévez desde los tiempos de la Juventus, pero al final, llegó Esteban Andrada, que rápidamente ganó su lugar. Sin embargo, el azar juega en la vida y en los cuartos de final, el defensor Dedé, de Cruzeiro, saltó a cabecear y chocó contra la mandíbula del nuevo arquero, y el entrenador Guillermo Barros Schelotto tuvo que volver a confiar en Rossi, si bien Boca pudo inscribir al boliviano Carlos Lampe, por las dudas.

Y Rossi fue fundamental para que Boca no se fuera derrotado en el primer tiempo, más allá de que se trata de un equipo que no juega bien, no tiene una idea clara de juego, pero en cambio, tiene un tremendo poder de gol en sus dos definidores, Ramón “Wanchope” Ábila y Darío Benedetto.

Así fue que Boca se puso en ventaja, pero no alcanzó a festejar que River le empató a la jugada siguiente por su gran delantero (aunque jugó algo más retrasado) Lucas Pratto, y aunque en la última jugada del primer tiempo volvió a desnivelar Benedetto, quince minutos más tarde volvió a empatar River por un gol en contra, de cabeza, del defensor central Carlos Izquierdoz.

En la última media hora del partido, ingresó el experimentado Carlos Tévez (34) parta darle a Boca más volumen de juego, alguna creatividad, y fue justamente gracias a una jugada suya que Benedetto tuvo la gran chance en la última jugada, al quedar solo frente a Franco Armani, pero el arquero de River pudo tapar el remate al gol con todo su cuerpo.

Ahora, millones de argentinos tendrán dos semanas de respiro hasta la revancha. En caso de empate, habrá un alargue de treinta minutos y hasta la posibilidad de penales si persiste la igualdad. River tiene ventaja aunque el gol de visitante no vale doble. Boca está invicto como visitante en esta Copa. No está todo dicho. 

No hay comentarios: