martes, 1 de mayo de 2018

Zinedine Zidane, de la estética del héroe silencioso hasta el inesperado DT meticuloso que puede ganar su tercera Champions seguida (Infobae)




Al día siguiente del triunfo por 2-1 como visitante al Bayern Munich en el Allianz Arena alemán, que colocaba a su equipo con un pie en la tercera final consecutiva de la Champions League, Zinedine Zidane enfrentaba a la prensa con una mueca, una sonrisa tímida, reservada, y respondía con contundencia.

“Son dos años y medio los que llevo aquí. No podemos hablar del “Real Madrid de Zidane”. Hay entrenadores que han estado mucho tiempo y han hecho muchas cosas. Aunque me guste lo que estamos haciendo, para decir eso vamos a esperar un poco. Es el tiempo el que hace las cosas. No lo estamos haciendo mal, pero tengo que seguir”, sostiene.

Si bien hoy Zidane representa como pocos al madridismo, y él mismo suele sostener que tiene “ADN Real Madrid”, su historia en el club blanco tiene dos capítulos bien pronunciados. El primero de ellos comenzó en una final de Champions League que le era completamente ajena, la de 2000, salvo por un elemento: que se jugaba en París. 

Allí los blancos vapulearon al Valencia (3-0) y en una comida oficial, al jugador francés que en ese entonces brillaba en la Juventus, le tocó sentarse frente al presidente del club español, Florentino Pérez. El segundo, cuando llegó al cargo de director técnico.

Pérez le extendió entonces un papelito que preguntaba sencillamente “vous voulez Madrid?” (¿usted quiere venir al Real Madrid?), y su respuesta fue “oui”. Sin embargo, la Juventus se resistiría un año entero a traspasarlo  hasta que la insistencia dio resultado y el 10 de julio de 2001, con una hora de atraso, era presentado como nuevo fichaje “Galáctico”, tras el del portugués Luis Figo un año antes.

Para el momento de la firma del contrato, lejos de allí, en una iglesia de El Chive, un pueblito de la zona de Lubrín, en Almería, aparecía un grafitti que decía “Que viva Veronique”, una forma de reconocer sus oficios como esposa para que Zidane fuera a jugar al futbol español.

Ella es la hija de dos andaluces, Antonio Fernandez y Anita Ramirez. Tanto Veronique como su hermana Sandrian, nacieron en Rodez, en el departamento de Aveyron, porque sus padres de Almeria se exiliaron en Francia en los años sesenta. Veronique es espigada (1,72), morena y de ojos claros, muy delicada y siempre sonriente.

A sus 19 años abandonó los estudios de biología y se dedicó a la danza clásica y baile moderno en Cannes, cuando un amigo en común los presentó en una discoteca y ya no se separaron más, aunque ella detestaba el fútbol porque su padre las obligaba a verlo y ni conocía las reglas. Ella dejó la danza pese a que tomaba clases con una de las mejores y famosas bailarinas de los sesenta, Rosella Hightower. Se Casaron en Burdeos en 1993, cuando Zidane jugaba en el Girondins.

Para referirse a Zidane, a muchos elementos que componen su vida, su presente, hay que remontarse al pasado de sus padres, al suyo mismo, influido por eso.
Smail, el padre de Zidane, acepta que nunca le dijo “te quiero” pero sí llegó a aconsejarlo: “recuerda que la paz puede existir en el silencio”. Para él, Yazid (el segundo nombre de Zinedine y como le dicen en la intimidad) reúne todos los valores de su familia, “la reserva y el entusiasmo”. Tal vez esto explique esa tranquilidad extraña que transmite parado en el cuadrante sin dar demasiadas indicaciones a sus jugadores.

Smail, poeta, cuenta en su libro  'Sur les chemins de pierres' (Por los caminos de piedra) cómo él y su esposa Malika tuvieron que irse de la Kabilia –una zona de montañas altas-  cuando surgieron los movimientos de resistencia contra Francia, y se establecieron en Marsella, en el barrio de La castellane, como tantos inmigrantes argelinos,  donde tuvo que trabajar como albañil, y cómo fue la crianza de sus hijos.

Smail cuenta que tras haber tenido a Zinedine Yazid, el médico advirtió con firmeza a su mujer: "Vuestro organismo está cansado, un sexto embarazo lo pondría en riesgo". Ya habíamos pasado miedo cuando esperaba a Lila [la cuarta hermana, la única hija]. Que Dios nos perdone, pero nos vamos a parar allí. Ya cinco niños era una cifra perfecta".

