jueves, 8 de noviembre de 2018

Boca y River, encarnizados rivales argentinos, ahora en la Madre de Todas las Batallas, la final de la Copa Libertadores de América (De Volkskrant, Holanda)




Si siempre sus choques paralizaron la Argentina y concentran el setenta por ciento de los hinchas en un país en el que el fútbol más que un deporte es una forma de vivir, y aunque llegan a jugar, a veces, cuatro partidos al año, Boca Juniors y River Plate protagonizarán, los sábados 10 y 24 de noviembre próximos, la Madre de todas las Batallas que los han enfrentado: la final de la Copa Libertadores de América, la versión sudamericana de la Champions League.

En la Argentina, en la que todos hablan de fútbol a cada momento, faltan a la escuela o la universidad o se hacen los enfermos en las oficinas para asistir a los partidos, el “Superclásico” dejará a millones con insomnio hasta que se conozca al ganador de la ansiada Copa.

No sólo la sociedad está dividida en dos entre los hinchas desde que a principios del siglo XX ambos clubes fueran vecinos en el humilde barrio napolitano de la Boca, cerca del Río de la Plata hasta que River se mudó a una zona de clases altas, sino que hasta el presidente del país, Mauricio Macri –un personaje con cierto parecido a Silvio Berlusconi, el hijo de un magnate italiano que hizo fortuna y fundó varias empresas en la Argentina- llegó a la política gracias a los títulos internacionales conseguidos en su paso por la presidencia de Boca entre 1995 y 2007, y en la que lidió con jugadores como Diego Maradona o Juan Román Riquelme.

La división de tres cuartas partes de la sociedad a favor de Boca o River es un fenómeno de las últimas dos décadas. Si bien antes eran siempre, por mucha distancia, los dos clubes más populares del país, la notable concentración de poder económico derivó en que los jóvenes ya no se decantaran por tantos otros equipos de Buenos Aires como antes, mientras que desde siempre, Boca y River fueron clubes de carácter nacional y muchos hinchas de otras provincias suelen tener dos afectos a la vez, el club de su ciudad y el nacional, al mismo tiempo.

Los dirigentes de Boca y River acordaron que en los dos partidos de la final no haya hinchas del equipo visitante, algo que está prohibido en la Argentina desde 2013 por razones de seguridad (hay 325 muertos por violencia en la historia, de los cuales 210 se produjeron desde 1990 hasta hoy).

Macri, pese a la enorme crisis económica y social que vive la Argentina, que acaba de endeudarse en 57.000 millones de dólares con el FMI, vive obsesivamente esta final y sostuvo que el equipo que pierda “quedará marcado por dos décadas” por las burlas de los rivales y porque este partido tomó tal dimensión que será transmitido a todo el mundo y ya adquirió un carácter global.

Tradicionalmente, Boca está asociado más al carácter, la fuerza,  y River, a la técnica, la habilidad, aunque hoy todo eso está mezclado y ya depende de cada época de los jugadores o los entrenadores con que cuentan.

Boca, con la dirección técnica de Guillemo Barros Schelotto, un ídolo del club y el que ganó más títulos en la historia con esta camiseta (16), viene dominando en los torneos locales, debido a que por su muy buena situación económica, cuenta con un plantel con muchas estrellas entre las que se destacan su goleador Darío Benedetto (recuperado de una larga lesión), el ex mundialista Fernando Gago, el volante central colombiano Wilmar Barrios o su extremo Cristian Pavón, que jugó el Mundial 2018, pero tiene la cuenta pendiente de ganar un título internacional en esta etapa.

River, que descendió a Segunda por única vez en su historia en 2011 y regresó a Primera al año siguiente,  desde que Marcelo Gallardo (también ex jugador del club y ganador de varios títulos) se hizo cargo de la dirección técnica en 2014,  tuvo una enorme proyección internacional, ganando la mitad de las Copas de su historia en los últimos cinco años, con jugadores de fuerte personalidad como su arquero Franco Armani, sus experimentados defensores centrales Jonhatan Maidana y Javier Pinola, su volante central Leonardo Ponzio y la nueva estrella, el también volante Exequiel Palacios, surgido de la cantera.

River viene ejerciendo, además, un dominio sobre Boca cuando tuvieron que eliminarse en instancias anteriores de Copa Libertadores o en la Copa Sudamericana (similar a la Europa League) y este año venció en los tres partidos que jugaron, entre ellos, una final –la segunda  que los enfrentaba en la historia- por la Supercopa argentina.

Estos hechos, sumados a que el segundo partido se jugará en River y en el caso de que haya penales se defina ante su público, otorga al equipo de Gallardo el rótulo de favorito, aunque no por mucha distancia, por el nivel de paridad que hay entre los dos planteles.

Un hecho importante es que Gallardo no podrá estar presente en ninguno de los dos partidos, suspendido por la Conmebol porque llegó dos minutos tarde al segundo tiempo en la semifinal ante Gremio, en la ida en Argentina, y ya sancionado para la revancha ante el mismo equipo, igualmente se metió en el vestuario en el entretiempo en Brasil agravando su situación.

La Copa Libertadores es la obsesión de los dos


La Copa Libertadores genera un sentimiento especial en los hinchas de toda Sudamérica. Nacida con la idea de parecerse a la Champions League, comenzó a jugarse en 1960, cinco años después que la europea, y si bien en 1966 ya Peñarol  había conseguido el tricampeonato  y junto a Nacional, el otro club uruguayo, totalizaron ocho hasta 1988, ahora llevan tres décadas de sequía.

Esta Copa será la última con dos finales, porque la Confederación Sudamericana (Conmebol) determinó que desde 2019 habrá un partido único. La primera se jugará en la Bombonera de Boca Juniors, un estadio cerrado, con tribunas construidas como acantilados, y con forma cuadrada que cuando los hinchas saltan, se mueve hasta el piso, mientras que la definición será en el Monumental de River Plate, el estadio en el que la selección argentina se consagró campeona del mundo en 1978 en aquel 3-1 ante Holanda.

Boca ya la ganó seis veces, y si consigue ésta, alcanzará a otro club argentino, Independiente, en el récord histórico continental con siete, mientras que si bien River la ganó en tres oportunidades, cinco de sus diez títulos internacionales los consiguió en este ciclo desde 2014, con Marcelo Gallardo, a quien ya apodan “Napoléon” (por su baja estatura, su capacidad táctica y por haber sido el asistidor de David Trezeguet en sus tiempos de jugador en el Mónaco), como entrenador.

Con la tecnología y las transmisiones por TV, en los años setenta, la violencia entre los jugadores fue bajando, pero en la primera década se trató de verdaderas batallas campales, algo que pudo vivir el Ajax de Cruyff cuando visitó a Independiente de Argentina en 1972 por la Copa Intercontinental.

Además del prestigio que otorga ganar la Copa Libertadores, esto da derecho al campeón a disputar el Mundial de Clubes, en el que, este diciembre,  en Emiratos Árabes, espera, entre los vencedores de cada continente, el Real Madrid.


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