Pasado el primer cimbronazo de la anunciada rescisión de contrato por parte de la AFA sobre la empresa TRISA, comenzado en 1985 por la cesión de diferentes derechos de transmisión de fútbol argentino por TV, se suceden las reuniones del presidente de la AFA, Julio Grondona, con los distintos funcionarios del Gobierno y la presidente Cristina Fernández de Kirchner. Una de las más claras posibilidades es la de que a partir de ahora, el Estado garantice, como mínimo, que el fútbol argentino llegará por TV a la mayor cantidad de hogares argentinos posibles, y que no se pueda obstaculizar más el acceso a las imágenes de goles y mejores jugadas de cada uno de los partidos a los distintos canales, ya sea de aire, cable o digitales, una vez que los partidos finalicen, como en cualquier país del mundo. En este punto, la intervención del Estado es impecable.
Luego proviene el interesante debate sobre si el supuesto dinero que pondría el Estado, para solucionar los problemas de deuda de los clubes, y como pago de derechos de transmisión del fútbol, es un gasto o es una inversión.
Es interesante la postura de los opositores, que sostienen que hay problemas mucho más graves como para que el Estado "gaste" en el fútbol. Esta es una visión que, creemos, apunta mucho más al árbol que al bosque. Por un lado, hay en la Argentina un desacostumbramiento a que el Estado pudiera tener un rol activo, ocupándose de un bien cultural, de una actividad que ocupa un importante lugar entre los argentinos, cuya agenda está absolutamente futbolizada día a día. Pero además, en este caso particular, estamos refiriéndonos a un negocio que genera no menos de 1500 millones de dólares al año, con cuya ganancia el Estado bien podría aplicarlo becando a más atletas, generando más centros de práctica deportiva, o implementando más planes de práctica deportiva y hasta mejorar instituciones propias y generando, a su vez, fondos para los clubes que integran la AFA, que percibirían el doble del dinero. ¿Que el Estado no está para hacer negocios? justamente muchos de los opositoes se han quejado de cierta programación de los medios estatales, por años, porque no daban ganancia. ¿O ahora sí deben dar ganancia? es paradójico. En los tiempos de Carlos Menem, o en los de Fernando De la Rúa (remember Radio Municipal en su gestión de intendente), se privatizaban emisoras "por deficitarias" y ahora los mismos que apoyaron aquello, critican la chance de un negocio estatal que además, ni siquiera es perseguido como tal sino que lo sería como consecuencia indirecta de la intervención para evitar un monopolio que maniató a los seguidores del fútbol por dos décadas. Ahora bien, muchas críticas se refieren a la desconfianza respecto a la administración de esos ingresos por parte de los funcionarios estatales. Este punto es medular. ¿Si fuera distinto y el fútbol se privatizara, hay alguna chance de confianza por parte de los empresarios argentinos, de acuerdo a los antecedentes de los últimos treinta años? tomemos por caso la administración de los canales de TV privados y su calidad de programación, de lo ocurrido con Aerolíneas Argentnas, con las AFJP, con las compañías telefónicas. Se nos ha repetido por años que lo mejor era privatizar, un argumento casi infantil, tomado por los fracasados países del Primer Mundo que por años vivían en una burbuja y que ahora se les cae el capitalismo insostenible de sus propias manos. Remember Bernardo Neustadt y aquellos discursos de años y Doña Rosa. O tomemos como antecedente aquella vergonzosa estatización de la deuda privada de 22.500 millones de dólares generada por el nefasto Domingo Cavallo en 1982, repetida en 1992. Siempre el Estado argentino terminó subsidiando a las deficitarias empresas privadas y aún así, muchos siguen dormidos en la idea de que cualquier intervención estatal es negativa. Tampoco nadie dice que todo se administrará bien, que quede claro. Lo que sí es posible afirmar es que entre una intervención estatal y una administración privada, en el Estado hay posibilidades de control por todos los mecanismos que ya existen por ley. El Estado, en la convivencia social, es el organismo más neutral, con mayores mecanismos de control y denuncia, mientras que tenemos ya experiencia negativa en la Argentina sobre manejos privados y especialmente, el acceso a los números de esas empresas.
Uno de los grandes problemas de estos últimos treinta años en la Argentina es la desideologización sobre el significado del Estado por la acción de la dictadura militar (1976-1983), profundizada por la ineptitud de radicales y peronistas desde que volvió el sistema democrático. Y de allí un debate que en otro tiempo, ni siquiera hubiera existido pero hoy parece que hay que volver a un inesperado ABC, especialmente para aquellos que somos mayores de 40 años y que ya hace rato que debimos aprender la lección que la Argentina nos da cada día.
Y el fútbol no es la excepción. Se abre una chance, un resquicio, para que todos puedan acceder al fútbol televisado, o pagando muchísimo menos que antes, y en muy buena parte, gracias a la intervención estatal. No lo desaprovechemos.
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