Fue en sus primeros tiempos en Marsella cuando Zinedine asistía al Stade de Velodrome sólo para ver a Enzo Francéscoli, su ídolo. Ni miraba los partidos del Olympique. Sólo le encandilaban los movimientos del uruguayo, a quien luego trató y fue la razón de que le le pusiera Enzo a su hijo mayor. En ese tiempo, su padre trabajaba de empleado en un supermercado.

Smail también cuenta en su libro el contraste entre la enorme pobreza de sus orígenes en Francia y que el primer entrenador le dijera a su hijo “Zidane, si hacés un gol te dejo ir a la mejor tienda de Cannes para que te compres lo que quieras” y en 1991, el presidente del club, Alain Pedretti, le prometió un coche si metía un gol “¡y lo hizo!”, escribió, sorprendido: “Él andaba con su coche nuevo, y yo con un Renault 12 que llevaba 14 años”.

Para conseguir estas cosas, y basado en su talento de futbolista que descubrió luego de haber sido cinturón verde en judo, Zidane (23 de junio de 1972) tuvo que dejar su casa a los 14 años para ser fichado por el Cannes, donde empezó viviendo en la casa de un directivo del club, Jean Claude Elineau, y a los 17 ya estaba debutando en Primera de la Ligue 1 pero llegó a hacerse conocido desde 1992, cuando fue transferido al Girondins de Burdeos, donde jugó cuatro temporadas y en la última, logró la clasificación a la Copa UEFA en 1996.

El paso por el Cannes no fue solo el comienzo como futbolista, sino que le dejó una amistad que llega hasta hoy, la de David Bettoni, colaborador suyo en el cuerpo técnico del Real Madrid. Llegaron a compartir vivienda en Mimont, en las divisiones inferiores.

Bettoni tiene un diploma de DT de segundo grado, que no vale en España y no puede sentarse en el banco. Para el debut del cuerpo técnico contra  Deportivo La Coruña, el Real Madrid lo tuvo que inscribir como encargado de materiales para poder entrar al césped. De hecho, Zidane lo defiende y siempre dice que si se necesita algo está Chendo, el delegado, que tiene licencia UEFA Pro. “No es un segundo entrenador. Es un asistente, trabaja conmigo”.

Bettoni es como un alter ego para Zidane, al punto de que cuando éste fue fichado por la Juventus en 1996, Bettoni dejó todo y también se marchó a Italia para jugar en equipos chicos como Avezzano, Alessandria, Lucchesse y Brescello, de Segunda y Tercera, y se retiró en 2004 para seguir a su amigo en Madrid.

Ya en el Girondins de Burdeos también conoció a otro de sus mejores amigos, el ex delantero Christophe Dugarry, luego campeón mundial en Francia 1998.

En 1996 se produjo el salto a la Juventus que lo marcaría mucho y no sólo como jugador. Es que se sumaría a un plantel dominante, con el entrenador Marcello Lippi a la cabeza, de quien tomaría muchas cosas aunque se quedaría en las puertas de ganar la Champions en 1997 y 1998 (la segunda, justo ante el Real Madrid en Amsterdam, cuando los blancos ganaron la Séptima). Eso sería una espina clavada para Zidane, aunque se acercaban gratos momentos.

Con aquel equipo con Alessando Del Piero y Antonio Conte, entre otros ganó dos ligas italianas, Copa y Supercopa de Italia y la Intercontinental de 1996 ante el River de Ramón Díaz en Japón y eso lo proyectó a la selección francesa en el contexto de una oportunidad única: el Mundial de 1998 en su propio país.

Zidane no sólo fue convocado para integrar el plantel, conducido por un inteligente e integrador Aimé Jacquet, quien logró amalgamar jugadores de muy variado origen (“Black, Blanc et Beurre”, “Negra, Blanca y Árabe”) sino que consiguió el primer título mundial para el fútbol “Blue”.

Pocos recuerdan ya aquella expulsión de Zidane en la fase de grupos ante Arabia Saudita por una dura patada, porque los dos goles a Brasil en la final (3-0) le dieron una popularidad impensada en su país.

Sin embargo, Zidane tuvo actuaciones más destacadas que la de 1998 en la selección francesa. Distintos analistas coinciden en que su pico de producción fue en la Eurocopa 2000 jugada en Holanda y Bélgica, también ganada por Francia, como también, y ya más veterano, y a punto de retirarse, en Alemania 2006 cuando tras una muy mala primera fase, Francia avanzó a octavos de final, y tuvo que enfrentar a España, a la que conocía bien por pertenecer en ese momento al Real Madrid.

