viernes, 25 de mayo de 2018

Todo sea por la final de la Champions en una ciudad imposible (Infobae)



                                         
                                                     Desde Kiev



Sarham Hussain, Abdul Nadim y Hussein Nadiadi comparten dos pasiones: el Liverpool y la medicina. Los tres han dejado unos días los estudios en la República Checa, cerca de Praga, para viajar a Kiev en autobús para seguir a su club querido, que no llega a una final de Champions League desde 2007.

Para eso, intentaron comprar entradas, pero ya pasaban los mil euros cada una y ante la imposibilidad económica, decidieron jugarse a ver lo que sucedía en la propia capital ucraniana, para lo que viajaron desde Praga hasta Kiev en casi un día, comiendo mal y durmiendo a duras penas.

Pero en medio del viaje se encontraron con otra pesadilla: al llegar al límite entre Polonia y Ucrania, el autobús se detuvo dos horas porque se trata del paso del último tramo de la Unión Europea (UE) hacia fuera de ella. Entonces, hay que cumplimentar el trámite de entregar el pasaporte (más en su caso, que no parecen  físicamente europeos y los llenaron de preguntas) para que les fuera devuelto media hora más tarde, pero además, de ambos lados de la frontera.

Los tres estudiantes son fanáticos del Liverpool. Van siempre a Anfield, y opinan que no pueden dejar de acompañar al equipo porque una final puede suceder “una vez en la vida” y con ellos coinciden Dale y Julia, una pareja inglesa de cuarenta años de la tierra de Los Beatles que no tiene entradas, que va dispuesta a buscar algo en la reventa, aunque “sin exagerar” y que decidió tomar un tren desde Cracovia y sumarse al llamado “Fan Zone” donde se concentran los hinchas “Reds” si no hay manera de ingresar al Estadio Olímpico.

Si se considera que el estadio tiene capacidad para 63.000 espectadores y la UEFA apenas repartió 12.800 entradas para cada club finalista, la gran pregunta es a dónde fueron a parar más de 50.000 entradas cuando en Kiev el público parece mostrar más curiosidad por lo exótico de la llegada de tantos turistas fanáticos del fútbol que interés real en el acontecimiento.

Ya hay consenso general en que la elección de la sede de esta final por parte de aquella UEFA de Michel Platini en 2015, que hoy parece lejana con la conducción del esloveno Alexander Ceferin, es un fracaso y parece claro que no habrá pronta repetición de un escenario semejante para las próximas definiciones. Por lo pronto, la final de la Champions 2019 será en el Wanda Metropolitano del Atlético Madrid, y la de 2020, en Estambul, que ya lo fue en 2005.

Si los hinchas del Liverpool suelen acompañar al equipo en una cantidad generalmente cuatro veces mayor a la cantidad de entradas que recibe el club (porque muchos apuestan a la compra en reventa y otros no tienen problemas en ir a la Fan Zone, con la idea de que el equipo sienta que no está solo), esta vez el Real Madrid llegó a devolver cerca de 3000 entradas, aunque Ceferin admita sólo mil de ellas, y se mantiene el silencio sobre que el club blanco habría puesto la condición de que esas entradas no se les entregara a su rival.

Ramón, un fanático del Real Madrid, sólo encontró la vía de Barcelona-Nápoles para llegar al objetivo de Kiev, por la poca cantidad de vuelos diarios, y tampoco consiguió lugar en los charters que suele poner el club porque estaban agotados y tampoco eran baratos, y además, había que anotarse a tiempo.

El otro problema grande es el alojamiento. Lugares hay, y bastantes en todo Kiev y alrededores, pero muchos inquilinos se encontraron que aunque hicieron las cosas a tiempo en sitios como Booking.com o airbnb.com, los dueños cancelaron los acuerdos para subir los precios al doble, triple y hasta cuádruple. Hay habitación es de hotel que ya rondan los mil euros la noche.

Todo esto contrasta con los precios en la vida diaria. Viajar en metro cuesta 0.20 dólar y la comida es baratísima, aunque es bastante complicado el transporte y también la comunicación porque son muy pocos los que hablan otro idioma, y casi siempre, jóvenes. Los mayores sólo hablan los idiomas del este y salvo en algunos lugares especiales, casi todos los carteles están en cirílico.

Cuando mañana a las 21,45 horas local (15,45 de Argentina) empiece la final entre Real Madrid y el Liverpool, se escuchará a los hinchas reds cantar el tradicional “you never walk alone” (nunca caminarás solo) y vaya si será verdad: para superar tantos obstáculos hay que amar demasiado al club y al fútbol.



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