miércoles, 12 de agosto de 2009

Cayó el Muro de Berlín del fútbol argentino

Ya está. Se acabó ayer una forma de décadas de hacer periodismo de monopolio. Termina una etapa de privaciones y limitaciones. De periodismo obscecuente, poco comprometido, amigo de los jugadores, de autocensura por la presencia intimidante del monopolio. De muchachitos con traje tirándose unos arriba de otros por TV teniendo el poder de las imágenes. De periodistas experientes pero nada jugados y siempre "respetados" por los falsos progres de siempre, que necesitan de su amistad para perpetuarse. Termina un ciclo de privaciones para los seguidores de fútbol que no quieren o no pueden asistir a los estadios, ya sea por lejanía, por miedo a la violencia, por carestía de las entradas, y que tampoco podían ver los goles de sus equipos hasta cuarenta y ocho horas después. Terminan los abusos en los relatos, las necesidades de "reventar" la pelota, la falta de conceptos técnicos y tácticos. Una buena posibilidad para las escuelas de periodismo, de formar otro tipo de egresados, más críticos, más duros, más fiscales de lo que ocurre, más investigadores, más comprometidos. Tal vez (ojalá) volvamos a una etapa en la que los periodistas que eran faros para nosotros eran los que escribían, a lo sumo los de radio, y ojalá que algún día lo podamos decir con la TV.
Sabemos que todo esto no se origina de la manera ideal. No es que el Estado decidió arbitrar este conflicto motu proprio y desde que este gobierno inició su ciclo allá por 2003, con Néstor Kirchner, sino que lo hizo a partir de un enfrentamiento concreto con un grupo mediático, Clarín, el mismo que a su vez siempre escondió su vínculo escandaloso con el monopolio poniendo a la vista a TyC, pero manejando a los canales, las radios, las agencias de noticias, los diarios de todo el país. Pero bienvenido sea para que se termine con una situación insólita, que no existe en ningún lugar del mundo. En la Argentina, millones de personas se privaban de ver fútbol a causa del monopolio, como sigue habiendo gente que no puede ver a la selección nacional por TV. O la existencia sorprendente de los "Domingol", una especie de droga futbolística para que aquellos que no tienen dinero para pagar los codificados tengan que contentarse con imágenes de consuelo de hinchadas festeando o jugadores declarando la nada misma en los vestuarios. O aprovechando para tapar los relatos radiales que aún así, los superaban en imaginación.
Se abre una nueva etapa en la que hay muchas variantes posibles: desde que el Estado proponga emitir todos los partidos en abierto, o que venda paquetes a los distintos canales de aire, o, como hemos dicho aquí, que se pueda vender una antena por única vez, para que la gente tenga acceso a un paquete digital del Estado, con cinco canales (informativo, el 7, Encuentro, infantil y deportivo), y que por unos 40-50 pesos, se pueda acceder a los diez partidos de cada fin de semana. O tal vez se pueda abrir una licitación para que los canales argentinos y extranjeros se presenten y oferten. Todo eso es posible. Incluso, que vuelva TyC (con pautas claras) pero como productora de las transmisiones, algo que no sería de extrañar dada la complejidad técnica y el escaso tiempo para poder emitir los partidos. Lo cierto es que ayer terminó una etapa nefasta en cuanto a la difusión del fútbol argentino. Dieciocho años que marcaron una cultura de monopolio y obscecuencia. Toda una generación de periodistas perdida por la falta de libertad. Hasta se había perdido la noción de qué es "noticia" y qué no no les. Una generación de ponedores de micrófono y de grabador, de la pregunta en conferencia de prensa con el papelito de la indicación del jefe, de la falta de criterio propio, de espíritu investigativo, de la búsqueda de la verdad. Hoy, nos despertamos con la esperanza de un cambio, de libertad, de saber que por lo que fuere, el Estado existe, que puede intervenir, que no deja pasar esta situación.
Una mención final para Víctor Hugo Morales, quien por tantos años luchó en soledad en los grandes medios contra este monopolio que cayó anoche. Para este valiente periodista que denunció esta situación por todos los medios que pudo, que llegó a ser citado hasta en el Congreso de la Nación para explicar lo que estaba ocurriendo, sin que los propios parlamentarios hicieran nada luego, o casi nada. Desde nuestro lugar, hemos puesto nuestro pequeño granito de arena desde el exterior, cuantas veces hemos podido. Y hoy nos sentimos más libres y esperanzados en volver a la normalidad.

2 comentarios:

Juan, Mercedes (B) dijo...

Sergio, comparto y aplaudo su reflexión, pero algunas cosas me siguen haciendo ruido. Cuando Ud dice “…de la pregunta en conferencia de prensa con el papelito de la indicación del jefe, de la falta de criterio propio, de espíritu investigativo, de la búsqueda de la verdad”, ¿no cree que este Gobierno "valiente y audaz" (yo lo llamaría desleal y básico) está acostumbrado a imponer papelitos y a cegar la posibilidad de investigar? Si hay algo que este gobierno no tiene, al igual que TyC, es la capacidad de permitirnos ir en búsqueda de la verdad. Por otro lado, cuando afirma “…que el Estado existe, que puede intervenir, que no deja pasar esta situación”, pienso en los por qué, al igual que Ud, y me da asco.
Por una verdad un poco más clara. Por eso brindo en el día de la caída del Muro.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola Juan, gracias por tu reflexión. Entiendo lo que te pasa con este Gobierno pero mi artículo se refiere a la noción de Estado en general, no gobernado por uno u otro. El aspecto más neutral en una sociedad es el Estado. Ya vimos lo que sucedió con las AFJP, o con las privatizaciones en los noventa. No hubo manera de controlar. En el Estado, los resortes están, si hay censura, se conoce, y se pyede denunciar en una democracia. Esa es la enorme diferencia con Clarín o cualquier otro grupo.
Sergio Levinsky