Varios medios españoles le dedicaron ironías sobre el fin de su carrera y su veteranía para enfrentar al equipo de Luis Aragonés, pero un inspirado Zidane incluso marcó el 3-1 a su compañero Iker Casillas para clasificarse a los cuartos de final y allí tuvo una sublime actuación ante Brasil, para colocar a su selección en semifinales.

En la final, en el estadio Olímpico de Berlín, esperaba su conocida Italia, y alguien que tanto lo conocía desde los tiempos de la Juventus, Lippi, sabía que su debilidad era su visceralidad, al punto que diseñó una estrategia con sus jugadores para sacarlo del partido. Así fue que el defensor Marco Materazzi le habló hasta descolocarlo y el cabezazo que le dio Zidane y que motivó que el argentino Horacio Elizondo lo expulsara, ya quedó entre las imágenes históricas de la historia de las Copas del Mundo. Antes, había marcado un exquisito gol de penal, pateado a lo “Panenka”, que dejó completamente desairado a Gianluiggi Buffon.

Era el final de su carrera porque antes había decidido irse también del Real Madrid en el mismo instante en el que el presidente Pérez, que lo había traído, también se había marchado debido a la crisis política desatada en ese momento en el club.

"No puedo estar en el Madrid por estar. Si estoy, lo hago al cien por ciento, y como no es así, mejor dejarlo". Así se despedía Zinedine Zidane del Real Madrid tras cinco temporadas (2001-2006) en las que ganó dos Supercopas de España, una Liga, una Supercopa de Europa, una Intercontinental y la novena Copa de Europa del club blanco con su mágica volea en el Hampden Park de Glasgow ante el Bayer Leverkusen (2-1). Zizou abandonó el Bernabéu con un año más de contrato y perdonando a la entidad madridista doce millones de euros.

Zidane se retiraba con un Balón de Oro (1998) y tres FIFA World Player, los recuerdos de su clásica “Roulette”, con la que conseguía girar siempre con la pelota en sus pies, con movimientos elegantes, y con sus notables producciones en el Real Madrid, aunque la que más queda en la retina es la impresionante volea con la que decidió la final de la Champions 2002 ante el Bayer Leverkusen en Glasgow.

Pero también encontró un plantel a su medida, con grandes cracks, un director técnico ideal para su juego, como Vicente Del Bosque, quien supo manejar algún posible desborde del gran crack francés, como aquella agresión a otro defensor que lo provocó, Pablo Alfaro, del Sevilla, por un duro partido de Copa del Rey. 

Para eso estaba su compatriota y volante defensivo Claude Makelele, quien operaba como su lugarteniente en el césped. “Déjenmelo a mí, yo me encargo”, solía decir, quien sabía cuándo y cómo había que hacer faltas, sin que se notara.

Una vez que dejó el fútbol, Zidane pareció no recordar lo que le dijo alguna vez al periodista español Enrique Ortego para su libro “Zidane, la elegancia del héroe sencillo”: “no sé aún lo que quiero pero sí sé lo que no seré, entrenador de fútbol”, y como lo describen quienes lo conocen bien, siempre fue muy observador, especialmente en los vestuarios.

Uno de los periodistas y compatriotas que más lo conocen (hace casi dos décadas que tienen relación) sostiene que en verdad Zidane “es un DT italiano, por su manera de pensar y de actuar, y suele reivindicarse como tal, es de la escuela de la Juventus” y que “es todo lo contrario a lo que fue de jugador, cuando dejaba mucho más lugar a la improvisación y a la genialidad, aunque físicamente se cuidaba mucho. Como DT quiere controlarlo todo, algo que tomó de Carlo Ancelotti y de Lippi. Es capaz hasta de meterse en la cantidad de aceite que los jugadores ponen en la ensalada”.

Cuando supo que tendría chances de dirigir al regresar al Real Madrid Florentino Pérez, decidió ser lo más metódico posible y aunque como ex internacional en España podía obtener un título que lo habilitara para ejercer en un solo año, prefirió cursar el de tres en Francia para sacar este diploma, y luego llegó a visitar entrenamientos de equipos de Pep Guardiola o de su amigo y actual DT del Rennes y ex de la Real Sociedad, Philipe Montanier, a quien conoce desde los juveniles tiempos del Cannes.

