Se suele decir
entre los aficionados del fútbol argentino que la Bombonera (porque por su
arquitectura cerrada se parece a una enorme caja de bombones) de Boca Juniors
“late”, porque cuando la gente salta, se mueven los cimientos, incluso el piso
en el que se encuentran los jugadores.
En la Argentina,
el fútbol es mucho más que un deporte. Es una pasión tan especial que la
Sociedad de Cardiología había prevenido contra posibles infartos y el
presidente del país, Mauricio Macri (que fue antes presidente de Boca entre
1995 y 2007) habló del partido durante casi todos los días previos, y llegó a
decir que el entrenador de River, Marcelo Gallardo “es un tipo de mucha suerte,
pero esta vez nos toca a nosotros”.
Con un estadio
repleto y una expectativa gigante porque Boca y River Plate tienen una
rivalidad de más de un siglo (algo así como una final de Champions entre Real
Madrid y Barcelona), pero jamás habían jugado por una final de Copa
Libertadores de América, este “Superclásico” a doble partido (ida y vuelta), pudo reunir todos los elementos para que el
cóctel haya dado como resultado, más allá del empate 2-2, un espectáculo muy
intenso, y con el resultado cambiante.
La Conmebol
(Confederación Sudamericana de Fútbol) tuvo que esperar justo hasta la última
edición con este formato (la número 59) (la segunda final será el sábado 24 de
noviembre, en el Monumental de River Plate, donde la selección argentina se
consagró campeona del mundo en 1978) porque desde 2019 comenzará a jugarse una
final a partido único y será en Santiago de Chile.
Boca llegaba
mejor que River si se toma en cuenta el trayecto hasta la final, luego de
eliminar sin grandes problemas a dos fuertes equipos de Brasil como Cruzeiro en
cuartos de final y especialmente al Palmeiras (a punto de ser campeón de su
país) en semifinales, pero River le había ganado a Boca los tres partidos del
año, y todos 2-0, entre ellos, en marzo, la final de la Supercopa argentina, y
esto le daba una ventaja psicológica.
Gallardo, un
gran estratega, y suspendido para entrar a la cancha con el equipo por haber
llegado tarde al segundo tiempo en el partido semifinal ante Gremio, sorprendió
con algo poco habitual, como es una línea de cinco defensores, sabiendo que su
equipo jugaría en un escenario muy desfavorable, porque por los 327 muertos por
violencia, desde 2013 sólo0 se juega con hinchas del equipo local.
Con esta idea, y
con un mediocampo compuesto por el mundialista Enzo Pérez, el prometedor
Exequiel Palacios (a punto de ser transferido al Real Madrid), el talentoso
Gonzalo Martínez y el retrasado delantero Lucas Pratto, dejando solo en el
ataque al colombiano Santos Borré, todo indicaba que River saldría a defenderse
en la Bombonera.
Pero no fue así.
Porque los jugadores de Boca sintieron la presión de tener que obtener un
resultado en casa para ir más tranquilos a la revancha, y River hizo circular
mucho mejor la pelota y ejerció ese dominio psicológico sobre su rival como en
todo el año.
Sin embargo,
apareció el protagonista menos esperado, Agustín Rossi, el arquero de Boca, que
tapó tres claras posibilidades de gol y que mostró una seguridad que los
hinchas no conocían. Apenas habían pasado meses desde que en la fase de grupos,
Rossi, muy joven aún (23 años), cometiera graves errores en el partido ante
Palmeiras en Buenos Aires, el único que perdió Boca en esta Copa, y fue silbado
por sus propios hinchas.
Eso le generó
una inseguridad en su juego, sumado al rumor permanente de la prensa acerca de
que Boca iba a contratar otro arquero. Primero se habló de Gigi Buffon por su
amistad con Carlos Tévez desde los tiempos de la Juventus, pero al final, llegó
Esteban Andrada, que rápidamente ganó su lugar. Sin embargo, el azar juega en
la vida y en los cuartos de final, el defensor Dedé, de Cruzeiro, saltó a
cabecear y chocó contra la mandíbula del nuevo arquero, y el entrenador
Guillermo Barros Schelotto tuvo que volver a confiar en Rossi, si bien Boca
pudo inscribir al boliviano Carlos Lampe, por las dudas.
Y Rossi fue
fundamental para que Boca no se fuera derrotado en el primer tiempo, más allá
de que se trata de un equipo que no juega bien, no tiene una idea clara de
juego, pero en cambio, tiene un tremendo poder de gol en sus dos definidores,
Ramón “Wanchope” Ábila y Darío Benedetto.
Así fue que Boca
se puso en ventaja, pero no alcanzó a festejar que River le empató a la jugada
siguiente por su gran delantero (aunque jugó algo más retrasado) Lucas Pratto,
y aunque en la última jugada del primer tiempo volvió a desnivelar Benedetto,
quince minutos más tarde volvió a empatar River por un gol en contra, de
cabeza, del defensor central Carlos Izquierdoz.
En la última
media hora del partido, ingresó el experimentado Carlos Tévez (34) parta darle
a Boca más volumen de juego, alguna creatividad, y fue justamente gracias a una
jugada suya que Benedetto tuvo la gran chance en la última jugada, al quedar
solo frente a Franco Armani, pero el arquero de River pudo tapar el remate al
gol con todo su cuerpo.
Ahora, millones
de argentinos tendrán dos semanas de respiro hasta la revancha. En caso de
empate, habrá un alargue de treinta minutos y hasta la posibilidad de penales
si persiste la igualdad. River tiene ventaja aunque el gol de visitante no vale
doble. Boca está invicto como visitante en esta Copa. No está todo dicho.
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