Desde Kiev
Sarham Hussain, Abdul Nadim y Hussein Nadiadi
comparten dos pasiones: el Liverpool y la medicina. Los tres han dejado unos
días los estudios en la República Checa, cerca de Praga, para viajar a Kiev en
autobús para seguir a su club querido, que no llega a una final de Champions
League desde 2007.
Para eso, intentaron comprar entradas, pero ya
pasaban los mil euros cada una y ante la imposibilidad económica, decidieron
jugarse a ver lo que sucedía en la propia capital ucraniana, para lo que
viajaron desde Praga hasta Kiev en casi un día, comiendo mal y durmiendo a
duras penas.
Pero en medio del viaje se encontraron con otra
pesadilla: al llegar al límite entre Polonia y Ucrania, el autobús se detuvo
dos horas porque se trata del paso del último tramo de la Unión Europea (UE)
hacia fuera de ella. Entonces, hay que cumplimentar el trámite de entregar el
pasaporte (más en su caso, que no parecen
físicamente europeos y los llenaron de preguntas) para que les fuera
devuelto media hora más tarde, pero además, de ambos lados de la frontera.
Los tres estudiantes son fanáticos del Liverpool.
Van siempre a Anfield, y opinan que no pueden dejar de acompañar al equipo
porque una final puede suceder “una vez en la vida” y con ellos coinciden Dale
y Julia, una pareja inglesa de cuarenta años de la tierra de Los Beatles que no
tiene entradas, que va dispuesta a buscar algo en la reventa, aunque “sin
exagerar” y que decidió tomar un tren desde Cracovia y sumarse al llamado “Fan
Zone” donde se concentran los hinchas “Reds” si no hay manera de ingresar al
Estadio Olímpico.
Si se considera que el estadio tiene capacidad para
63.000 espectadores y la UEFA apenas repartió 12.800 entradas para cada club
finalista, la gran pregunta es a dónde fueron a parar más de 50.000 entradas
cuando en Kiev el público parece mostrar más curiosidad por lo exótico de la
llegada de tantos turistas fanáticos del fútbol que interés real en el
acontecimiento.
Ya hay consenso general en que la elección de la
sede de esta final por parte de aquella UEFA de Michel Platini en 2015, que hoy
parece lejana con la conducción del esloveno Alexander Ceferin, es un fracaso y
parece claro que no habrá pronta repetición de un escenario semejante para las
próximas definiciones. Por lo pronto, la final de la Champions 2019 será en el
Wanda Metropolitano del Atlético Madrid, y la de 2020, en Estambul, que ya lo
fue en 2005.
Si los hinchas del Liverpool suelen acompañar al
equipo en una cantidad generalmente cuatro veces mayor a la cantidad de
entradas que recibe el club (porque muchos apuestan a la compra en reventa y
otros no tienen problemas en ir a la Fan Zone, con la idea de que el equipo
sienta que no está solo), esta vez el Real Madrid llegó a devolver cerca de
3000 entradas, aunque Ceferin admita sólo mil de ellas, y se mantiene el
silencio sobre que el club blanco habría puesto la condición de que esas
entradas no se les entregara a su rival.
Ramón, un fanático del Real Madrid, sólo encontró la
vía de Barcelona-Nápoles para llegar al objetivo de Kiev, por la poca cantidad
de vuelos diarios, y tampoco consiguió lugar en los charters que suele poner el
club porque estaban agotados y tampoco eran baratos, y además, había que
anotarse a tiempo.
El otro problema grande es el alojamiento. Lugares
hay, y bastantes en todo Kiev y alrededores, pero muchos inquilinos se encontraron
que aunque hicieron las cosas a tiempo en sitios como Booking.com o airbnb.com,
los dueños cancelaron los acuerdos para subir los precios al doble, triple y
hasta cuádruple. Hay habitación es de hotel que ya rondan los mil euros la
noche.
Todo esto contrasta con los precios en la vida
diaria. Viajar en metro cuesta 0.20 dólar y la comida es baratísima, aunque es
bastante complicado el transporte y también la comunicación porque son muy
pocos los que hablan otro idioma, y casi siempre, jóvenes. Los mayores sólo
hablan los idiomas del este y salvo en algunos lugares especiales, casi todos
los carteles están en cirílico.
Cuando mañana a las 21,45 horas local (15,45 de
Argentina) empiece la final entre Real Madrid y el Liverpool, se escuchará a
los hinchas reds cantar el tradicional “you never walk alone” (nunca caminarás
solo) y vaya si será verdad: para superar tantos obstáculos hay que amar
demasiado al club y al fútbol.
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