En el Real Madrid, con Pérez, primero fue consejero asesor suyo, luego fue director deportivo, más tarde encargado de los juveniles del club, siguió como DT adjunto cuando asumió Ancelotti, luego bajó a la Segunda B con el equipo, rechazando una oferta del Girondins –“quiero empezar desde abajo”- y regresó de ayudante con Rafa Benítez hasta que en la temporada 2015-16 le ofrecieron asumir en su lugar. “Zidane está más que preparado. Lleva años preparándose para este momento”, dijo entonces Pérez. Y no le faltó razón. Un equipo que acababa de ser vapuleado por el Barcelona en el Santiago Bernabeu (0-4) estaba desorientado y en pocos meses, con Zidane, ya estaba arriba y jugando mucho mejor, más suelto.

Como DT, Zidane logró un vestuario tranquilo pese a la enorme cantidad de figuras con que cuenta. Los resultados están a la vista, con dos Champions seguidas (algo nunca conseguido por nadie con el formato actual) y en camino de jugar la tercera final consecutiva, aunque le gusten más los torneos largos. Suele decir que son los que muestran la capacidad de organización y de proyección de un DT.

Zidane, al contrario de muchos otros DT, piensa que el futbolista es más importante que él y que con su trayectoria y lo que ganó, sus futbolistas lo respetan y le creen. “En el vestuario, tiene más autoridad que (José) Mourinho, pero no autoritarismo, sino autoridad por convencimiento, y logra que los jugadores estén de su lado”, advierte alguien que suele tener un asiduo contacto con él, es compatriota suyo y vive en Madrid.

Por ejemplo, Zidane no da nunca consejos de cómo atacar a los delanteros, especialmente a los top, porque tampoco a él le gustaba que se los dieran y eso corresponde al talento de cada uno. Siempre los consejos son defensivos para cuando se pierde la pelota.

Cuando él era su ayudante, veía cómo Rafa Benítez le explicaba a Cristisno Ronaldo cómo patear tiros libres o discutía con Modric porque le decía que no usara tanto la cara externa de su pie, y el croata le insistía que “así” es su juego.

Para la temporada 2016-17, cuando Cristiano Ronaldo volvió de las vacaciones tras haber ganado la Eurocopa con Portugal, Zidane lo vio desgastado y le recomendó que no jugara todos los partidos, que dosificara, algo a lo que el delantero siempre se había negado. “¿querés alargar tu carrera? Entonces escúchame, haceme caso. Jugá menos, no viajes en bus o en tren, sólo en avión”. El resultado es óptimo: Cristiano Ronaldo ganó los últimos Balones de Oro, y ya no siempre quiere jugar y hay partidos en los que directamente se queda en su casa.

Uno de los puntos más altos de Zidane como director técnico es su simpleza para sus charlas técnicas y su capacidad de observación. Muchos analistas dan como mejor ejemplo su intervención en el entretiempo de la final de la Champions de Cardiff en 2017, ante la Juventus (https://www.youtube.com/watch?v=c5TuAjgbSBc)
Tiene claro que no hay que volver locos a los jugadores con las charlas. “No hay que marear a un futbolista con un discurso de 20 minutos porque se cansa. Hay que transmitir un mensaje con dos conceptos”, y termina diciendo siempre, “y ahora, a disfrutar en  el campo”.

Zidane tiene cuatro hijos y todos siguieron su camino de futbolista. Su hijo Luca (20) es el arquero del Real Madrid Castilla. Enzo (23) en el Lausana aunque estuvo en la cantera del Madrid y en el Málaga (es muy técnico pero tiene un físico no muy fuerte), Theo (15) deslumbra en el Cadete A, y Elyaz (12) integra el plantel del Infantil B.

Le gusta la tranquilidad y así es que compró y rehabilitó un caserón de tres pisos, terraza y pileta llamado “El Chorrico” en un pueblito llamado El Chive, de cien habitantes. Tiene una fundación que ayuda a chicos pobres de Argelia y que lleva su padre. “Muchos ayudan, no soy el único”, suele relativizar, con la misma delicadeza con que respondió, cuando le preguntaron por el magnífico gol de Chilena de Cristiano Ronaldo ante la Juventus, “creo que el mío al Bayer Leverkusen fue mejor”, provocando la carcajada general en la sala de prensa.

“Es un elefante con el cerebro de una bailarina”, lo definió alguna vez Jorge Valdano.
Zidane, quien aparece de traje en los partidos y da pocas indicaciones, reivindica los jeans y las remeras, y la vida en familia. “A mi nunca me gusto salir porque cuando se sale, se hacen tonterías y yo quiero estar con mi mujer y mis hijos en casa”, con la misma sencillez y una leve sonrisa.


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