El Clásico del Campo Nou fue una exacta muestra del
momento que vive cada uno de los dos equipos. El Barcelona, campeón de Liga y
Copa del Rey, sin embargo en muchos momentos de la temporada fue excesivamente
conservador y en este partido se vio obligado a serlo cuando quedó con un
jugador menos, y el Real Madrid, que no comenzó bien, como tantas veces se fue
acomodando con la enorme calidad de sus jugadores y aprovechó como siempre su
poder de fuego, que también lo llevó a la final de la Champions League en Kiev.
El Barcelona, hoy, es un equipo que tiene cierto
equilibrio aunque no tenga en el ataque el poderío del Real Madrid porque,
entre otras cosas, su entrenador Ernesto Valverde insiste e jugar con cuatro
volantes y Lionel Messi, que no es exactamente un delantero puro, por lo que al
final sólo Luis Suárez juega de punta, y sin embargo el uruguayo se las arregla
para marcar siempre, como el domingo al inicio, con una excepcional volea tras
un perfecto centro de Sergi Roberto.
Claro que el Barcelona tuvo la excusa perfecta para
retrasarse, tanto cuando se colocó las dos veces en ventaja, como especialmente
cuando se quedó con un jugador menos por la tonta expulsión de Sergi Roberto
justo antes de finalizar la primera parte.
La forma en que se produjo el festejo del Doblete en
el Camp Nou cuando finalizó empatado el Clásico 2-2, con mucho público ya
retirado y con fuegos artificiales que parecían tratar de provocar más ruido
del que había en el alma de cada culé, puede dar la pauta de cómo se tomaron
estos títulos cuando justamente el rival, el Real Madrid, se encuentra tan
cerca de ganar otra Champions, la que sería tercera consecutiva y la cuarta en
cinco temporadas y más allá de los méritos para conseguir cada logro, los
blanvos parecen más satisfechos aunque en esta temporada hayan tirado la Liga y
la Copa del Rey demasiado pronto.
Tal vez por esto mismo, el Real Madrid aparece por
estos días con más confianza que el Barcelona, y no la pierde ni con un
tempranero gol en su portería, ni con el 2-1 que convirtió Lionel Messi en el
segundo tiempo pese a que en esa misma jugada hubo una clara falta no cobrada
de Suárez a Varane, ni con un fuera de juego mal cobrado al inicio a Cristiano
Ronaldo, que se iba al gol habilitado por Iván Rakitic, ni con un claro penal
no cobrado de Jordi Alba a Marcelo, ni con la lesión de Cristiano Ronaldo en el
momento del gol del 1-1 parcial, al chocar casi en la línea con Gerard Piqué.
Nada amedrenta a este Real Madrid acostumbrado a los
grandes retos, como los de Champions, y aunque su entrenador, Zinedine Zidane,
esta vez no haya acertado en el tiempo de los cambios porque con la expulsión
de Sergi Roberto justo al terminar la primera etapa, le quedaba casi servida la
situación en bandeja para aprovecharla en toda la segunda parte haciendo
ingresar a Lucas Vázquez por Nacho, al contar con un jugador de más y cuando
era evidente que Semedo debía ingresar para cubrir el flanco derecho,
sacrificando Valverde a Philipe Coutinho en el Barcelona.
Pero extrañamente Zidane prefirió darse tiempo, ser
más cauto, esperar. Y recién en la mitad de la segunda poarte realizó el
cambio, dejando a Casemiro como tercer central entre Sergio Ramos y Varane y
reforzó la línea media con Kovacic para tener más opciones de ataque con
Vázquez, Benzema, Bale y Marco Asensio.
Por eso es que la sensación final transmite la idea
de que el Barcelona acabó beneficiándose con el empate porque pudo mantener su
invicto en la Liga, porque pudo soportar el dominio territorial y las llegadas
del Real Madrid y porque esta vez se vio beneficiado con el mal arbitraje de
Hernández Hernández, algo que en estos tiempos, suele criticar a su rival,
especialmente en la Champions.
Al margen del rendimiento de cada uno, el Clásico
entre Barcelona y Real Madrid tuvo tal intensidad, tantas llegadas al gol,
tantas alternativas en el juego, tanta riqueza técnica, tantos protagonistas en
un muy buen nivel,. Que se fue transformando en el partido más importante (y
esperado) del planeta.
Cada uno con su estilo, con su juego, con su
esquema, el Barcelona y el Real Madrid recrearon otro excelente espectáculo con
todos los condimentos, jugadas polémicas, y hasta debates previos sobre si el
Real Madrid debía o no hacer el Pasillo de homenaje a los campeones y todo
esto, en el contexto de la despedida de un tremendo jugador como aún es Andrés
Iniesta, que ya comunicó su marcha de los azulgranas cuando acabe la temporada.
Una vez más, Barcelona y Real Madrid no defraudaron
y demostraron por qué uno es el campeón del Doblete y domina los torneos
españoles, y el otro es el que mantiene su imperio en el fútbol europeo.
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